Maestra
Guillermina Izquierdo Reinoso
Comunidad
Cristina Metropolitana, AD, Santiago, RD.
Año 2020
Muchos, al pensar sobre el cristianismo, lo visualizan tan solo como un credo o un
código moral, o simplemente como un culto dirigido a Cristo. El cristianismo va
mucho más allá que todos estos temas. Pues, sin las vivencias de un Cristo vivo
no existe el cristianismo ¿Por qué? Porque el Evangelio del Señor Jesucristo es
la base principal de fe de este movimiento religioso, ya que sus cimientos
principales son el amor y el perdón.
Además, el evangelio del Señor Jesús es vivo, dinámico, de
autoridad y poder (Romanos 1:16), transformador de vidas. Regenera al
hombre y a la mujer que lo recibe como su única verdad de vida. Y por su nuevo
estilo de vida ajustado a esta verdad, lo convierte en cristiano o cristiana (“Cristo”
del griego “Khristos”- “Ungido”, “Mesías”, “Crisma”,
y el sufijo “ano o ana”, significa “perteneciente”), lo que infiere que el o la creyente es “perteneciente
a Cristo”.
El que no ama a Dios con todo su corazón, emociones y
fuerzas; y a su prójimo como se ama así mismo ni perdona las ofensas de los
demás, no puede decir que conoce a Dios, que cree en ÉL; y mucho menos decir
que es cristiano o sencillamente considerarse un hijo de Dios, mucho menos
llamarse evangélico, porque la esencia de Dios es el amor; y el que no ama ni
perdona no conoce a Dios, porque Dios es la fuente eterna del auténtico amor, y
Jesucristo es Dios (1 Juan 4:7-9).
Si alguien dice creer en Dios, pero no obedece en todo
su Palabra, no lo ha conocido ni puede decir que tiene fe ni que cree en ÉL,
porque sin fe nadie puede agradarlo. El escritor a los Hebreos, en el capítulo
11 verso 6, dice: - “sin fe es
imposible agradar a Dios. Porque es necesario que el que se acerca a
Dios crea que Él existe, y que recompensa a los que lo buscan”.
Y si no aplica su
Palabra a su forma de vida ni se ajusta a sus ordenanzas, preceptos y Ley, y
no acepta a Jesucristo y sus enseñanzas como un regalo de amor y vida eterna,
jamás debe considerarse hijo o hija de Dios, porque la Biblia nos enseña
que hay una condición para adquirir este título.
El apóstol Juan nos dice
en el primer capítulo de su Evangelio, versículos del 11 al 13, refiriendo a
Jesucristo: “Vino a los de su propio
pueblo, y hasta ellos lo rechazaron; pero a todos los que creyeron en
él y lo recibieron, les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios. Ellos
nacen de nuevo, no mediante un nacimiento físico como resultado de la pasión o
de la iniciativa humana, sino por medio de un nacimiento que proviene de Dios” (versión NTV). Para poder llamarnos
hijos o hijas de Dios hay que creer en Jesucristo y a la vez recibirlo en nuestros corazones como el único y suficiente Señor de nuestras vidas.
El cristianismo es una nueva cultura de vida al estilo
de la que vivió y enseñó el Señor Jesús cuando estuvo aquí en la tierra, y la
que los apóstoles nos han dejado como ejemplo en Las Escrituras. El que no se
ajusta a esta nueva manera de vivir no debe llamarse cristiano o cristina
jamás.
Los apóstoles Pedro, Juan y Pablo en sus cartas nos enseñan cuales son las implicaciones del verdadero cristiano o cristiana (discípulo o discípula de Cristo) de todos los tiempos. Por ejemplo, Pablo, hablándole a los filipenses sobre su experiencia con el Señor Jesucristo resalta lo que implica ser un verdadero cristiano. Nos enseña que el verdadero cristiano vive a Cristo.
