José el
carpintero, Juan el bautista y Esteban el mártir
La Biblia es un conjunto de
libros pequeños, escritos por diferentes hombres, en distintas épocas y de
diferentes clases sociales, que escribieron siguiendo un mismo objetivo: dar a
conocer a la humanidad el plan de salvación del Padre Dios a través de la
muerte de su Hijo Jesús, el Cristo, para los hombres y las mujeres que creyeran
en él, judíos y gentiles (personas no judías), esclavos y libres, sin importar
la etnia a la que perteneciera (1 Corintios
1:22; 12:13).
Desde Génesis a Apocalipsis,
encontramos la historia y hechos de hombres y mujeres, creyentes o no en un único
Dios, campesinos, ricos y pobres, reyes y lacayos, hombres del burgo sin letras
y hombres letrados, religiosos en todas las esferas de la religiosidad del
contexto bíblico, que fueron elegidos desde antes de su nacimiento para cumplir
una misión especial dentro de los diferentes pactos que Dios hizo con el hombre
en las distintas dispensaciones.
Entre estos hombres escogidos
son contados José de Nazaret, el carpintero, Juan el Bautista y Esteban, primer
mártir cristiano, pertenecientes al Nuevo Testamento. Tres hombres de Dios que trabajaron para el
reino de los cielos por una misma causa: el plan de Salvación para la humanidad
con ministerios muy cortos, pues murieron a temprana edad.
José de
Nazaret tenía la misión de proteger y cuidar del Mesías niño y adolescente,
como su padrastro; Juan el bautista, preparar el camino para que el Cristo
desarrollara su ministerio terrenal; y Esteban, anunciar las buenas nuevas de
salvación por medio de la muerte del Mesías, y a la vez, ser el primer mártir del
cristianismo.
¿Quién fue José? Su misión en el plan de Dios
(Mateo 1:1-25; Lucas 1:26-27; 2:1-6,16,41-48)
Mateo (apóstol de Jesús) y
Lucas (médico-historiador, colaborador del ministerio del apóstol Pablo), son
los únicos en toda la Biblia que en sus evangelios sinópticos nos hablan de
José el padre adoptivo de Jesús, sobre su genealogía, el tipo de relación que
tenía con María, la madre de Jesús, en el momento de su embarazo, y la clase de
hombre que fue en su rol de padre.
Ambos escritores, junto con
Marcos, narran con más detalles el nacimiento, vida y ministerio de Juan
Bautista, especialmente Lucas, ya que para escribir su evangelio realizó una
investigación minuciosa de todos los acontecimientos sobre la vida de Jesús y
sus obras en diferentes fuentes, pues él no había sido testigo ocular del
ministerio terrenal de Cristo.
José, padre adoptivo de Jesús,
aparece en el escenario bíblico sólo en la narrativa de la infancia de Jesús. Lucas nos dice que era del linaje del rey
David, descendiente de Zorobabel, gobernador de Judá, el que reinició por
mandato de Jehová Dios, a través del profeta Hageo, la reconstrucción del
templo, después del regreso del exilio del primer grupo de los judíos que se
encontraban desterrados en Babilonia por el rey Nabucodonosor.
Era biznieto de Eleazar, nieto
de Matán, hijo de Jacob (Mateo 1:16). Nació en Belén de Judá y vivía en Nazaret,
procedente de una familia muy humilde y pobre. Su oficio era la carpintería
(Lucas 2:4, 24).
Fue un hombre de fe, conocedor
de las profecías de los profetas del Antiguo Testamento que habían anunciado la
llegada del Mesías prometido, el Cristo.
La simiente de la mujer que heriría a la serpiente antigua en la cabeza.
Aquella que había hecho caer en desobediencia a Adán y Eva, y con ellos al
género humano, vendiéndolos al pecado (Génesis 3:15). La misma simiente
prometida siglos después a Abraham, para que en ella fuera bendita todas las
familias de la tierra (Hechos 3:25; Gálatas 3:16).
La historia del desarrollo del
cumplimiento del pacto de Dios revela la participación directa de la familia de
los hombres escogidos desde antes de la fundación del mundo (Efesios 1:4). El Mesías también debía de nacer dentro de
una familia nuclear, con el apoyo moral, social y económico de un padre y una madre
para que creciera sano, fuera alimentado y educado como cualquier niño normal,
y tuviera un origen paternar, aunque no fue engendrado por hombre alguno.
