ESPACIO REFLEXIVO DE DESARROLLO ESPIRITUAL
miércoles, 22 de junio de 2022
domingo, 16 de enero de 2022
domingo, 21 de noviembre de 2021
domingo, 26 de septiembre de 2021
jueves, 27 de mayo de 2021
¿POR QUÉ TODO EL MUNDO DEBIERA CONOCER A JESUCRISTO?
¿POR QUÉ TODOS DEBIERAMOS CONOCER DE MANERA PERSONAL AL SEÑOR JESUCRISTO?
Jesucristo (Jesús-hombre; Cristo-Dios) es
un gran personaje histórico muy documentado, que por más que se intente negar,
es imposible, ya que sobre él se han escrito un sin números de libros y
comentarios a través de todas las épocas, después de su ascensión al trono de
Dios, tanto antiguos como contemporáneos, hace más de dos mil años. Además, tuvo
un contexto de vida aquí en la tierra: una época, un pueblo, una descendencia y
sus obras han revolucionado al mundo, desde su misión terrenal hasta hoy; tales
como: redefinió el concepto humanidad, la sana convivencia comunal a través de una
cultura de paz y reorganizó los hechos históricos de los humanos en un antes y
un después de él.
Es el único hombre que después de haber sido condenado
a la pena de muerte (muerte en cruz) y sepultado, resucitó al tercer día, y que
alrededor de quinientos testigos presenciaron su ascensión al cielo, cuarenta
días después de haberse aparecido varias veces a sus discípulos (Lucas 24, Juan
20 y 21). El mismo Jesús que años después de su ascensión, Esteban (primer
mártir de los cristianos), antes de morir apedreado en una plaza pública por su
fe en él, minutos antes de expirar, mirando hacia el cielo vio la gloria de
Dios y a Jesús sentado a la diestra de Dios Padre (Hechos 7:55-60).
Tiempo después, este mismo Jesús se le apareció como
rayo de luz a Cefas, llamado Pablo (en griego), dejándolo ciego por tres días,
cuando éste iba camino de Damasco a perseguir a los cristianos, y con voz
audible mantuvo una breve conversación con él que marcó y cambió su vida para
siempre, convirtiéndolo en el último de los apóstoles y en el cristiano más
exitoso de todos los tiempos, escritor de trece epístolas del Nuevo Testamento y fundador de las primeras iglesias en las
naciones de los gentiles (pueblos no
judíos), (Hechos 9). Y varias décadas más tarde, el apóstol Juan, siendo muy
anciano (único sobreviviente de los apóstoles) cuando estaba desterrado a causa
del evangelio en la isla Patmos, tuvo una visión donde vio y escuchó la voz de
Jesucristo, y recibió todas las profecías que hoy describe el libro de
Apocalipsis (1:8-20).
Cristo, a pesar de ser el fundador del cristianismo, no
es una religión, pues, va más allá de este concepto, ya que Él es más que un
culto, más que una devoción y más que una pasión. Es el único autor y dador de
la vida (Juan 1:1-4), el gran “YO SOY” y la luz del mundo. El que siempre ha
existido, el que es y el que será por toda la eternidad. El alfa y la omega. El principio y el fin,
el primero y el último. El Todopoderoso Dios viviente (Apocalipsis 1:8,11;
21:6;22:13).
Aquel que dice conocer la historia de la humanidad y
saca a Jesucristo de ella es un ignorante. La verdadera y única fuente fiable
sobre Jesucristo se encuentra en los 66 libros de la Biblia, pues Cristo es el
personaje principal mencionado desde Génesis 3:15 hasta Apocalipsis 22:21. El
que no lee, escudriña y medita sobre la Palabra de Dios, “el Verbo- Cristo”
(Juan 1:1-5), por más docto que sea, no sabe nada de nada. Cristo es el centro,
el sujeto y el tema principal de todos los libros de la Biblia. Estos fueron
escritos con el objetivo de dar a conocer el Plan de Salvación para toda la
humanidad, a través de la muerte y resurrección del Señor Jesús.
La persona sabia reconoce que mientas más sabe le
falta mucho más por aprender, porque el aprendizaje es una dinámica cotidiana
que termina con la muerte. Es decir, dejamos de aprender cuando dejamos de
existir. Dejamos de aprender de Cristo cuando dejamos de leer y meditar en su
Palabra.
¿Por qué nos dedicamos más a conocer a personajes
destacados en todos los ámbitos de los saberes o líderes religiosos y filósofos
de todos los tiempos, y hasta individuos de la farándula y el deporte, y
obviamos a Jesucristo? El que se dedica a conocer a Jesucristo se descubre
así mismo, tal cual es. ¿Será que la mayoría de las personas del mundo
tienen miedo de descubrir cómo son en realidad?
La Palabra de Cristo nadie en el mundo ha podido resistir ni refutar,
aunque sea atacada con todas las armas filosóficas.
1. ¿Por qué todos debieran conocer personalmente a
Jesucristo sean cristianos o no?