Él nos dice todo lo que tuvo que hacer para
poder vivir a Jesucristo: - “Pero
todo lo que para mí era ganancia, lo he estimado como pérdida por amor de
Cristo. Y aún más, yo estimo
como pérdida todas las cosas en vista del incomparable valor de conocer a Cristo
Jesús, mi Señor. Por Él lo he perdido todo, y lo considero como
basura a fin de ganar a Cristo, y ser hallado
en Él, no teniendo mi propia justicia derivada de la ley, sino la
que es por la fe en Cristo, la justicia que procede de Dios sobre la
base de la fe, y conocerlo a Él, el poder
de Su resurrección y la participación en Sus padecimientos, llegando a
ser como Él en Su muerte a fin de llegar a la resurrección de
entre los muertos”
(Filipense 4:7-11).
Pablo es el mejor modelo de lo que implica ser
cristiano. Él es digno de que todos lo imitemos ¿Por qué? Porque:
1°. Se despojó de todo lo que hasta entonces había
logrado en su vida: fama, títulos, estatus social, reputación, entre otros, considerándolo
basura y dándolo como pérdida para ganar a Cristo. Perder al mundo para ganar a Cristo.
2°. Echó a un lado todos sus conocimientos y
sabidurías como fariseo (funcionario del gobierno central de los judíos, el
Sanedrín), así como, su excelente formación académica, su reputación social y
su ego, para conocer a Cristo. Dejarlo todo para vivir a Cristo, como
nos los enseña el historiador Lucas en su Evangelio (14:26): cuando cita las
palabras de Jesús cuando dijo: - «El que quiera seguirme tiene que amarme más que a su padre, a
su madre, a su esposa y a sus hijos; más que a sus hermanos y a sus hermanas, e
incluso más que a su propia vida. De lo contrario, no podrá ser mi discípulo (versión
NBV).
3°. Crucificó y sepultó su carácter y forma
de pensar juntamente con Cristo, para que su cuerpo de pecado fuera
destruido y jamás volviera ser esclavo del pecado sino del Espíritu
Santo y siervo de la justicia, siendo santificado por ella (Romanos
6:6,18,22).
4°. La prioridad de Pablo era conocer íntimamente a
Jesucristo para hacerlo su amigo inseparable a través de la fe, como
lo enseñan Pedro y Juan en sus primeras cartas, ya que Pablo no era un testigo
ocular de Jesús (no anduvo con él durante su ministerio aquí en la tierra).
Tuvo un encuentro personal con él muchos años después de su ascensión (Hechos
cap. 9). Cumpliéndose
en él lo que Pedro dice en su primera carta: “…. a quien, sin haber
visto, ustedes lo aman, y a quien ahora no ven, pero
creen en Él, y se regocijan grandemente con gozo inefable y lleno
de gloria, obteniendo,
como resultado de su fe, la salvación de sus almas” (1 Pedro 1:8). Por la fe en Cristo somos
salvos.
Y Juan enfatiza: “Y sabemos que el Hijo de Dios ha venido y nos ha dado entendimiento a fin de que conozcamos a Aquel que es verdadero; y nosotros estamos en Aquel que es verdadero, en Su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios y la vida eterna” (1Juan 5:20). El cristiano es aquel que está en y con Cristo, el verdadero Dios, y tiene el entendimiento para conocer, retener, guardar, vivir y enseñar su evangelio, porque Cristo es el verdadero Dios.
5°. Pablo confió plenamente en Cristo como su Salvador
personal para ser hallado por él justo, no por su propia justicia ni por la
justicia de la ley, ni por ser un hombre bueno, sino por la justicia que nos
viene cuando somos perdonados y justificados por su muerte en la cruz. Aquella
que se da por la fe, no por las obras buenas que hagamos, para que no nos
gloriemos, como si fuera cosa nuestra, sino que es un regalo de Dios. Ninguna
persona tiene el valor ni el deseo de buscar a Dios por sí misma. Dios nos
busca primero y por su gracia alcanzamos salvación.
6°. Pablo Obedeció en todo a Cristo como el Señor de su vida. Muchos llamados cristianos de estos tiempos descuidan el señorío de Cristo en sus vidas, al igual que en los tiempos de Pablo. Estos les dan créditos de labios para fuera, pero su corazón está muy lejos de Él. No quieren que Él lleve las riendas de sus vidas por eso no se someten en todo a su Palabra. Otros lo mencionan de manera cortés, llamándolo: “mi Señor o el Señor “, pero jamás se dedican a hacer lo que Él le dice que hagan. Es una expresión divorciada totalmente del verdadero señorío de Cristo. Es como si fuera un cumplido y esto no agrada a Dios, pues es señal de hipocresía. Dios es el único que conoce las intenciones de nuestros corazones, por lo que no lo podemos engañar jamás (Jeremías 17:10). En cambio, si guardamos las enseñanzas de Cristo seremos verdaderamente sus discípulos, y su verdad nos convierte en seres libres (Juan 8:31-32).
