Jacob formó una familia muy
conflictiva. El engaño, la envidia, los celos, la violencia y las rivalidades imperó
en medio de ella desde su inicio. El darle hijos a Jacob se convirtió en una
competencia entre sus mujeres, cuyo propósito era ser la favorita del marido.
Situación que hoy nos parece muy inadecuada. Aunque hay mujeres que piensan que
dándole un hijo a un hombre lo va a amarrar a du lado, y sucede todo lo
contrario.
Los celos de Lea y la tristeza de Raquel por su esterilidad, las
condujeron a cometer los errores más descabellados, que llevaron a su familia
al caos, ambas hermanas y primas a la vez de Jacob. La primera le fue impuesta
por Labán, el padre de las dos, por engaño (como si Jacob estuviera pagando el
engaño que le hizo a su hermano gemelo Esaú, Genesis 27:19-23) por ser la
mayor y la costumbre del pueblo. Raquel era su gran amor a primera
vista, y por quien había trabajado los primeros siete años gratis a su padre
para recibirla como esposa.
Jacob, empecinado por el
amor de Raquel, el cual era correspondido por ella de la misma manea, tuvo que trabajar
siete años más, gratis también, por exigencias de Labán. pero a la semana de
haberle dado a Lea como esposa, le dio al amor de su vida, a Raquel. Cosa que molestaba
mucho a Lea, porque Jacob pasaba más tiempo con ella.
Lea tuvo el privilegio de
darle los primeros cuatro hijos a Jacob, lo que provocó envidia y mucha
tristeza en Raquel, llevándola hasta desear la muerte (Génesis 30:1). Es ahí
cuando toma la decisión de darle a Jacob a su sierva Bhila, para que le diera
los hijos que ella no podía darle, pues, hasta entonces era estéril. Este fue
su gran error, porque Lea, cuando vio que había dejado de parir, también le da
a Jacob su sierva Zilpa, y esta parió dos hijos, igual que Bhila. Y ambas
siervas también se meten en la competencia de conquistar el amor de Jacob y ser
su favorita.
Esta competencia por el amor
de Jacob llevó a esta familia a cometer grandes aberraciones. Por ejemplo, por
un poco de mandrágoras (planta para la potencia sexual) que llevó Rubén, el
hijo de Lea, a la casa, Raquel tuvo que darle en alquiler una noche a Lea para
que se acostara con Jacob y ella obtener un poco de esta planta (Génesis
30:14-14).
Cumplido el tiempo de Dios,
Raquel quedó embarazada, dándole a Jacob el primer hijo de su vientre, al que
ella llamó José, diciendo -“añádame Jehová otro hijo. Jacob amó a este niño más
que a los demás, alegando que lo había tenido en su vejez. Luego de algunos
años después, Raquel dio a luz otro hijo, muriendo en el parto, a quien
Jacob llamó Benjamín (Génesis 35:16-20). José desarrolló un gran apego y afecto
por su hermanito.
Las cuatro mujeres, Lea y
Raquel y la ciervas de cada una, le dieron a Jacob 13 hijos, 12 hombres y una
sola mujer, Dina. La que más hijos le dio fue Lea, la cual tuvo 7. Estos hijos
de Jacob le causaron muchos disgustos y sufrimientos, especialmente los de Lea
y los de las esclavas.
Por ejemplo, Simeón y Levi,
hijos de Lea, mataron por engaño y de la manera más despiadada, a todos los
hombres del pueblo donde habían ido a vivir, porque el príncipe de la ciudad,
Siquem, violó sexualmente a su hermana Dina. Y aún éste pidiéndole perdón a
toda la familia de Jacob junto a su padre, y después de pedir a Dima en
matrimonio y ser aceptado, sólo con la condición de que todos los
varones de su pueblo tenían que circuncidarse, en medio del dolor de
sus heridas, los hijos de Jacob los asaltaron, cuando apenas tenían tres
días de haber sido circuncidados, y le dieron muerte a todos cuando no podían
defenderse. Saquearon la ciudad y se llevaron a todas las mujeres y a los niños
en cautiverio.
Otros ejemplos
son: Rubén fornicaba con Bilha, concubina de Jacob. Otro es que, por
enviada, los hermanos planearon matar a José y engañar a su padre diciéndole
que un animal feroz lo había devorado. Pero, por recomendación de Levi, lo
vendieron a unos mercaderes medianitas, a fin de alejarlo de la familia para
siempre. Acontecimiento que
llevó a Jacob a padecer de depresión y profunda tristeza, pensando en la
horrible muerte de su hijo. (Génesis capítulos 29, 30 y 34), porque le quitaron
la colorida túnica que le había hecho su padre, mataron un corderito y con su
sangre la empaparon, presentándosela al padre como evidencia de que José había
muerto.