Porque Cristo:
a) es la vida
misma. El que no cree en él ya está muerto. El que cree en él, aunque esté
muerto vivirá (Juan 3:36; 11:17; 1 Juan 5:12);
b) es el pan vivo que bajó del cielo y el que come de él vivirá para siempre (Juan 6:51);
porque no sólo de pan vive el hombre sino de toda palabra que sale de la boca
de Dios (Mateo 4:4);
c) es el don de
Dios, es decir, su regalo
de amor hacia la humanidad. Todo el que cree él y lo recibe tiene vida eterna
(Juan 3:16);
d) es el único camino
para ir al Padre. El único nombre
dado a la humanidad que nos puede llevar a Dios (Hechos 4:12);
e) es la única y
gran verdad. No es una
filosofía ni mito o fábula (Juan 14:6);
f) es el único
salvador que tiene autoridad
para perdonar nuestros pecados y transformar nuestro carácter y personalidad (2
Corintios 5:17);
g) es nuestro
defensor y redentor (1
Juan 1:1-2; Efesios 1:7);
h) es el único
que derrumba los muros religiosos.
2. ¿Por qué Cristo es la vida?
El apóstol Juan, el discípulo que anduvo con Jesús
durante los tres años y medio de su ministerio, escritor del evangelio que
lleva su nombre, tres epístolas universales y el libro Apocalipsis, no solo estuvo
con él, sino que fue uno de sus tres amigos más íntimos, vio su gloria en el
monte de la trasfiguración en su tierna juventud, y en su vejes, desterrado por
su fe en la isla de Pasmo, vio y palpó su grandeza, gloria y honor en el gran
trono divino, sentado a la diestra de su Padre y Dios. Su experiencia con el
Señor Jesús fue muy intensa, pues tuvo el privilegio de vivir a Cristo
con todos sus sentidos durante su larga vida. Por eso tiene toda la autoridad
para decirnos que Jesucristo es la vida (1 Juan 5:11; Juan 14:6).
Él inicia su Evangelio diciéndonos que en el principio
de la creación Cristo era el Verbo (verbo: logo = palabra). Por esa palabra fue hecho el mundo y todo lo
que en él habita. Es decir, Jesucristo es la Palabra de Dios, por lo que Él es
eterno como su Padre y Dios (Juan 20:17). Es de ahí que todo el Antiguo
Testamento está lleno de tipologías y símbolos del Verbo, es decir, de Cristo.
Por ejemplo, Adán, José, Moisés, Josué, y otros más
eran tipologías de Cristo. El sacrificio de los corderos sin defectos, junto
con todos los holocaustos que hacían los israelitas simbolizaban el sacrificio
de Cristo en la cruz. El mismo tabernáculo, la nube y la columna de fuego que Guió
al pueblo por el desierto hasta llegar a la tierra prometida eran simbologías
de Cristo; así como, el pan que bajaba del cielo cada mañana (el maná) y la
roca que dio de beber al pueblo.
También el sumo sacerdote cuando entraba una vez al
año al lugar Santísimo a presentar ante Dios el Padre los pecados de los
israelitas y con la sangre de un cordero rociaba el altar haciendo memoria de cada
una de sus faltas, era una simbología de
la entrada del Señor Jesús ante el trono de Dios después de su resurrección, presentándose
como el cordero de Dios que quita el pecado del mundo, a través de su sangre
derramada en la cruz, como ofrenda de
amor por todos los pecadores del mundo, hecha una vez y para siempre; abriendo
de esta manera el camino para que todos (judíos y gentiles) podamos acercarnos
al Padre Dios confiadamente a través de la fe, con corazones libres de malas
conciencias y cuerpos limpios lavados en la sangre de Cristo (Hebreos 10: 10-25).
Juan introduce su evangelio con las siguientes
palabras:
“En el principio ya existía la Palabra; y la Palabra estaba junto a Dios y era Dios. Ya
en el principio estaba junto a Dios. Todo fue hecho por
medio de ella y nada
se hizo sin contar con ella. Cuanto fue hecho era ya vida en ella, y esa vida era luz para la
humanidad; luz
que resplandece en las tinieblas y que las tinieblas no han podido sofocar. …Y la
Palabra se encarnó y habitó entre nosotros; y vimos su gloria, la que le
corresponde como
Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad” (Juan 1:1-5,14).
La biblia Reina-Valera 1960 nos dice en estos mismos versos: “En el
principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era
en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron
hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. En él estaba la vida,
y la vida era la luz de los hombres. La luz en las
tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella” (Juan 1:1-5,14).
Ambas versiones nos enseñan que ese Verbo o Palabra
estaba con Dios y era Dios. Y que ese Dios se encarnó y vino a la tierra a
vivir entre los hombres como Hijo de Dios e hijo de los hombres a la vez,
naciendo de una virgen que no había conocido varón, engendrado por el Espíritu
Santo. Y ese hombre es la vida y la luz
de la humanidad. El Mesías prometido y profetizado por todos los profetas de la
antigüedad hecho realidad. Llegó como bebé al pueblo que él mismo sacó de la
esclavitud de los egipcios. Y allí creció y se hizo un hombre.
Vivió treinta y tres años entre los judíos como el don
de Dios para la humanidad (Juan 3:16). El Hijo de Dios como su creatura a
partir de su engendro en el vientre de una mujer joven que nunca había tenido
relaciones sexuales con ningún hombre. El poder del Altísimo hizo sombra sobre
ella y quedó embarazada (Lucas 1:31, 34-35). Sus obras demostraron que ese hijo
de María e hijo adoptivo de José su esposo, era el mismo Dios que estaba entre
los hombres como uno de ellos.
Juan nos dice que el
que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al
Hijo de Dios no tiene la vida. Lo que quiere decir que, si la persona no tiene
a Cristo es un muerto en sí misma (1 Juan 5:12). Entonces, es razón suficiente
para que todo individuo procure conocer a Jesucristo de forma personal, ya que
él es la vida de todo individuo.
