lunes, 2 de diciembre de 2019

Ensayo sobre la vida y obra de hombres escogidos para una misión especial en el Nuevo Testamento, primera parte


José el carpintero, Juan el bautista y Esteban el mártir  

La Biblia es un conjunto de libros pequeños, escritos por diferentes hombres, en distintas épocas y de diferentes clases sociales, que escribieron siguiendo un mismo objetivo: dar a conocer a la humanidad el plan de salvación del Padre Dios a través de la muerte de su Hijo Jesús, el Cristo, para los hombres y las mujeres que creyeran en él, judíos y gentiles (personas no judías), esclavos y libres, sin importar la etnia a la que perteneciera (1  Corintios 1:22; 12:13). 

Desde Génesis a Apocalipsis, encontramos la historia y hechos de hombres y mujeres, creyentes o no en un único Dios, campesinos, ricos y pobres, reyes y lacayos, hombres del burgo sin letras y hombres letrados, religiosos en todas las esferas de la religiosidad del contexto bíblico, que fueron elegidos desde antes de su nacimiento para cumplir una misión especial dentro de los diferentes pactos que Dios hizo con el hombre en las distintas dispensaciones. 

Entre estos hombres escogidos son contados José de Nazaret, el carpintero, Juan el Bautista y Esteban, primer mártir cristiano, pertenecientes al Nuevo Testamento.  Tres hombres de Dios que trabajaron para el reino de los cielos por una misma causa: el plan de Salvación para la humanidad con ministerios muy cortos, pues murieron a temprana edad.

José de Nazaret tenía la misión de proteger y cuidar del Mesías niño y adolescente, como su padrastro; Juan el bautista, preparar el camino para que el Cristo desarrollara su ministerio terrenal; y Esteban, anunciar las buenas nuevas de salvación por medio de la muerte del Mesías, y a la vez, ser el primer mártir del cristianismo. 


¿Quién fue José? Su misión en el plan de Dios

(Mateo 1:1-25; Lucas 1:26-27; 2:1-6,16,41-48) 

Mateo (apóstol de Jesús) y Lucas (médico-historiador, colaborador del ministerio del apóstol Pablo), son los únicos en toda la Biblia que en sus evangelios sinópticos nos hablan de José el padre adoptivo de Jesús, sobre su genealogía, el tipo de relación que tenía con María, la madre de Jesús, en el momento de su embarazo, y la clase de hombre que fue en su rol de padre.   

Ambos escritores, junto con Marcos, narran con más detalles el nacimiento, vida y ministerio de Juan Bautista, especialmente Lucas, ya que para escribir su evangelio realizó una investigación minuciosa de todos los acontecimientos sobre la vida de Jesús y sus obras en diferentes fuentes, pues él no había sido testigo ocular del ministerio terrenal de Cristo.   

José, padre adoptivo de Jesús, aparece en el escenario bíblico sólo en la narrativa de la infancia de Jesús.  Lucas nos dice que era del linaje del rey David, descendiente de Zorobabel, gobernador de Judá, el que reinició por mandato de Jehová Dios, a través del profeta Hageo, la reconstrucción del templo, después del regreso del exilio del primer grupo de los judíos que se encontraban desterrados en Babilonia por el rey Nabucodonosor.

Era biznieto de Eleazar, nieto de Matán, hijo de Jacob (Mateo 1:16). Nació en Belén de Judá y vivía en Nazaret, procedente de una familia muy humilde y pobre. Su oficio era la carpintería (Lucas 2:4, 24). 

Fue un hombre de fe, conocedor de las profecías de los profetas del Antiguo Testamento que habían anunciado la llegada del Mesías prometido, el Cristo.  La simiente de la mujer que heriría a la serpiente antigua en la cabeza. Aquella que había hecho caer en desobediencia a Adán y Eva, y con ellos al género humano, vendiéndolos al pecado (Génesis 3:15). La misma simiente prometida siglos después a Abraham, para que en ella fuera bendita todas las familias de la tierra (Hechos 3:25; Gálatas 3:16).   

