martes, 16 de julio de 2019

CUANDO DIOS SE PROPONE UN OBJETIVO, NADA NI NADIE LO DETIENE HASTA LOGRARLO

USA A QUIEN ÉL QUIERE, Y VA ACTUANDO EN LA PERSONA ESCOGIDA DE MANERA SILECIOSA Y HASTA ISÓLITA, A FIN DE CAPACITARLA Y USARLA HASTA LOGRAR SU COMETIDO.

Jacob formó una familia muy conflictiva. El engaño, la envidia, los celos, la violencia y las rivalidades imperó en medio de ella desde su inicio. El darle hijos a Jacob se convirtió en una competencia entre sus mujeres, cuyo propósito era ser la favorita del marido. Situación que hoy nos parece muy inadecuada. Aunque hay mujeres que piensan que dándole un hijo a un hombre lo va a amarrar a du lado, y sucede todo lo contrario. 

Los celos de Lea y la tristeza de Raquel por su esterilidad, las condujeron a cometer los errores más descabellados, que llevaron a su familia al caos, ambas hermanas y primas a la vez de Jacob. La primera le fue impuesta por Labán, el padre de las dos, por engaño (como si Jacob estuviera pagando el engaño que le hizo a su hermano gemelo Esaú, Genesis 27:19-23) por ser la mayor y la costumbre del pueblo.  Raquel era su gran amor a primera vista, y por quien había trabajado los primeros siete años gratis a su padre para recibirla como esposa.

Jacob, empecinado por el amor de Raquel, el cual era correspondido por ella de la misma manea, tuvo que trabajar siete años más, gratis también, por exigencias de Labán. pero a la semana de haberle dado a Lea como esposa, le dio al amor de su vida, a Raquel. Cosa que molestaba mucho a Lea, porque Jacob pasaba más tiempo con ella.

Lea tuvo el privilegio de darle los primeros cuatro hijos a Jacob, lo que provocó envidia y mucha tristeza en Raquel, llevándola hasta desear la muerte (Génesis 30:1). Es ahí cuando toma la decisión de darle a Jacob a su sierva Bhila, para que le diera los hijos que ella no podía darle, pues, hasta entonces era estéril. Este fue su gran error, porque Lea, cuando vio que había dejado de parir, también le da a Jacob su sierva Zilpa, y esta parió dos hijos, igual que Bhila. Y ambas siervas también se meten en la competencia de conquistar el amor de Jacob y ser su favorita.  

Esta competencia por el amor de Jacob llevó a esta familia a cometer grandes aberraciones. Por ejemplo, por un poco de mandrágoras (planta para la potencia sexual) que llevó Rubén, el hijo de Lea, a la casa, Raquel tuvo que darle en alquiler una noche a Lea para que se acostara con Jacob y ella obtener un poco de esta planta (Génesis 30:14-14).  

Cumplido el tiempo de Dios, Raquel quedó embarazada, dándole a Jacob el primer hijo de su vientre, al que ella llamó José, diciendo -“añádame Jehová otro hijo. Jacob amó a este niño más que a los demás, alegando que lo había tenido en su vejez. Luego de algunos años después, Raquel dio a luz otro hijo, muriendo en el parto,  a quien Jacob llamó Benjamín (Génesis 35:16-20). José desarrolló un gran apego y afecto por su hermanito.

Las cuatro mujeres, Lea y Raquel y la ciervas de cada una, le dieron a Jacob 13 hijos, 12 hombres y una sola mujer, Dina. La que más hijos le dio fue Lea, la cual tuvo 7. Estos hijos de Jacob le causaron muchos disgustos y sufrimientos, especialmente los de Lea y los de las esclavas. 

Por ejemplo, Simeón y Levi, hijos de Lea, mataron por engaño y de la manera más despiadada, a todos los hombres del pueblo donde habían ido a vivir, porque el príncipe de la ciudad, Siquem, violó sexualmente a su hermana Dina. Y aún éste pidiéndole perdón a toda la familia de Jacob junto a su padre, y después de pedir a Dima en matrimonio  y  ser aceptado, sólo con la condición de que todos los varones de su pueblo tenían que circuncidarse, en medio del dolor  de  sus heridas, los hijos de Jacob  los asaltaron, cuando apenas tenían tres días de haber sido circuncidados, y le dieron muerte a todos cuando no podían defenderse. Saquearon la ciudad y se llevaron a todas las mujeres y a los niños en cautiverio.