El mismo Cristo declaró que él es la vida. Hablando con Marta la hermana
de Lázaro, antes de resucitarlo, le dijo: “Yo soy la resurrección y la vida;
el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive
y cree en mí, no morirá eternamente” (Juan 11:25-26).
3.
¿Por
qué Cristo es el único salvador del mundo?
Porque Él es:
a) el don de Dios para la humanidad. “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a Su Hijo unigénito,
para que todo aquel que cree en Él, no se pierda, sino que tenga
vida eterna (Juan 3:16). Es el único que puede perdonar nuestros pecados
(Marcos 2:10);
b) el Padre Dios le dio toda autoridad sobre todas las cosas que existen en los cielos y en la tierra, y debajo
de ella. “Acercándose
Jesús (a sus discípulos), les dijo: «Toda autoridad me ha sido dada en
el cielo y en la tierra (Mateo 28:18);
c) el único salvador: “… en ningún otro hay salvación. “No
hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos”
(Hechos 4:12). No hay nadie más que pueda librarnos de la ira de Dios.
d) es el único camino que conduce a
Dios. “Jesús
le dijo: «Yo soy el camino, la verdad y la vida;
nadie viene al Padre sino por Mí” (Juan 14:6). Cuatro razones suficientes para
interesarse por conocer de manera personal a Jesucristo.
4. ¿Cómo demostró Jesús que Él es la vida y el dador de
la vida?
a) Tenía autoridad sobre las enfermedades. “Curó a
un incontable número de enfermos de todo tipo de mal y dolencias” (Mateo 4:23;
Marcos 5:25-34).
b) Tenía autoridad sobre Satanás y los demonios (Mateo
4:10; Hechos 10:38)
c) Tenía autoridad sobre la muerte (Marcos
5:22-24,35-43; Lucas 7:11-17; Juan 11:38-44).
d) Los fenómenos
naturales y toda la creación le obedecían (Marcos 4:39).
e) Para Él nada era imposible (Lucas 14:19-20; 18:27; Mateo 14:25).
f) Perdonaba pecados, cosa que solo Dios podía hacerlo (Mateo 9:2; Lucas 5:21;
7:48; Hebreos 10:12).
g) Conocía los pensamientos de las personas (Lucas
5:22; Mateo 12:25).
h) Tenía autoridad sobre la muerte: la venció el
día que resucitó de entre los muertos para darnos vida (Juan 20:30-3; Mateo 28:
5-7; 1 Corintios 15:1-4); y resucitó a varios muertos durante su misión aquí en
la tierra (Lucas 7:11-17; 8:40-50; Juan 11:38-44).
i) Es la primicia de la resurrección (1 Corintios 15:20), “… luego le seguiremos
nosotros, los que hayamos permanecido en su Palabra. Luego resucitaran a
condenación, lo que no lo recibieron ni creyeron en él” (1 Corintios 15:52;
Colosenses 2:12; Apocalipsis 20:11-15).
j) Hoy Cristo está vivo, sentado a la diestra del
Padre, como nuestro defensor (Hechos 7:55-56; Apocalipsis 1:9-18).
“Hizo además Jesús muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro. Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre” (Juan 20:30-31).
5. ¿En qué me
beneficia conocer a Cristo?
Cuando conocemos a Cristo nos damos cuenta de que
somos pecadores (aun seamos personas que no le hacemos daño a nadie) y que
necesitamos un salvador. Entonces nos hacemos la pregunta que la multitud le
hizo a Pedro el día en que el Espíritu Santo se derramó sobre todos los
discípulos que estaban en el aposento alto, el día de las fiestas de
Pentecostés: “Varones hermanos ¿Qué haremos? Y Pedro le contestó arrepiéntanse
y bautícense cada uno en el nombre de Jesucristo y recibirán el don de Dios
(Hechos 4;37).
Conocer de cerca a Jesucristo es como mirarse en un
espejo y ver nuestro rostro sucio. Vemos nuestra alma y corazón llenos de
maldad, desobediencia, incertidumbres, dudas, dolor, soledad, angustias, raíces
de amargura, enojo, odio, vacío, incomprensión, rechazos, entre otros. Toda
aquella persona que se vea de esta manera y se congoje por su condición, puede
acudir a Cristo, porque Él siempre está a la puerta de nuestro corazón
esperando que le prestemos atención a su llamado, pues es muy grande su
compasión (Apocalipsis 3:20).
Y si obedecemos el mandato de Pedro cuando le dijo a
la multitud: “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el
nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del
Espíritu Santo” (Hechos 4:38), entonces, recibimos el don de Dios y el
perdón de nuestros pecados por la sangre que Cristo derramó en la cruz, por
medio de la fe en Él. Y a partir de ese momento comenzamos a vivir la fe en
Cristo, la cual no consiste en un instante emocional-ocasional, sino en vivirla
permanentemente en todas circunstancias buenas o malas de la vida. Es esperar
que lo imposible Cristo siempre lo hace posible, estando consciente de que todo
lo que Él haga en nuestras vidas siempre será lo mejor para nosotros.