Este era el perfil de la
familia que Dios había escogido para constituirse un pueblo, donde ÉL sería su
Dios y ellos su pueblo, una nación de reyes y sacerdotes para siempre; y
cumplir, de esta manera, el pacto que había hecho a Abraham y a Isaac, y al
mismo Jacob.
Pero, Yahweh (Jehová), el
GRAN YO SOY, como Dios de pactos eternos, que cumple al pie de la letra su
palabra y que es fiel a sus promesas, siempre se guarda un remante para llevar
a cabo sus planes. Entre diez hijos malvados que tenía Jacob, había uno
que no se había contaminado y que temía a Dios. José, el número once entre
todos, constituía el remanente que Dios se había guardado para seguir con su
visión, porque a Él nada ni nadie lo detiene.
Con la historia de José
y sus vivencias como prototipo de Jesús, se abre otro capítulo para la
narrativa de los hechos que le dieron forma al Antiguo Testamento, el
cumplimiento del pacto de Dios con Abraham, Isaac y Jacob. La familia de Israel
seguía creciendo, y Dios continuaba dándole forma a su plan de bendecir a todas
las familias de la tierra en la simiente de Abraham, la cual es Cristo.
Aquella simiente prometida en el huerto de Edén, cuando Adán y Evan
desobedecieron a Dios. Génesis 3:15; 12:3; 28:14; Gálatas 3:16.
El libro de Génesis (50
capítulos en total) es cerrado con la muerte de Jacob y la de José. El pueblo
egipcio lloró por setenta días la muerte de Israel, el cual, después de
bendecir a cada uno de sus hijos y darles mandamientos, encogió sus piernas y
dio el último suspiro (Gen.49:33). Y pidió José a los médicos que lo
embalsamaran. Y terminado el trabajo de estos, fue llevado a Canaán para darle
sepultura, donde descansaban los retos de sus seres queridos: su abuelo
Abraham, su padre Isaac, su madre Rebeca y sus dos esposas, cumpliendo con su
último deseo. Y el duelo por su muerte duró cuarenta días. Los egipcios lo
lloraron también durante ese tiempo.
Al morir Jacob, los hermanos
de José tuvieron miedo, porque pensaron que él se iba a vengar todo lo que
ellos le habían hecho en el pasado. Entonces, le enviaron un mensaje, que
decía: - “Tu padre mandó antes de su muerte, diciendo: Te ruego que perdones
ahora la maldad de tus hermanos y su pecado, porque mal te trataron; por tanto,
ahora te rogamos que perdones la maldad de los siervos del Dios de tu
padre (los diablitos ahora eran siervos). Y José lloró mientras hablaban”.
Génesis 50:17.
Luego, vinieron sus hermanos
y se prostraron delante de él, diciéndole que eran sus siervos. Y les respondió
José: No tengan miedo; ¿acaso estoy yo en lugar de Dios? Ustedes
planearon el mal contra mí, más Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que
vemos hoy, para mantener en vida a mucho pueblo. Ahora, pues, no tengan
miedo; yo los sustentaré a todos y a sus hijos. Así los consoló y sensibilizó
sus corazones (Gen. 50:17-21).
Pasado el tiempo, después de
ver la tercera generación de su hijo Efrain y ver los nietos de su hijo
Manases, José murió, a los 110 años. Y antes de morir le dijo a su familia que
Dios los iba a sacar de Egipto para llevarlos a la tierra que le había
prometido a Abraham, Isaac y a Jacob, y que cuando eso sucediera, llevaran sus
restos con ellos, para que lo sepultaran en esa tierra.
Y así lo hicieron cuando
llegó el tiempo. Josué cumplió esta promesa cuando introdujo al pueblo de
Israel (Jacob) a Canaán, la tierra prometida, 470 años después de la muerte de
José. Sus osamentas fueron sepultadas junto a sus antepasados en la tierra que
Jehová Dios había prometido que daría a la descendencia de Abraham, Isaac y
Jacob.
Esta historia bíblica nos da
tres lecciones: a) Dios es fiel a su palabra. b) Él elige la persona que
él quiere para cumplir sus propósitos, y lo logra, aunque ésta se niegue
hacerlo, o que ante el ojo humano no parezca reunir las condiciones. c) Él
siempre tiene un remanente para cumplir su voluntad. Bienaventurado es aquel o
aquella que forma parte de este remanente.
Esta historia verídica la
puedes leer en la Biblia, en el primer libro, Génesis, desde el capítulo 27 al
50
No hay comentarios.:
Publicar un comentario