jueves, 9 de julio de 2020

MI NUEVA IDENTIDAD COMO CRISTIANO O CRISTIANA



La nueva identidad del creyente en Cristo



“.... porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo,
de Cristo estáis revestidos” (Gálatas 3:27).

 “De modo que, si alguno está en Cristo,
nueva criatura es; las cosas viejas pasaron;
he aquí todas son hechas nuevas (2 Corintios 5:17).

Guillermina Izquierdo Reinoso







Para poder comprender la adquisición de la nueva identidad que el o la creyente en Cristo recibe cuando decide que el Señor Jesús sea el único que gobierne su vida, hay que entender perfectamente el significado de este concepto.

 El diccionario de la lengua Española define la palabra identidad como el “conjunto de rasgos o características de una persona o cosa que permiten distinguirla de otras en un conjunto”. También dice que es “la circunstancia de ser una persona o cosa en concreto y no otra, determinada por un conjunto de rasgos o características que la diferencian de otras”.

Observando las definiciones del diccionario podemos inferir que el término identidad es definido en dos palabras claves: rasgos y características. Sobre rasgos dice que es “la línea o forma de las que componen y caracterizan la cara de una persona”. Mientras que característica es “la cualidad o circunstancia que es propia o peculiar de una persona o una cosa y por la cual se define o se distingue de otras de su misma especie”.  

En síntesis, la identidad son los rasgos físicos-faciales distintivos de la naturaleza o esencia de una persona, y las características, “las cualidades distintivas que hacen que sea lo que es y dicen como es y que la hacen diferenciar de los demás”.

El o la creyente que se define en Jesucristo por medio de la fe es una persona que adquiere y va desarrollando una serie de cualidades y rasgos personales distintivas que la hace ser diferente a las demás personas comunes de su entorno. Hay creyentes que siguen actuando, pensando y hablando como todos los demás del mundo. No hay nada nuevo que lo señala como diferente, pro sí dice que es cristiano o cristina; y es porque están convencidos de que el Evangelio es algo bueno y que Dios existe, pero no se han convertido a Cristo. 

¿Cómo se diferencia el verdadero cristiano de las personas comunes?

El apóstol Pablo nos enseña en su carta dirigida a los gálatas que cuando una persona ha creído en Jesucristo y ha sido bautizada en ÉL, su vestidura es totalmente cambiada. Esto es que adquiere una nueva identidad porque es revestido de Cristo al confesarlo como su único señor (Gálatas 3:27).

Ahora sus rasgos físicos- faciales, es decir, su expresión corporal en sentido general habla de Cristo sin pronunciar palabras. Este es el lenguaje no verbal que dice mucho más de lo que somos que el lenguaje verbal, es decir, el oral. Su expresión facial de mucha amargura, temor o preocupación o de ira, odio y rencor; ahora refleja amor, paz, alegría, seguridad, fe, esperanza, amabilidad, paciencia, esperanza, compasión, misericordia, y dominio propio. El fruto del Espíritu Santo es ahora su reflejo ante los ojos del mundo.

El creyente que no proyecte estas cualidades en sus actitudes cotidianas, después de decir haber recibido a Jesús como su salvador y único Señor en su vida, y haber sido bautizado en él para el perdón de sus pecados, no ha experimentado el nuevo nacimiento que Jesús le explicó al fariseo Nicodemo, cuando le dijo que para poder entrar al reino de Dios había que nacer de nuevo. Esto es, del agua y del espíritu (Juan 3:5). No ha nacido de estos dos elementos.

Su vida continua con su antigua identidad o manera de ser. Sus cualidades características no lo diferencian de las personas comunes del mundo, porque sigue haciendo y diciendo los que todos generalmente hacen y dicen. No se ve en él o en ella ningún cambio. Nadie nota la diferencia. Las personas que le rodean no ven nada nuevo en sus actitudes.   

Pablo nos enseña que, "si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas" (2 Corintios 5:17). Es decir, que es una persona totalmente diferente a lo que era antes de convertirse. Su nuevo nacimiento es notorio, no lo puede esconder, aunque así se lo propusiera. Si presenta lo contrario, es considerado como un falso cristiano, y Jesucristo no está en él o en ella.

Nacer de nuevo significa que nuestra vieja manera de ser, de pensar, de hablar y de actuar la dejamos sepultada en la cruz de Cristo a través del bautizo. Ahora estamos en Cristo y somos otra persona, que vive por y para el Espíritu Santo que Jesucristo nos da al instante del inicio del proceso, a fin de estar siempre con nosotros y dentro de nosotros; para unirnos a Cristo; como Cristo está unido al Padre (Juan 17:21-22); y a la vez, llevar nuestras vidas en una dinámica de cambios constantes y crecimiento en el conocimiento de Dios y en la fe. Esto es conducirnos por el camino de la santidad, hasta que seamos redimidos para vivir eternamente con Él.

El verdadero discípulo o discípula de Cristo proyecta en sus rasgos físicos-faciales y en su forma de ser y actuar, pensar y hablar, todo el tiempo y en todo lugar, a Jesucristo, porque está revestido de Él. La luz de Jesús (como la luz verdadera de la humanidad, Juan 1:5) es reflejada a través de sus acciones y aptitudes, porque se ha convertido en luz y sal para el mundo. Vive por y para Cristo; y todas sus acciones proyectan el fundamento de su evangelio: el amor y el perdón; ya que ama y perdona aún a sus enemigos y hace bien a los que lo aborrecen; y ora por los que lo maldicen y persiguen, y dicen toda clase de mentiras sobre él o ella (Mateo 5:44). Todas las personas de su entorno ven sus buenas acciones y glorifican al Padre Dios que está en los cielos (Mateo 5:13-17).