Cuando nos arrepentimos de todo corazón nos damos
cuenta de que estábamos rechazando el mayor bien de Dios para nuestras almas. Y
si comenzamos a caminar por el camino que Cristo trazó con su muerte, Él nos da
su Espíritu Santo para que siempre esté con nosotros y en nosotros, guiando
nuestro caminar con Cristo y tomando el control de nuestros deseos y pasiones;
llenando nuestro ser de buenas dádivas, a través de cada una de sus promesas (Mateo
7:11).
Ahora todo lo que nos suceda, sea bueno o malo, está
dentro de los planes de Dios para nuestras vidas. Y sus planes son perfectos y buenos. Sólo
basta con creerlo por la fe; no por aquella de momentos circunstanciales, sino,
la fe viva que espera lo posible de lo imposible que no se ve y sabe que en
todo tiempo DIOS ES BUENO.
En conclusión, mientras más conocemos de Cristo, más
sabemos qué hacer con nuestras vidas y cómo dominar nuestros instintos, pasiones,
emociones y las tomas de decisiones, mejorando cada vez más nuestra relación
con los que nos rodean y nos acompañan en el paso por este mundo; comprendiendo
y respetando sus distintas formas de ser, y amándolos tal cual son, como Cristo
nos ama a nosotros.
lunes, 17 de mayo de 2021
LAS IMPLICACIONES DEL SER CRISTIANO O CRISTIANA
IMPLICACIONES DEL VERDADERO CRISTIANO
Maestra
Guillermina Izquierdo Reinoso
Comunidad
Cristina Metropolitana, AD, Santiago, RD.
Año 2020
Muchos, al pensar sobre el cristianismo, lo piensan tan solo como un credo o un
código moral, o simplemente como un culto dirigido a Cristo. El cristianismo va
mucho más allá que todos estos temas. Pues, sin las vivencias de un Cristo vivo
no existe el cristianismo ¿Por qué? Porque el Evangelio del Señor Jesucristo es
la base principal de fe de este movimiento religioso, ya que sus cimientos
principales son el amor y el perdón.
Además, es un evangelio vivo, dinámico, de
autoridad y poder (Romanos 1:16), transformador de vidas. Regenera al
hombre y a la mujer que lo recibe como su única verdad de vida. Y por su nuevo
estilo de vida ajustado a esta verdad, lo convierte en cristiano o cristiana (“Cristo”
del griego “Khristos”- “Ungido”, “Mesías”, “Crisma”,
y el sufijo “ano o ana”, significa “perteneciente”), lo cual significa
que el o la creyente es “perteneciente a Cristo”.
El que no ama a Dios con todo su corazón, emociones y
fuerzas; y a su prójimo como se ama así mismo ni perdona las ofensas de los
demás, no puede decir que conoce a Dios, que cree en ÉL; y mucho menos decir
que es cristiano o sencillamente considerarse un hijo de Dios, mucho menos
llamarse evangélico, porque la esencia de Dios es el amor; y el que no ama ni
perdona no conoce a Dios, porque Dios es la fuente eterna del auténtico amor, y
Jesucristo es Dios (1 Juan 4:7-9).
Si alguien dice creer en Dios, pero no obedece en todo
su Palabra, no lo ha conocido ni puede decir que tiene fe ni que cree en ÉL,
porque sin fe nadie puede agradarlo. El escritor a los Hebreos, en el capítulo
11 verso 6, dice: - “sin fe es
imposible agradar a Dios. Porque es necesario que el que se acerca a
Dios crea que Él existe, y que recompensa a los que lo buscan”.
Y si no aplican su
Palabra a su forma de vida ni se ajustan a sus ordenanzas, preceptos y Ley, y
no aceptan a Jesucristo y sus enseñanzas como su regalo de amor y vida eterna,
jamás deben considerarse como hijo o hija de Dios, porque la Biblia nos enseña
que hay una condición para adquirir este título.
El apóstol Juan nos dice
en el primer capítulo de su Evangelio, versículos del 11 al 13, refiriendo a
Jesucristo: “Vino a los de su propio
pueblo, y hasta ellos lo rechazaron; pero a todos los que creyeron en
él y lo recibieron, les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios. Ellos
nacen de nuevo, no mediante un nacimiento físico como resultado de la pasión o
de la iniciativa humana, sino por medio de un nacimiento que proviene de Dios” (versión NTV). Para poder llamarnos
hijos o hijas de Dios hay que creer en Jesucristo y a la vez recibirlo en su
corazón como el único Señor de nuestras vidas.
El cristianismo es una nueva cultura de vida al estilo
de la que vivió y enseñó el Señor Jesús cuando estuvo aquí en la tierra, y la
que los apóstoles nos han dejado como ejemplo en Las Escrituras. El que no se
ajusta a esta nueva manera de vivir no debe llamarse cristiano o cristina
jamás.
Pedro, Juan y
Pablo en sus cartas nos enseñan cuales son las implicaciones del verdadero
cristiano o cristiana (discípulo o discípula de Cristo) de todos los tiempos.
Por ejemplo, Pablo, hablándole a los filipenses sobre su experiencia con el
Señor Jesucristo resalta lo que implica ser un verdadero cristiano. Para él, el
verdadero cristiano vive a Cristo. Él nos dice todo lo que tuvo que dejar de su
vida para poder vivir a Jesucristo.