Y esta fue la misión que
Yahweh le encomendó a José de Nazaret.
Un hombre respetuoso de la ley de Moisés. Cuando se enteró que María, su
comprometida, estaba embarazada y que no era de él, determinó romper el
compromiso con ella, pero por compasión quiso hacerlo secretamente, sin tomar en
cuenta las acostumbradas medidas religiosas y sociales que condenaba a muerte a
la mujer que cometiera adulterio, la cual debía morir apedreada por el público
en una plaza pública (Mateo 1:18-25; Isaías 7:14).
Pero, sorprendido por una
revelación angelical, en una visión nocturna mientras dormía, comprendió y
aceptó por fe la concepción milagrosa del bebé de su prometida y se dispuso a
cumplir a cabalidad su importantísima misión que como hombre de Dios lo había
traído a la tierra, con gran compromiso, entrega y responsabilidad, como
protector y guardián del Mesías. Luego se casó legalmente con María, pero no
tuvo relación íntima con ella hasta que el niño nació (Mateo 1:16,18-25).
Entonces, para el pueblo de
Nazaret, Jesús nació como hijo de José, el humilde y trabajador carpintero
(Mateo 13:55; Juan 1:45; 6:4). Aunque para muchos era el fruto de la
fornicación de María con otro hombre (Juan 8:41).
Según Mateo y Marcos, después del
nacimiento de Jesús, José y María tuvieron hijos e hijas, entre ellos cuatro
varones (Mateo 13:55-56; Marcos 6:3). Fue un padre responsable. Trabajó
arduamente para la mantención de la familia.
Un hombre conocido por las gentes de su pueblo como trabajador y honesto.
Siempre estuvo pendiente del cuidado del niño Jesús.
» ¿No es este el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María,
y sus hermanos Jacobo, José, Simón y Judas? ¿No están todas sus
hermanas con nosotros? ¿Dónde, pues, obtuvo éste todas estas cosas?» (Mateo
13:55).
Se cree que José murió después de que Jesús iniciara su ministerio, porque cuando éste estaba en la cruz encomendó a
Juan, el apóstol, el cuidado de María su madre, lo que nos lleva a deducir que
ésta, para entonces, ya era viuda (Juan 19:26).
Juan Bautista: vida y misión en
el plan de Dios
(Mateo
3:1-17; 14:3-12; Lucas 1:5-25, 39-41, 57-66,80; 3:1-30; Marcos 1:1-8
Precursor de Jesús que recibió
el apodo de “Bautista” o “el que bautiza”, debido a la característica de su
ministerio, pues, bautizaba en agua a todos los que se arrepentían de sus
pecados. Nació seis meses antes de Jesús. Su nacimiento fue anunciado por el
ángel Gabriel a su padre en circunstancias muy especiales, el cual le profetizó
que: “Sería grande delante de Dios. No bebería vino ni cidra, y sería lleno
del Espíritu Santo desde el vientre de su madre.
Haría que muchos de los hijos
de Israel se convirtieran al Señor Dios. e iría delante de Él con el
espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres
a los hijos, y de los rebeldes a la prudencia de los justos, a fin de preparar
para el Señor un pueblo bien dispuesto. (Lucas 1:13-17).
Juan Bautista pertenecía al
linaje sacerdotal. Era hijo del profeta y sacerdote Zacarias, de la clase de
Abías, y Elizabet, de las hijas de Aaron, prima de María, la madre de Jesús, la
cual lo tuvo en su ancianidad ya que era estéril.
El día que María fue a pasar
unos meses con su prima Elizabet, la cual vivía en la montaña de Judá, después
de que el ángel Gabriel le dijera que ella también esperaba un hijo, cuando llegó
y la saludó, Juan saltó en el vientre de
su madre, y fue en ese momento que recibió al Espíritu Santo (Lucas 1:39-44).