7°. Pablo vivió a Cristo en su carne, mente y
corazón. Hizo morir su ego para que Jesucristo viviera en él. Guardó su
corazón y mente para que Dios siempre estuviera con él (Filipenses 4:7-9). Decía:
- “Con Cristo estoy juntamente crucificado,
y ya no vivo yo, más vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne,
lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por
mí” (Gálatas 2:20). - “Por tanto, hemos sido sepultados con
Él por medio del bautismo para muerte, a fin de que como Cristo resucitó de
entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos
en novedad de vida (en vida nueva)” (Romanos 6:4). … - “Sabemos
esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado con Cristo,
para que nuestro cuerpo de pecado fuera destruido, a fin de que ya
no seamos esclavos del pecado; porque el
que ha muerto, ha sido libertado del pecado” (Romanos 6:6-7). …
- “Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en
verdad está muerto a causa del pecado, más el espíritu vive a causa de la
justicia” (Romanos 8:10).
En conclusión, ser cristiano o cristiana implica:
- Morir de una vez y para siempre al pecado.
- Tener
las cosas del mundo como basura para ganar a Jesucristo.
- Dejarlo
todo por Cristo. Es decir, que Jesucristo pase a ser la prioridad de nuestra
vida. Porque él es la vida misma y la luz de la humanidad (Juan 1:4, 14:6).
- Conocer
a Cristo como su amigo personal y mantener una relación íntima con él.
- Confiar
en él como su salvador y Señor (dejar en sus manos la rienda de nuestras vidas
a través de su Espíritu Santo).
- Obedecerlo
en todo, poniendo en práctica cada una de sus enseñanzas.
- Vivir
a Cristo con todo nuestro ser para honra y gloria de su nombre, en todo tiempo
y circunstancias de nuestra vida terrenal.
Es imposible ser cristiano sin tomar en cuenta estos conceptos
y aplicarlos en nuestro diario vivir. El creyente que no vive a Cristo de esta
manera no puede ser llamado cristiano ni puede considerarse salvo. Tampoco debe
llamarse evangélico ni hijo de Dios, porque esta es la esencia del Evangelio
del Señor Jesucristo. El que dice ser cristiano y no vive a Cristo es un
mentiroso; y los mentirosos no heredarán el reino de Dios ni tendrán la vida
eterna (Apocalipsis 21:8).
Vivir a Cristo es vestirse de Él, ser su esclavo y adorarlo en espíritu y en verdad; pensar, hablar y actuar como él. Ser una carta de Cristo escrita por el Espíritu Santo del Dios vivo en tablas del corazón (2 Corintios 3:3). Además, vivir a Cristo conlleva la santidad, es decir, ser santo (separado para servirle a Dios) porque Él es santo, y sin santidad nadie verá a Dios ni podrá agradarle nunca (Hebreos 12:14). Es deber de todo cristiano presentar cada día su cuerpo en sacrificio vivo, santo y agradable ante ÉL, totalmente muerto al pecado y lleno del Espíritu Santo, sabiendo que nuestra redención está más cerca que nunca (Romanos 12:1).
Este es el momento de reflexionar y meditar sobre lo
que somos en Cristo, y de evaluar nuestra fe y relación con Él ¿Qué somos
realmente? ¿Cuál es nuestra relación con Dios? ¿Estamos realmente viviendo a
Cristo o simplemente jugamos a evangélicos o a cristianos porque nos gusta la
iglesia o porque es lo que aprendimos de nuestros padres, o sencillamente, es
la tradición? El que no vive a Cristo de forma personal y única, no heredará el
reino de Dios. La salvación no la da el asistir
o ser miembro de una denominación llamada cristiana ni ninguna otra, llámese
como se llame. La salvación de la humanidad sólo se encuentra en la muerte y
resurrección del Señor Jesucristo, y en la permanencia y vivencia personal de
su Palabra (la Biblia).
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