Nos dice: - “Pero todo lo que para mí era ganancia, lo he estimado como pérdida por
amor de Cristo. Y aún más, yo estimo
como pérdida todas las cosas en vista del incomparable valor de conocer a Cristo
Jesús, mi Señor. Por Él lo he perdido todo, y lo considero como
basura a fin de ganar a Cristo, y ser hallado
en Él, no teniendo mi propia justicia derivada de la ley, sino la
que es por la fe en Cristo, la justicia que procede de Dios sobre la
base de la fe, y conocerlo a Él, el poder
de su resurrección y la participación en sus padecimientos, llegando a ser
como Él en su muerte a fin de llegar a la resurrección de entre
los muertos”
(Filipense 4:7-11).
Pablo es el mejor modelo de lo que implica ser
cristiano. Él es digno de que todos lo imitemos, como él mismo nos dice ¿Por
qué? Porque:
1°) se despojó de todo lo que hasta entonces había
logrado en su vida: fama, títulos, estatus social, reputación, entre otros, considerándolo
basura y dándolo como pérdida para ganar a Cristo. Perder al mundo para ganar a Cristo.
2°) echó a un lado todos sus conocimientos y
sabidurías como fariseo (funcionario del gobierno central de los judíos, el
Sanedrín), así como, su excelente formación académica, su reputación social y
su ego, para conocer a Cristo. Dejarlo todo para vivir a Cristo, como
nos los enseña el historiador Lucas en su Evangelio (14:26): citando las palabras de Jesús cuando dijo: - «El que quiera seguirme tiene que amarme más
que a su padre, a su madre, a su esposa y a sus hijos; más que a sus hermanos y
a sus hermanas, e incluso más que a su propia vida. De lo contrario, no podrá
ser mi discípulo (versión NBV).
3°) crucificó y sepultó su carácter y forma
de pensar juntamente con Cristo, para que su cuerpo de pecado fuera
destruido y jamás volviera ser esclavo del pecado sino del Espíritu
Santo y siervo de la justicia, siendo santificado por ella (Romanos
6:6,18,22).
4°) la prioridad de Pablo era conocer íntimamente a
Jesucristo para hacerlo su amigo inseparable a través de la fe, como
lo enseñan Pedro y Juan en sus primeras cartas, ya que Pablo no era un testigo
ocular de Jesús (no anduvo con Jesús durante su ministerio aquí en la tierra).
Tuvo un encuentro personal con él muchos años después de su ascensión (Hechos
cap. 9). Cumpliéndose
en él lo que Pedro dice en su primera carta: “…. a quien, sin haber
visto, ustedes lo aman, y a quien ahora no ven, pero
creen en Él, y se regocijan grandemente con gozo inefable y lleno
de gloria, obteniendo,
como resultado de su fe, la salvación de sus almas” (1 Pedro 1:8). Por la fe en Cristo somos
salvos.
Y Juan enfatiza: “Y
sabemos que el Hijo de Dios ha venido y nos ha dado entendimiento a
fin de que conozcamos a Aquel que es verdadero; y nosotros estamos en
Aquel que es verdadero, en Su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero
Dios y la vida eterna” (1Juan 5:20).
El cristiano es aquel que está en y con Cristo, el
verdadero Dios. Este tiene el entendimiento para conocer, retener,
guardar, vivir y enseñar su evangelio, porque
Cristo es el verdadero Dios.
5°) Pablo confió en Cristo como su Salvador
personal para ser hallado por él justo, no por su propia justicia ni por la
justicia de la ley, ni por ser un hombre bueno, sino por la justicia que nos
viene cuando somos perdonados y justificados por su muerte en la cruz. Aquella
que se da por la fe, no por las obras buenas que hagamos, para que no nos gloriemos,
como si fuera cosa nuestra, sino que es un regalo de Dios (Efesios 2:9). Ninguna
persona tiene el valor ni el deseo de buscar a Dios por sí misma. Dios nos
busca primero. Por gracia alcanzamos salvación.
6°) Pablo Obedeció en todo a Cristo como el Señor
de su vida. Muchos cristianos descuidan el señorío de Cristo en sus vidas,
al igual que en los tiempos de Pablo. Muchos les dan créditos de labios para
fuera, pero su corazón está muy lejos de Él. No quieren que Él lleve las
riendas de su vida por eso no se someten a su Palabra.
Hay quienes lo mencionan de manera cortés, llamándolo:
“mi Señor o el Señor “, pero jamás se dedican a hacer lo que Él le dice
que hagan. Es una expresión divorciada totalmente del verdadero señorío de
Cristo. Es como si fuera un cumplido y esto no agrada a Dios, pues es señal de
hipocresía. Dios es el único que conoce las intenciones de nuestros corazones,
por lo que no lo podemos engañar jamás (Jeremías 17:10). En cambio, si
guardamos las enseñanzas de Cristo seremos verdaderamente sus discípulos, y su
verdad nos convierte en seres totalmente libres (Juan 8:31-32).
7°) Pablo vivió a Cristo en su carne, mente y
corazón. Hizo morir su ego para que Jesucristo viviera en él. Guardó su
corazón y mente para que Dios siempre estuviera con él (Filipenses 4:7-9).
Decía: - “Con Cristo
estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, más vive Cristo en mí;
y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me
amó y se entregó a sí mismo por mí”
(Gálatas 2:20) ... - “Por tanto, hemos sido sepultados con Él por medio del bautismo
para muerte, a fin de que como Cristo resucitó de entre los muertos por la
gloria del Padre, así también nosotros andemos en novedad de vida (en vida nueva)” (Romanos 6:4). … - “Sabemos esto, que nuestro viejo
hombre fue crucificado con Cristo, para que nuestro cuerpo de
pecado fuera destruido, a fin de que ya no seamos esclavos del pecado; porque el que ha muerto, ha sido libertado del pecado” (Romanos
6:6-7). … - “Pero si Cristo está en vosotros, el
cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, más el espíritu vive a
causa de la justicia” (Romanos 8:10).
