Las
veces que Dios hizo pacto con el hombre podemos observar que era incluida la
participación directa de su familia. Por ejemplo: Con Noé participaron siete
personas: su esposa y sus tres hijos, cada uno con su esposa. Con Abraham
estuvo Sara con su hijo Isaac. Con Isaac, Rebeca su esposa y sus hijos gemelos,
Esaú y Jacob. Siendo este último el elegido.
Y con
Jacob, todos sus hijos, especialmente José, quien lleva a Israel a vivir a
Egipto para que se cumpliera la promesa de que los descendientes de Abraham
iban a ser esclavos por cuatrocientos años en esa tierra. Por
otro lado, de Judá
(quien libró a José de la muerte Gen.37:26-37) es descendiente el
rey David, y
de la descendencia de David vino la de Jesús.
Moises
fue llamado para libertar a su pueblo junto a su hermano Aarón.
Era un hombre introvertido, que
hablaba poco, y que por su timidez e inseguridad, tartamudeaba al hablar. De
ahí, la justificación de sus pretextos y de las tantas excusas
que
presentó cuando el Angel de Jehová (quien era Cristo) lo
llamó para encomendarle la gran misión de volver a Egipto y liberar a los hebreos
del yugo de la esclavitud (Éxodo
4:10).
Pero, por encima de esto, lo dominaba el miedo
de tener que enfrentar a dos pueblos: los egipcios y los israelitas, y el
problema de que era un prófugo de la ley, porque había matado a un egipcio y lo buscaban para
matarlo. Por el otro lado, tenía
a los
hebreos que no lo reconocían como uno de ellos.
Jehová
pone a su lado a
Aarón, su hermano
mayor, para
que fuera su portavoz, porque al parecer era todo lo contrario a Moises. Era extrovertido.
Sabía hablar
con propiedad y sin miedo
(Éxodo 4:14), ya
que había sufrido en carne propia el yugo de la esclavitud y los maltratos de
los egipcios, y quizás había desarrollado un mecanismo de autodefensa
con sus palabras. Además,
por la tradición oral, tenía conocimientos de todos los padecimientos de su
pueblo, que después de la muerte del Faraón,
amigo de José, llegaron otros que por
cuatrocientos años los mantuvieron en esclavitud.
Después
de dar los primeros pasos del inicio de la ejecución del plan de Dios para la
liberación de los hebreos,
y a medida que Moises fue relacionándose directamente e intimidando con Dios,
yendo con frecuencia ante su presencia confiadamente, fue transformado en otro
hombre. El
miedo quedó atrás. Sus
palabras fluían con autoridad. La timidez se fue y no volvió a tartamudear.
Jehová lo constituyó dios para el Faraón, y para Aarón, su profeta (Éxodo 7:1), el
cual fue su
compañero fiel e inseparable y su mano derecha
hasta el dia de su muerte. Nunca intentó sublevarse por ser el
hermano mayor.
Ambos
se entregaron en alma, cuerpo y espíritu para ejecutar el plan de Dios al pie
de la letra. Cada uno asumiendo con entereza su misión y compromiso con Dios,
con todas sus virtudes, debilidades y defectos, como todo ser humano sometido a
pasiones y emociones normales.
Después
de liberados los
israelitas con
el brazo fuerte de Jehová y su gran poder en acción, y ya en su trayectoria
hacia la tierra prometida, se suma a la gran misión y al equipo de Moises y
Aarón, como un joven perfecto
(Números 32:12), fuerte de espíritu, sencillo, humilde, inteligente y
trabajador, Josué
(nombre dado por Moises en lugar de Oseas, Números 13:16) como
servidor directo de Moises. Otro escogido de Dios desde antes de su nacimiento
para formar parte del plan de su antiguo pacto con Abraham, Isaac y Jacob.
Josué
(cuyo nombre significa Salvación de Dios o Jehová el salvador) tenía el encargo
de continuar con el ministerio de Moises cuando éste ya no estuviera, y de
conquistar lo pueblos enemigos e introducir a la tierra prometida, Canaán, a
todos los israelitas y distribuírsela por tribus. Y de esta manera, Jehová daba fiel
cumplimiento a otra de sus promesas
de su pacto, que había pactado hacía cuatrocientos setenta años
con Abraham.
Este
breve recuento de cómo Dios utilizó a Moises, a Aarón y a Josué, cada uno con
un propósito en particular y capacitado de ante mano por el mismo Dios, para liberar de la
esclavitud al pueblo que Él se había constituido para sí mismo, nos lleva a reconfirmar
que
Yahweh (Jehová) es un Dios de pactos eternos, de promesas y orden; que no
improvisa ni actúa por circunstancias casuales, sino, que todo lo hace obedece
los delineamientos de su antiguo pacto, escrito desde antes de la creación del
mundo, cuyo objetivo general es bendecir
en la simiente de Abraham a todas las familias de la tierra.
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