 Otros ejemplos son:  Rubén fornicaba con Bilha, concubina de Jacob. Otro es que, por enviada, los hermanos planearon matar a José y engañar a su padre diciéndole que un animal feroz lo había devorado. Pero, por recomendación de Levi, lo vendieron a unos mercaderes medianitas, a fin de alejarlo de la familia para siempre. Acontecimiento que llevó a Jacob a padecer de depresión y profunda tristeza, pensando en la horrible muerte de su hijo. (Génesis capítulos 29, 30 y 34), porque le quitaron la colorida túnica que le había hecho su padre, mataron un corderito y con su sangre la empaparon, presentándosela al padre como evidencia de que José había muerto. 

Este era el perfil de la familia que Dios había escogido para constituirse un pueblo, donde ÉL sería su Dios y ellos su pueblo, una nación de reyes y sacerdotes para siempre; y cumplir, de esta manera, el pacto que había hecho a Abraham y a Isaac, y al mismo Jacob.

Pero, Yahweh (Jehová), el GRAN YO SOY, como Dios de pactos eternos, que cumple al pie de la letra su palabra y que es fiel a sus promesas, siempre se guarda un remante para llevar a cabo sus planes.  Entre diez hijos malvados que tenía Jacob, había uno que no se había contaminado y que temía a Dios. José, el número once entre todos, constituía el remanente que Dios se había guardado para seguir con su visión, porque a Él nada ni nadie lo detiene. 

Con la historia de José y sus vivencias como prototipo de Jesús, se abre otro capítulo para la narrativa de los hechos que le dieron forma al Antiguo Testamento, el cumplimiento del pacto de Dios con Abraham, Isaac y Jacob. La familia de Israel seguía creciendo, y Dios continuaba dándole forma a su plan de bendecir a todas las familias de la tierra en la simiente de Abraham, la cual es Cristo. Aquella simiente prometida en el huerto de Edén, cuando Adán y Evan desobedecieron a Dios. Génesis 3:15; 12:3; 28:14; Gálatas 3:16.

El libro de Génesis (50 capítulos en total) es cerrado con la muerte de Jacob y la de José. El pueblo egipcio lloró por setenta días la muerte de Israel, el cual, después de bendecir a cada uno de sus hijos y darles mandamientos, encogió sus piernas y dio el último suspiro (Gen.49:33). Y pidió José a los médicos que lo embalsamaran. Y terminado el trabajo de estos, fue llevado a Canaán para darle sepultura, donde descansaban los retos de sus seres queridos: su abuelo Abraham, su padre Isaac, su madre Rebeca y sus dos esposas, cumpliendo con su último deseo. Y el duelo por su muerte duró cuarenta días. Los egipcios lo lloraron también durante ese tiempo. 

Al morir Jacob, los hermanos de José tuvieron miedo, porque pensaron que él se iba a vengar todo lo que ellos le habían hecho en el pasado. Entonces, le enviaron un mensaje, que decía: - “Tu padre mandó antes de su muerte, diciendo: Te ruego que perdones ahora la maldad de tus hermanos y su pecado, porque mal te trataron; por tanto, ahora te rogamos que perdones la maldad de los siervos del Dios de tu padre (los diablitos ahora eran siervos). Y José lloró mientras hablaban”. Génesis 50:17.

Luego, vinieron sus hermanos y se prostraron delante de él, diciéndole que eran sus siervos. Y les respondió José: No tengan miedo; ¿acaso estoy yo en lugar de Dios?  Ustedes planearon el mal contra mí, más Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener en vida a mucho pueblo. Ahora, pues, no tengan miedo; yo los sustentaré a todos y a sus hijos. Así los consoló y sensibilizó sus corazones (Gen. 50:17-21). 

Pasado el tiempo, después de ver la tercera generación de su hijo Efrain y ver los nietos de su hijo Manases, José murió, a los 110 años. Y antes de morir le dijo a su familia que Dios los iba a sacar de Egipto para llevarlos a la tierra que le había prometido a Abraham, Isaac y a Jacob, y que cuando eso sucediera, llevaran sus restos con ellos, para que lo sepultaran en esa tierra. 

Y así lo hicieron cuando llegó el tiempo. Josué cumplió esta promesa cuando introdujo al pueblo de Israel (Jacob) a Canaán, la tierra prometida, 470 años después de la muerte de José. Sus osamentas fueron sepultadas junto a sus antepasados en la tierra que Jehová Dios había prometido que daría a la descendencia de Abraham, Isaac y Jacob. 

Esta historia bíblica nos da tres lecciones:  a) Dios es fiel a su palabra. b) Él elige la persona que él quiere para cumplir sus propósitos, y lo logra, aunque ésta se niegue hacerlo, o que ante el ojo humano no parezca reunir las condiciones. c) Él siempre tiene un remanente para cumplir su voluntad. Bienaventurado es aquel o aquella que forma parte de este remanente.

Esta historia verídica la puedes leer en la Biblia, en el primer libro, Génesis, desde el capítulo 27 al 50 

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