Juan pasó la mayor parte de
sus años viviendo en el desierto de Judá hasta el día que se dio a conocer
públicamente. Vestía con pelos de camello y un cinturón de cuero. Se alimentaba con langostas y miel silvestre. Era muy valiente. Le llamó “camadas
de víboras” a los fariseos y saduceos que venían a él para ser bautizados,
y los mandaba a que dieran verdaderos frutos de arrepentimiento. El eslogan de
sus prédicas era: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha
acercado” (Mateo 3:2).
Entonces, venían a él personas
de Jerusalén, de Judea y toda la región alrededor del Jordán, confesaban sus
pecados y los bautizaba en el río Jordán, diciéndoles: “Yo, en verdad, los
bautizo a ustedes con agua para arrepentimiento, pero Aquél que viene detrás de
mí es más poderoso que yo, a quien no soy digno de quitar las sandalias de sus
pies. Él los bautizará con el Espíritu
Santo y con fuego. La horquilla está en su mano y limpiará completamente su
era; y recogerá su trigo en el granero, pero quemará la paja en un fuego que no
se apaga” (Marcos 3:1-12).
Juan Bautista aparece en la
historia bíblica como el profeta del Señor en el año 26 o 27 d.C., para que se
cumpliera las palabras del profeta Isaías cuando dijo: “Voz que clama en el
desierto: preparad camino a Jehová, enderezad calzada en la soledad a nuestro
Dios. Todo valle sea alzado; y lo torcido se enderece, y lo áspero se allane” (Isaías
40:2-3, Mateo 3:1). Jesús lo comparó con Elías y lo destacó como
el más grande profeta y como el testigo verdadero del Mesías (Marcos 9:10-13).
Fue encarcelado por Herodes
Antipas, quien se había casado con su cuñada Herodías, porque él denunciaba públicamente
los actos inmorales y corruptos que ambos cometían. y por petición de la hija de
Herodías, fue decapitado, mientras el rey celebraba una fiesta ), en
la fortaleza Maqueronte, en Perea, donde se encontraba encarcelado. Y llevaron su cabeza en una
bandeja a la celebracion (Juan 5:1; 3:24). Murió siendo muy joven.
Juan invitaba a los judíos a
ser bautizados. Su bautismo era de agua únicamente como preparación para el
bautismo mesiánico en el Espíritu Santo, profetizado muchos años antes por el
profeta Joel (Joel 2:28). Su ministerio fue muy corto.
Consistió en preparar la llegada de la era mesiánica. Fue desarrollado en una
amplia zona despoblada de Samaria y Judea, en el valle del Jordán, seguido y apoyado por un grupo de fieles
discípulos (Mateo 3:1;
Lucas 1:8; Marcos 1:4; 6:29).
La lealtad de sus discipulos hacia él
es manifestada en su preocupación por el gran auge de la popularidad de Jesús,
su renuencia a abandonarlo en su encarcelamiento, el cuidado reverente que le
dieron a su cuerpo después de su muerte, y el hecho de que 20 años más tarde aún
había discípulos suyos, incluyendo a Apolos, el versado judío de Alejandría en
Éfeso (Hechos 19:1-7).
Su mensaje de arrepentimiento
para el perdón de pecados repercutió entre el pueblo y los dirigentes
religiosos, y su autoridad fue tan evidente que inquietó grandemente a los
fariseos. Y la severidad de sus prédicas y su apariencia física hizo que el
pueblo recordara a Elías, para que se cumpliera lo que el ángel Gabriel le
había dicho a su padre Zacarias (Lucas 1:17).
Aunque Jesús y Juan era
primos, parece ser que Juan no supo que Jesús era el Mesías hasta que vio al
Espíritu Santo descender sobre él mientras lo bautizaba. Nunca hicieron vida
juntos, por lo que no se conocían (Juan 1:32-34). Les enseñó a sus discípulos
sobre la misión de Jesús, según el Espiritu Santo le revelaba (Juan 3:1-36). La práctica central de sus enseñanzas
era la oración y el ayuno.
Esteban: vida y ministerio
(Hechos
6:1-15; 7:1-60; 8:1-2; 11:19; 22:20)
Uno de los siete diáconos
(ministros o servidores) propuestos por la iglesia de Jerusalén y elegidos por
El Espíritu Santo para ayudar a los apóstoles en el servicio a los pobres,
especialmente, las viudas y los huérfanos (Hechos 6:1-7). Un hermano y
discípulo fiel a Dios y a los apóstoles, destacado por la gracia, poder y
sabiduría que manifestaba en el servicio que brindaba con mucha entrega y amor
en la iglesia, especialmente en las enseñanzas de las Escrituras.