La historia del desarrollo del cumplimiento del pacto de Dios revela la participación directa de la familia de los hombres escogidos desde antes de la fundación del mundo (Efesios 1:4).  El Mesías también debía de nacer dentro de una familia nuclear, con el apoyo moral, social y económico de un padre y una madre para que creciera sano, fuera alimentado y educado como cualquier niño normal, y tuviera un origen paternar, aunque no fue engendrado por hombre alguno. 

Y esta fue la misión que Yahweh le encomendó a José de Nazaret.  Un hombre respetuoso de la ley de Moisés. Cuando se enteró que María, su comprometida, estaba embarazada y que no era de él, determinó romper el compromiso con ella, pero por compasión quiso hacerlo secretamente, sin tomar en cuenta las acostumbradas medidas religiosas y sociales que condenaba a muerte a la mujer que cometiera adulterio, la cual debía morir apedreada por el público en una plaza pública (Mateo 1:18-25; Isaías 7:14). 

Pero, sorprendido por una revelación angelical, en una visión nocturna mientras dormía, comprendió y aceptó por fe la concepción milagrosa del bebé de su prometida y se dispuso a cumplir a cabalidad su importantísima misión que como hombre de Dios lo había traído a la tierra, con gran compromiso, entrega y responsabilidad, como protector y guardián del Mesías. Luego se casó legalmente con María, pero no tuvo relación íntima con ella hasta que el niño nació (Mateo 1:16,18-25).

Entonces, para el pueblo de Nazaret, Jesús nació como hijo de José, el humilde y trabajador carpintero (Mateo 13:55; Juan 1:45; 6:4). Aunque para muchos era el fruto de la fornicación de María con otro hombre (Juan 8:41). 

Según Mateo y Marcos, después del nacimiento de Jesús, José y María tuvieron hijos e hijas, entre ellos cuatro varones (Mateo 13:55-56; Marcos 6:3). Fue un padre responsable. Trabajó arduamente para la mantención de la familia.  Un hombre conocido por las gentes de su pueblo como trabajador y honesto. Siempre estuvo pendiente del cuidado del niño Jesús. 

» ¿No es este el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos Jacobo, José, Simón y Judas? ¿No están todas sus hermanas con nosotros? ¿Dónde, pues, obtuvo éste todas estas cosas?» (Mateo 13:55).

Se cree que José murió después de que Jesús iniciara su ministerio, porque cuando éste estaba en la cruz encomendó a Juan, el apóstol, el cuidado de María su madre, lo que nos lleva a deducir que ésta, para entonces, ya era viuda (Juan 19:26). 


Juan Bautista: vida y misión en el plan de Dios 
 (Mateo 3:1-17; 14:3-12; Lucas 1:5-25, 39-41, 57-66,80; 3:1-30; Marcos 1:1-8

Precursor de Jesús que recibió el apodo de “Bautista” o “el que bautiza”, debido a la característica de su ministerio, pues, bautizaba en agua a todos los que se arrepentían de sus pecados. Nació seis meses antes de Jesús. Su nacimiento fue anunciado por el ángel Gabriel a su padre en circunstancias muy especiales, el cual le profetizó que: “Sería grande delante de Dios. No bebería vino ni cidra, y sería lleno del Espíritu Santo desde el vientre de su madre. 

Haría que muchos de los hijos de Israel se convirtieran al Señor Dios. e iría delante de Él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y de los rebeldes a la prudencia de los justos, a fin de preparar para el Señor un pueblo bien dispuesto. (Lucas 1:13-17). 

Juan Bautista pertenecía al linaje sacerdotal. Era hijo del profeta y sacerdote Zacarias, de la clase de Abías, y Elizabet, de las hijas de Aaron, prima de María, la madre de Jesús, la cual lo tuvo en su ancianidad ya que era estéril.

El día que María fue a pasar unos meses con su prima Elizabet, la cual vivía en la montaña de Judá, después de que el ángel Gabriel le dijera que ella también esperaba un hijo, cuando llegó y  la saludó, Juan saltó en el vientre de su madre, y fue en ese momento que recibió al Espíritu Santo (Lucas 1:39-44). 