- En conclusión, ser cristiano o cristiana implica:
- Morir de una vez y para siempre al pecado.
- Tener las cosas del mundo como basura para ganar a Jesucristo.
- Amar a
Cristo más que a todos en el mundo.
- Dejarlo todo por Cristo. Es decir, que Jesucristo pase a ser la prioridad de nuestra vida. Porque él es la vida misma y la luz de la humanidad (Juan 1:4, 14:6).
- Conocer a Cristo como su amigo personal y mantener una relación íntima con él.
- Confiar
en él como su salvador y Señor (dejar en sus manos la rienda de nuestras vidas
a través de su Espíritu Santo).
- Obedecerlo
en todo, poniendo en práctica cada una de sus enseñanzas.
- Vivir
a Cristo con todo nuestro ser para honra y gloria de su nombre, en todo tiempo
y circunstancias de nuestra vida terrenal.
Es imposible ser cristiano sin tomar en cuenta estos conceptos
y aplicarlos en nuestro diario vivir. El creyente que no vive a Cristo de esta
manera no puede ser llamado cristiano ni puede considerarse salvo. Tampoco debe
llamarse evangélico ni hijo de Dios, porque esta es la esencia del Evangelio
del Señor Jesucristo. El que dice ser cristiano y no vive a Cristo es un
mentiroso; y los mentirosos no heredarán el reino de Dios ni tendrán la vida
eterna (Apocalipsis 21:8).
Vivir a Cristo es vestirse de Él, ser su esclavo y
adorarlo en espíritu y en verdad; pensar, hablar y actuar como él. Ser una
carta de Cristo escrita por el Espíritu Santo del Dios vivo en tablas del
corazón (2 Corintios 3:3). Además, vivir a Cristo conlleva la santidad, es
decir, ser santo (separado para servirle a Dios) porque Él es santo, y sin
santidad nadie verá a Dios ni podrá agradarle nunca (Hebreos 12:14).
Es deber de
todo cristiano presentar cada día su cuerpo en sacrificio vivo, santo y
agradable ante ÉL, totalmente muerto al pecado y lleno del Espíritu Santo, sabiendo
que nuestra redención está más cerca que nunca (Romanos 12:1).
Este es el momento de reflexionar y meditar sobre lo
que somos en Cristo, y de evaluar nuestra fe y relación con Él ¿Qué somos
realmente? ¿Cuál es nuestra relación con Dios? ¿Estamos realmente viviendo a
Cristo o simplemente jugamos a evangélicos o a cristianos porque nos gusta la
iglesia o porque es lo que aprendimos de nuestros padres, o sencillamente, es
la tradición? El que no vive a Cristo de forma personal y única, no heredará el
reino de Dios. La salvación no la da el
asistir o ser miembro de una denominación llamada cristiana ni ninguna otra,
llámese como se llame. La salvación de la humanidad sólo se encuentra en la
muerte y resurrección del Señor Jesucristo, y en la permanencia y vivencia
personal de sus palabras.
jueves, 6 de mayo de 2021
LAS IMPLICACIONES DE SER CRISTIANO
Maestra
Guillermina Izquierdo Reinoso
Comunidad
Cristina Metropolitana, AD, Santiago, RD.
Año 2020
Muchos, al pensar sobre el cristianismo, lo visualizan tan solo como un credo o un
código moral, o simplemente como un culto dirigido a Cristo. El cristianismo va
mucho más allá que todos estos temas. Pues, sin las vivencias de un Cristo vivo
no existe el cristianismo ¿Por qué? Porque el Evangelio del Señor Jesucristo es
la base principal de fe de este movimiento religioso, ya que sus cimientos
principales son el amor y el perdón.
Además, el evangelio del Señor Jesús es vivo, dinámico, de
autoridad y poder (Romanos 1:16), transformador de vidas. Regenera al
hombre y a la mujer que lo recibe como su única verdad de vida. Y por su nuevo
estilo de vida ajustado a esta verdad, lo convierte en cristiano o cristiana (“Cristo”
del griego “Khristos”- “Ungido”, “Mesías”, “Crisma”,
y el sufijo “ano o ana”, significa “perteneciente”), lo que infiere que el o la creyente es “perteneciente
a Cristo”.
El que no ama a Dios con todo su corazón, emociones y
fuerzas; y a su prójimo como se ama así mismo ni perdona las ofensas de los
demás, no puede decir que conoce a Dios, que cree en ÉL; y mucho menos decir
que es cristiano o sencillamente considerarse un hijo de Dios, mucho menos
llamarse evangélico, porque la esencia de Dios es el amor; y el que no ama ni
perdona no conoce a Dios, porque Dios es la fuente eterna del auténtico amor, y
Jesucristo es Dios (1 Juan 4:7-9).
Si alguien dice creer en Dios, pero no obedece en todo
su Palabra, no lo ha conocido ni puede decir que tiene fe ni que cree en ÉL,
porque sin fe nadie puede agradarlo. El escritor a los Hebreos, en el capítulo
11 verso 6, dice: - “sin fe es
imposible agradar a Dios. Porque es necesario que el que se acerca a
Dios crea que Él existe, y que recompensa a los que lo buscan”.