Fue más que un simple servidor
que atendía las necesidades de los pobres. Su ministerio fue más allá. Hizo
grandes prodigios y señales, enseñó en la sinagoga y allí debatió con los
judíos de la diáspora. Hechos capítulo 7 registra la notable apología (justificación)
de éste ante el Sanedrín, un tiempo después de la muerte y ascensión de
Jesús. Sus enseñanzas excitaban la
hostilidad de los judíos y su argumentación sin respuesta los irritaba aún más
(Hechos 6:11-45), ya que atacaba severamente las tradiciones judaicas.
Resaltó en
su último discurso que quienes habían dado muerte al Señor Jesús y que ahora resistían
su evangelio eran los legítimos hijos de los que siempre se habían opuesto a
los profetas. Acusación que impulsó su condena a muerte, acusado de blasfemo.
Luego, cuando exclamó, que
veía al “Hijo del hombre a la diestra de Dios” (Hechos 7:56), la multitud
enfurecida lo sacó de la ciudad y lo apedreó. Era la primera vez que el título
Hijo de Hombre era escuchado en otros labios que no fueran los de Jesús, en el
Nuevo Testamento. Y antes de morir manifestó un espíritu semejante al de
Jesucristo, al pedirle a gran voz al Señor que no tomara en cuenta este pecado
de los que le apedreaban . Y de esta manera se convirtió en el
primer mártir del cristianismo (Hechos 7:60).
El discurso de Esteban es la
alocución más larga del libro de los Hechos (7:2-53), lo que indica que, para
Lucas, a quien se le atribuye la autoría de este libro, es un sermón tan
importante, que no se podía desperdiciar ningún detalle, ya que registra la
relación de Dios con el pueblo desde su pacto con Abraham hasta la era
mesiánica con Jesús: su muerte y resurrección; y el cumplimiento en él de las profecías de los profetas. Además, revela la reverencia de Esteban hacia
Jehová Dios y su respeto a la Ley de Moisés. El objetivo de su mensaje era probar que la presencia
y la gracia de Dios no se limitaba a un país o santuario en particular.
La muerte de Esteban sirvió
para que los discípulos se dispersaran hacia diferentes pueblos y ciudades, y
donde quiera que llegaban predicaban el evangelio de Cristo. Cumpliendo de esta
manera la última ordenanza que Jesús les dio antes de ascender a la diestra del
Padre, de ir por todo el mundo a predicar el evangelio (Mateo 28:18-20).
Pablo, que aún no había tenido
su encuentro con Cristo, estuvo presente entre los acusadores de Esteban, como
miembro del Sanedrín y responsable de perseguir y encarcelar a la iglesia de
Jesucristo (Hechos 7:58;8:1-2; 22:20).
Como resumen final, es atinado
resaltar una expresión del pueblo cristiano que reza: “Dios obra por senderos
misteriosos”. Y es así. ¡Quién le hubiese dicho a José el carpintero mientras construía
casas de madera que había sido escogido para realizar una misión tan importante, como ser el
protector del Hijo de Dios mientras crecía y se convertía en un hombre adulto!
¡Y cuándo iba Esteban a pensar
que al convertirse a Cristo iba a ser el primer mártir de su causa! Ninguno de
los dos sabían que habían sido escogidos desde antes de nacer para estos fines
por el Dios de la vida. El único que sí sabía
el propósito de Dios para su vida en este mundo fue Juan, porque sus padres habían
sido informados por el ángel Gabriel antes de concebirlo.
La vida de estos tres hombres
de Dios nos enseñan que también cada creyente en Cristo ha sido llamado al
reino de los cielos con un propósito. Sólo tenemos que disponer nuestros corazones
y nuestros oídos para escuchar la voz de Jesucristo al llamarnos y ver la misión
que nos corresponde hacer en esta tierra. Y levantarnos, esforzarnos y ser
valiente, y con mucha fe poner manos a la obra, que el Espíritu Santo se
encarga de capacitarnos.
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