Juan pasó la mayor parte de sus años viviendo en el desierto de Judá hasta el día que se dio a conocer públicamente. Vestía con pelos de camello y un cinturón de cuero.  Se alimentaba con langostas y miel silvestre. Era muy valiente. Le llamó “camadas de víboras” a los fariseos y saduceos que venían a él para ser bautizados, y los mandaba a que dieran verdaderos frutos de arrepentimiento. El eslogan de sus prédicas era: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mateo 3:2).  

Entonces, venían a él personas de Jerusalén, de Judea y toda la región alrededor del Jordán, confesaban sus pecados y los bautizaba en el río Jordán, diciéndoles: “Yo, en verdad, los bautizo a ustedes con agua para arrepentimiento, pero Aquél que viene detrás de mí es más poderoso que yo, a quien no soy digno de quitar las sandalias de sus pies.  Él los bautizará con el Espíritu Santo y con fuego. La horquilla está en su mano y limpiará completamente su era; y recogerá su trigo en el granero, pero quemará la paja en un fuego que no se apaga” (Marcos 3:1-12).

Juan Bautista aparece en la historia bíblica como el profeta del Señor en el año 26 o 27 d.C., para que se cumpliera las palabras del profeta Isaías cuando dijo: “Voz que clama en el desierto: preparad camino a Jehová, enderezad calzada en la soledad a nuestro Dios. Todo valle sea alzado; y lo torcido se enderece, y lo áspero se allane” (Isaías 40:2-3, Mateo 3:1). Jesús lo comparó con Elías y lo destacó como el más grande profeta y como el testigo verdadero del Mesías (Marcos 9:10-13).

Fue encarcelado por Herodes Antipas, quien se había casado con su cuñada Herodías, porque él denunciaba públicamente los actos inmorales y corruptos que ambos cometían. y por petición de la hija de Herodías, fue decapitado, mientras el rey celebraba una fiesta ), en la fortaleza Maqueronte, en Perea, donde se encontraba encarcelado. Y llevaron su cabeza en una bandeja a la celebracion (Juan 5:1; 3:24). Murió siendo muy joven. 

Juan invitaba a los judíos a ser bautizados. Su bautismo era de agua únicamente como preparación para el bautismo mesiánico en el Espíritu Santo, profetizado muchos años antes por el profeta Joel (Joel 2:28). Su ministerio fue muy corto. Consistió en preparar la llegada de la era mesiánica. Fue desarrollado en una amplia zona despoblada de Samaria y Judea, en el valle del Jordán, seguido y apoyado por un grupo de fieles discípulos (Mateo 3:1; Lucas 1:8; Marcos 1:4; 6:29).

La lealtad de sus discipulos  hacia él es manifestada en su preocupación por el gran auge de la popularidad de Jesús, su renuencia a abandonarlo en su encarcelamiento, el cuidado reverente que le dieron a su cuerpo después de su muerte, y el hecho de que 20 años más tarde aún había discípulos suyos, incluyendo a Apolos, el versado judío de Alejandría en Éfeso (Hechos 19:1-7). 

Su mensaje de arrepentimiento para el perdón de pecados repercutió entre el pueblo y los dirigentes religiosos, y su autoridad fue tan evidente que inquietó grandemente a los fariseos. Y la severidad de sus prédicas y su apariencia física hizo que el pueblo recordara a Elías, para que se cumpliera lo que el ángel Gabriel le había dicho a su padre Zacarias (Lucas 1:17).

Aunque Jesús y Juan era primos, parece ser que Juan no supo que Jesús era el Mesías hasta que vio al Espíritu Santo descender sobre él mientras lo bautizaba. Nunca hicieron vida juntos, por lo que no se conocían (Juan 1:32-34). Les enseñó a sus discípulos sobre la misión de Jesús, según el Espiritu Santo le revelaba (Juan 3:1-36). La práctica central de sus enseñanzas era la oración y el ayuno.


Esteban: vida y ministerio 
(Hechos 6:1-15; 7:1-60; 8:1-2; 11:19; 22:20)

Uno de los siete diáconos (ministros o servidores) propuestos por la iglesia de Jerusalén y elegidos por El Espíritu Santo para ayudar a los apóstoles en el servicio a los pobres, especialmente, las viudas y los huérfanos (Hechos 6:1-7). Un hermano y discípulo fiel a Dios y a los apóstoles, destacado por la gracia, poder y sabiduría que manifestaba en el servicio que brindaba con mucha entrega y amor en la iglesia, especialmente en las enseñanzas de las Escrituras. 