Y si no aplica su
Palabra a su forma de vida ni se ajusta a sus ordenanzas, preceptos y Ley, y
no acepta a Jesucristo y sus enseñanzas como un regalo de amor y vida eterna,
jamás debe considerarse hijo o hija de Dios, porque la Biblia nos enseña
que hay una condición para adquirir este título.
El apóstol Juan nos dice
en el primer capítulo de su Evangelio, versículos del 11 al 13, refiriendo a
Jesucristo: “Vino a los de su propio
pueblo, y hasta ellos lo rechazaron; pero a todos los que creyeron en
él y lo recibieron, les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios. Ellos
nacen de nuevo, no mediante un nacimiento físico como resultado de la pasión o
de la iniciativa humana, sino por medio de un nacimiento que proviene de Dios” (versión NTV). Para poder llamarnos
hijos o hijas de Dios hay que creer en Jesucristo y a la vez recibirlo en nuestros corazones como el único y suficiente Señor de nuestras vidas.
El cristianismo es una nueva cultura de vida al estilo
de la que vivió y enseñó el Señor Jesús cuando estuvo aquí en la tierra, y la
que los apóstoles nos han dejado como ejemplo en Las Escrituras. El que no se
ajusta a esta nueva manera de vivir no debe llamarse cristiano o cristina
jamás.
Los apóstoles Pedro, Juan y Pablo en sus cartas nos enseñan cuales son las implicaciones del verdadero cristiano o cristiana (discípulo o discípula de Cristo) de todos los tiempos. Por ejemplo, Pablo, hablándole a los filipenses sobre su experiencia con el Señor Jesucristo resalta lo que implica ser un verdadero cristiano. Nos enseña que el verdadero cristiano vive a Cristo.
Él nos dice todo lo que tuvo que hacer para
poder vivir a Jesucristo: - “Pero
todo lo que para mí era ganancia, lo he estimado como pérdida por amor de
Cristo. Y aún más, yo estimo
como pérdida todas las cosas en vista del incomparable valor de conocer a Cristo
Jesús, mi Señor. Por Él lo he perdido todo, y lo considero como
basura a fin de ganar a Cristo, y ser hallado
en Él, no teniendo mi propia justicia derivada de la ley, sino la
que es por la fe en Cristo, la justicia que procede de Dios sobre la
base de la fe, y conocerlo a Él, el poder
de Su resurrección y la participación en Sus padecimientos, llegando a
ser como Él en Su muerte a fin de llegar a la resurrección de
entre los muertos”
(Filipense 4:7-11).
Pablo es el mejor modelo de lo que implica ser
cristiano. Él es digno de que todos lo imitemos ¿Por qué? Porque:
1°. Se despojó de todo lo que hasta entonces había
logrado en su vida: fama, títulos, estatus social, reputación, entre otros, considerándolo
basura y dándolo como pérdida para ganar a Cristo. Perder al mundo para ganar a Cristo.
2°. Echó a un lado todos sus conocimientos y
sabidurías como fariseo (funcionario del gobierno central de los judíos, el
Sanedrín), así como, su excelente formación académica, su reputación social y
su ego, para conocer a Cristo. Dejarlo todo para vivir a Cristo, como
nos los enseña el historiador Lucas en su Evangelio (14:26): cuando cita las
palabras de Jesús cuando dijo: - «El que quiera seguirme tiene que amarme más que a su padre, a
su madre, a su esposa y a sus hijos; más que a sus hermanos y a sus hermanas, e
incluso más que a su propia vida. De lo contrario, no podrá ser mi discípulo (versión
NBV).
3°. Crucificó y sepultó su carácter y forma
de pensar juntamente con Cristo, para que su cuerpo de pecado fuera
destruido y jamás volviera ser esclavo del pecado sino del Espíritu
Santo y siervo de la justicia, siendo santificado por ella (Romanos
6:6,18,22).
4°. La prioridad de Pablo era conocer íntimamente a
Jesucristo para hacerlo su amigo inseparable a través de la fe, como
lo enseñan Pedro y Juan en sus primeras cartas, ya que Pablo no era un testigo
ocular de Jesús (no anduvo con él durante su ministerio aquí en la tierra).
Tuvo un encuentro personal con él muchos años después de su ascensión (Hechos
cap. 9). Cumpliéndose
en él lo que Pedro dice en su primera carta: “…. a quien, sin haber
visto, ustedes lo aman, y a quien ahora no ven, pero
creen en Él, y se regocijan grandemente con gozo inefable y lleno
de gloria, obteniendo,
como resultado de su fe, la salvación de sus almas” (1 Pedro 1:8). Por la fe en Cristo somos
salvos.
Y Juan enfatiza: “Y sabemos que el Hijo de Dios ha venido y nos ha dado entendimiento a fin de que conozcamos a Aquel que es verdadero; y nosotros estamos en Aquel que es verdadero, en Su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios y la vida eterna” (1Juan 5:20). El cristiano es aquel que está en y con Cristo, el verdadero Dios, y tiene el entendimiento para conocer, retener, guardar, vivir y enseñar su evangelio, porque Cristo es el verdadero Dios.