Éste o esta creyente se va empoderando cada día del carácter de Jesús hombre, con la ayuda del Espíritu Santo, el cual toma de lo de Cristo y se lo revela, y lo ayuda a pasar de una fase a otra en el crecimiento del cocimiento de la Palabra de Dios y el desarrollo de su fe, hasta que sus pies estén cimentados en la roca inconmovible, que es Cristo Jesús (Juan 16:13-15).    

Vive en su carne el evangelio de Cristo. Es decir, que su cuerpo está impregnado de Jesucristo. Lo predica de forma verbal y no verbal; a tiempo y fuera de tiempo, porque sus pies están siempre preparados para llevar a todas partes las buenas nuevas de salvación; y, además, sus obras son buenas. O sea, que todo lo que hace y dice honra la deidad de Dios: Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo. y sabe cómo huirles a las tentaciones. 

El apóstol Pablo define la actitud del creyente que realmente está en Cristo, totalmente diferentes a las personas comunes del mundo, diciendo que “aunque andamos en la carne, no luchamos según la carne;  porque las armas de nuestra contienda no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas; destruyendo especulaciones y todo razonamiento altivo que se levanta contra el conocimiento de Dios, y poniendo todo pensamiento en cautiverio a la obediencia de Cristo... (2 Corintios 10:3-5.

Es decir, que no dejamos de ser humano como cualquier otro. La diferencia es que nuestras aptitudes (frente al conocimiento de Dios) y actitudes (nuestra forma de obrar o actuar) nos diferencian de las personas comunes.  Antes de conocer a Jesucristo, veíamos, definíamos y creíamos en Dios con el razonamiento puramente humano, y actuábamos según nuestras maneras humanas de ver, razonar y solucionar las cosas., movidos por las tradiciones que nos enseñaron y aprendimos de nuestros ancestros- soy de X religión porque esa es la tradición de mi pueblo o de mi familia -

Ahora que estamos revestidos de Cristo, nuestras decisiones e impulsos están modelados según la Palabra de Dios. Nuestros pensamientos y razonamientos lógicos están cautivos a la obediencia a las enseñanzas del Señor Jesús. No actuamos a la ligera. Primero vamos ante el Padre Dios, por medio de la oración y el estudio de su Palabra, a fin de destruir todo razonamiento de altivez y especulativos que se levante contra el conocimiento de Dios, primero dentro de nosotros.   

Pablo nos exhorta en Gálatas 5:23-24, diciendo: “Pues los que son de Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu”. Nuestra nueva identidad refleja en nosotros a una persona diferente, no prepotente ni altiva, sino mansa y humilde, que habla y actúa como Cristo; que ama y respeta a los demás, y que es tolerante con las creencias e ideales de todas las personas de su entorno social.
Sus pasiones y deseos son controlados y guiados por el Espíritu Santo, porque Él conoce toda su vida pasada, presente y futura, y es el único que sabe lo que le conviene. Es lo que el apóstol define como vivir y andar en el Cristo.
Antes de hablar o actuar, consulta a Dios a fin de tomar las decisiones correctas. Y todo lo que hace, lo ejecuta como si fuera para Dios; alegando que para él o ella el vivir es Cristo, como dice Pablo, el mayor ejemplo de nueva vida en Cristo entre todos los demás apóstoles (Filipenses 1:21).  Ese es el significado de la identidad del auténtico cristiano.
Nuestro carácter y nuestra manera de actuar va tomando la forma de Jesucristo. En cada nuevo día de nuestra existencia vamos tomando la imagen de Cristo. Nos vamos asemejando cada vez más a Él, porque hemos sido creados a su imagen y semejanza; no por obra de ningún humano, sino creados en Jesucristo por el mismo Dios para realizar toda buena obra y andar en ellas (Efesios 2:10).   
 Además, hemos sido sepultados juntamente con Él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva (Romanos 6:4). Desechando toda malicia, como dice Pedro, y todo engaño, e hipocresías, y envidias y toda difamación; deseando como niños recién nacidos, la leche pura de la Palabra, para que por ella crezcamos para salvación. Esto es, si es que en realidad hemos probado la bondad del Señor (1 Pedro 2:1-3).
Todo el que dice ser cristiano y no se parece en nada a Cristo es un farsante. Jesucristo no está con él ni en él. Toda persona que dice pertenecer y seguir algún idealismo, sea este religioso, político o filosófico, o cualquier otro, se identifica con el líder ideológico: actúa y habla como él, sigue sus enseñanzas sin obviar ningunos de sus preceptos y normativas; lo confiesa con el pecho erguido, sin ningún temor ni desconfianza, ni vergüenza, a boca llena en todo lugar, a tiempo y fuera de tiempo. De esta manera actúa todo el que es gobernado por el Señor Jesucristo.
Hoy es un buen día para reflexionar lo que somos en Cristo. Si realmente somos cristianos que vivimos y reflejamos el Evangelio con todo nuestro ser, como lo manda la Biblia.  

¡Imposible no verte!