Fue más que un simple servidor que atendía las necesidades de los pobres. Su ministerio fue más allá. Hizo grandes prodigios y señales, enseñó en la sinagoga y allí debatió con los judíos de la diáspora. Hechos capítulo 7 registra la notable apología (justificación) de éste ante el Sanedrín, un tiempo después de la muerte y ascensión de Jesús. Sus enseñanzas excitaban la hostilidad de los judíos y su argumentación sin respuesta los irritaba aún más (Hechos 6:11-45), ya que atacaba severamente las tradiciones judaicas. 
Resaltó en su último discurso que quienes habían dado muerte al Señor Jesús y que ahora resistían su evangelio eran los legítimos hijos de los que siempre se habían opuesto a los profetas. Acusación que impulsó su condena a muerte, acusado de blasfemo.

Luego, cuando exclamó, que veía al “Hijo del hombre a la diestra de Dios” (Hechos 7:56), la multitud enfurecida  lo sacó de la ciudad y lo apedreó. Era la primera vez que el título Hijo de Hombre era escuchado en otros labios que no fueran los de Jesús, en el Nuevo Testamento. Y antes de morir manifestó un espíritu semejante al de Jesucristo, al pedirle a gran voz al Señor que no tomara en cuenta este pecado de los que le apedreaban . Y de esta manera se convirtió en el primer mártir del cristianismo (Hechos 7:60). 

El discurso de Esteban es la alocución más larga del libro de los Hechos (7:2-53), lo que indica que, para Lucas, a quien se le atribuye la autoría de este libro, es un sermón tan importante, que no se podía desperdiciar ningún detalle, ya que registra la relación de Dios con el pueblo desde su pacto con Abraham hasta la era mesiánica con Jesús: su muerte y resurrección; y el cumplimiento  en él de las profecías de los profetas. Además, revela la reverencia de Esteban hacia Jehová Dios y su respeto a la Ley de Moisés. El objetivo de su mensaje era probar que la presencia y la gracia de Dios no se limitaba a un país o santuario en particular.

La muerte de Esteban sirvió para que los discípulos se dispersaran hacia diferentes pueblos y ciudades, y donde quiera que llegaban predicaban el evangelio de Cristo. Cumpliendo de esta manera la última ordenanza que Jesús les dio antes de ascender a la diestra del Padre, de ir por todo el mundo a predicar el evangelio (Mateo 28:18-20). 

Pablo, que aún no había tenido su encuentro con Cristo, estuvo presente entre los acusadores de Esteban, como miembro del Sanedrín y responsable de perseguir y encarcelar a la iglesia de Jesucristo (Hechos 7:58;8:1-2; 22:20).

Como resumen final, es atinado resaltar una expresión del pueblo cristiano que reza: “Dios obra por senderos misteriosos”. Y es así. ¡Quién le hubiese dicho a José el carpintero mientras construía casas de madera que había sido escogido para realizar una misión tan importante, como ser el protector del Hijo de Dios mientras crecía y se convertía en un hombre adulto! 

¡Y cuándo iba Esteban a pensar que al convertirse a Cristo iba a ser el primer mártir de su causa! Ninguno de los dos sabían que habían sido escogidos desde antes de nacer para estos fines por el Dios de la vida.  El único que sí sabía el propósito de Dios para su vida en este mundo fue Juan, porque sus padres habían sido informados por el ángel Gabriel antes de concebirlo.  

La vida de estos tres hombres de Dios nos enseñan que también cada creyente en Cristo ha sido llamado al reino de los cielos con un propósito. Sólo tenemos que disponer nuestros corazones y nuestros oídos para escuchar la voz de Jesucristo al llamarnos y ver la misión que nos corresponde hacer en esta tierra. Y levantarnos, esforzarnos y ser valiente, y con mucha fe poner manos a la obra, que el Espíritu Santo se encarga de capacitarnos.   




















¡Imposible no verte!