5°. Pablo confió plenamente en Cristo como su Salvador
personal para ser hallado por él justo, no por su propia justicia ni por la
justicia de la ley, ni por ser un hombre bueno, sino por la justicia que nos
viene cuando somos perdonados y justificados por su muerte en la cruz. Aquella
que se da por la fe, no por las obras buenas que hagamos, para que no nos
gloriemos, como si fuera cosa nuestra, sino que es un regalo de Dios. Ninguna
persona tiene el valor ni el deseo de buscar a Dios por sí misma. Dios nos
busca primero y por su gracia alcanzamos salvación.
6°. Pablo Obedeció en todo a Cristo como el Señor de su vida. Muchos llamados cristianos de estos tiempos descuidan el señorío de Cristo en sus vidas, al igual que en los tiempos de Pablo. Estos les dan créditos de labios para fuera, pero su corazón está muy lejos de Él. No quieren que Él lleve las riendas de sus vidas por eso no se someten en todo a su Palabra. Otros lo mencionan de manera cortés, llamándolo: “mi Señor o el Señor “, pero jamás se dedican a hacer lo que Él le dice que hagan. Es una expresión divorciada totalmente del verdadero señorío de Cristo. Es como si fuera un cumplido y esto no agrada a Dios, pues es señal de hipocresía. Dios es el único que conoce las intenciones de nuestros corazones, por lo que no lo podemos engañar jamás (Jeremías 17:10). En cambio, si guardamos las enseñanzas de Cristo seremos verdaderamente sus discípulos, y su verdad nos convierte en seres libres (Juan 8:31-32).
7°. Pablo vivió a Cristo en su carne, mente y
corazón. Hizo morir su ego para que Jesucristo viviera en él. Guardó su
corazón y mente para que Dios siempre estuviera con él (Filipenses 4:7-9). Decía:
- “Con Cristo estoy juntamente crucificado,
y ya no vivo yo, más vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne,
lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por
mí” (Gálatas 2:20). - “Por tanto, hemos sido sepultados con
Él por medio del bautismo para muerte, a fin de que como Cristo resucitó de
entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos
en novedad de vida (en vida nueva)” (Romanos 6:4). … - “Sabemos
esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado con Cristo,
para que nuestro cuerpo de pecado fuera destruido, a fin de que ya
no seamos esclavos del pecado; porque el
que ha muerto, ha sido libertado del pecado” (Romanos 6:6-7). …
- “Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en
verdad está muerto a causa del pecado, más el espíritu vive a causa de la
justicia” (Romanos 8:10).
En conclusión, ser cristiano o cristiana implica:
- Morir de una vez y para siempre al pecado.
- Tener
las cosas del mundo como basura para ganar a Jesucristo.
- Dejarlo
todo por Cristo. Es decir, que Jesucristo pase a ser la prioridad de nuestra
vida. Porque él es la vida misma y la luz de la humanidad (Juan 1:4, 14:6).
- Conocer
a Cristo como su amigo personal y mantener una relación íntima con él.
- Confiar
en él como su salvador y Señor (dejar en sus manos la rienda de nuestras vidas
a través de su Espíritu Santo).
- Obedecerlo
en todo, poniendo en práctica cada una de sus enseñanzas.
- Vivir
a Cristo con todo nuestro ser para honra y gloria de su nombre, en todo tiempo
y circunstancias de nuestra vida terrenal.
Es imposible ser cristiano sin tomar en cuenta estos conceptos
y aplicarlos en nuestro diario vivir. El creyente que no vive a Cristo de esta
manera no puede ser llamado cristiano ni puede considerarse salvo. Tampoco debe
llamarse evangélico ni hijo de Dios, porque esta es la esencia del Evangelio
del Señor Jesucristo. El que dice ser cristiano y no vive a Cristo es un
mentiroso; y los mentirosos no heredarán el reino de Dios ni tendrán la vida
eterna (Apocalipsis 21:8).
Vivir a Cristo es vestirse de Él, ser su esclavo y adorarlo en espíritu y en verdad; pensar, hablar y actuar como él. Ser una carta de Cristo escrita por el Espíritu Santo del Dios vivo en tablas del corazón (2 Corintios 3:3). Además, vivir a Cristo conlleva la santidad, es decir, ser santo (separado para servirle a Dios) porque Él es santo, y sin santidad nadie verá a Dios ni podrá agradarle nunca (Hebreos 12:14). Es deber de todo cristiano presentar cada día su cuerpo en sacrificio vivo, santo y agradable ante ÉL, totalmente muerto al pecado y lleno del Espíritu Santo, sabiendo que nuestra redención está más cerca que nunca (Romanos 12:1).
Este es el momento de reflexionar y meditar sobre lo
que somos en Cristo, y de evaluar nuestra fe y relación con Él ¿Qué somos
realmente? ¿Cuál es nuestra relación con Dios? ¿Estamos realmente viviendo a
Cristo o simplemente jugamos a evangélicos o a cristianos porque nos gusta la
iglesia o porque es lo que aprendimos de nuestros padres, o sencillamente, es
la tradición? El que no vive a Cristo de forma personal y única, no heredará el
reino de Dios. La salvación no la da el asistir
o ser miembro de una denominación llamada cristiana ni ninguna otra, llámese
como se llame. La salvación de la humanidad sólo se encuentra en la muerte y
resurrección del Señor Jesucristo, y en la permanencia y vivencia personal de
su Palabra (la Biblia).
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Antes de conceptualizar el discípulo de Cristo como mentor (guía, maestro o padre espiritual) y la metodología y estrategias que...
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