jueves, 27 de mayo de 2021

¿POR QUÉ TODO EL MUNDO DEBIERA CONOCER A JESUCRISTO?


¿POR QUÉ TODOS DEBIERAMOS CONOCER DE MANERA PERSONAL AL SEÑOR JESUCRISTO?

Jesucristo (Jesús-hombre; Cristo-Dios) es un gran personaje histórico muy documentado, que por más que se intente negar, es imposible, ya que sobre él se han escrito un sin números de libros y comentarios a través de todas las épocas, después de su ascensión al trono de Dios, tanto antiguos como contemporáneos, hace más de dos mil años. Además, tuvo un contexto de vida aquí en la tierra: una época, un pueblo, una descendencia y sus obras han revolucionado al mundo, desde su misión terrenal hasta hoy; tales como: redefinió el concepto humanidad, la sana convivencia comunal a través de una cultura de paz y reorganizó los hechos históricos de los humanos en un antes y un después de él.

Es el único hombre que después de haber sido condenado a la pena de muerte (muerte en cruz) y sepultado, resucitó al tercer día, y que alrededor de quinientos testigos presenciaron su ascensión al cielo, cuarenta días después de haberse aparecido varias veces a sus discípulos (Lucas 24, Juan 20 y 21). El mismo Jesús que años después de su ascensión, Esteban (primer mártir de los cristianos), antes de morir apedreado en una plaza pública por su fe en él, minutos antes de expirar, mirando hacia el cielo vio la gloria de Dios y a Jesús sentado a la diestra de Dios Padre (Hechos 7:55-60).

Tiempo después, este mismo Jesús se le apareció como rayo de luz a Cefas, llamado Pablo (en griego), dejándolo ciego por tres días, cuando éste iba camino de Damasco a perseguir a los cristianos, y con voz audible mantuvo una breve conversación con él que marcó y cambió su vida para siempre, convirtiéndolo en el último de los apóstoles y en el cristiano más exitoso de todos los tiempos, escritor de trece epístolas del Nuevo Testamento  y fundador de las primeras iglesias en las naciones de los  gentiles (pueblos no judíos), (Hechos 9). Y varias décadas más tarde, el apóstol Juan, siendo muy anciano (único sobreviviente de los apóstoles) cuando estaba desterrado a causa del evangelio en la isla Patmos, tuvo una visión donde vio y escuchó la voz de Jesucristo, y recibió todas las profecías que hoy describe el libro de Apocalipsis (1:8-20).

Cristo, a pesar de ser el fundador del cristianismo, no es una religión, pues, va más allá de este concepto, ya que Él es más que un culto, más que una devoción y más que una pasión. Es el único autor y dador de la vida (Juan 1:1-4), el gran “YO SOY” y la luz del mundo. El que siempre ha existido, el que es y el que será por toda la eternidad.   El alfa y la omega. El principio y el fin, el primero y el último. El Todopoderoso Dios viviente (Apocalipsis 1:8,11; 21:6;22:13).

Aquel que dice conocer la historia de la humanidad y saca a Jesucristo de ella es un ignorante. La verdadera y única fuente fiable sobre Jesucristo se encuentra en los 66 libros de la Biblia, pues Cristo es el personaje principal mencionado desde Génesis 3:15 hasta Apocalipsis 22:21. El que no lee, escudriña y medita sobre la Palabra de Dios, “el Verbo- Cristo” (Juan 1:1-5), por más docto que sea, no sabe nada de nada. Cristo es el centro, el sujeto y el tema principal de todos los libros de la Biblia. Estos fueron escritos con el objetivo de dar a conocer el Plan de Salvación para toda la humanidad, a través de la muerte y resurrección del Señor Jesús. 

La persona sabia reconoce que mientas más sabe le falta mucho más por aprender, porque el aprendizaje es una dinámica cotidiana que termina con la muerte. Es decir, dejamos de aprender cuando dejamos de existir. Dejamos de aprender de Cristo cuando dejamos de leer y meditar en su Palabra.

¿Por qué nos dedicamos más a conocer a personajes destacados en todos los ámbitos de los saberes o líderes religiosos y filósofos de todos los tiempos, y hasta individuos de la farándula y el deporte, y obviamos a Jesucristo? El que se dedica a conocer a Jesucristo se descubre así mismo, tal cual es. ¿Será que la mayoría de las personas del mundo tienen miedo de descubrir cómo son en realidad?  La Palabra de Cristo nadie en el mundo ha podido resistir ni refutar, aunque sea atacada con todas las armas filosóficas.

1.    ¿Por qué todos debieran conocer personalmente a Jesucristo sean cristianos o no?

Porque Cristo:

a)     es la vida misma. El que no cree en él ya está muerto. El que cree en él, aunque esté muerto vivirá (Juan 3:36; 11:17; 1 Juan 5:12);

b)    es el pan vivo que bajó del cielo y el que come de él vivirá para siempre (Juan 6:51); porque no sólo de pan vive el hombre sino de toda palabra que sale de la boca de Dios (Mateo 4:4); 

c)     es el don de Dios, es decir, su regalo de amor hacia la humanidad. Todo el que cree él y lo recibe tiene vida eterna (Juan 3:16);

d)     es el único camino para ir al Padre. El único nombre dado a la humanidad que nos puede llevar a Dios (Hechos 4:12);

e)     es la única y gran verdad. No es una filosofía ni mito o fábula (Juan 14:6);

f)      es el único salvador que tiene autoridad para perdonar nuestros pecados y transformar nuestro carácter y personalidad (2 Corintios 5:17);

g)     es nuestro defensor y redentor (1 Juan 1:1-2; Efesios 1:7);

h)     es el único que derrumba los muros religiosos.

2.    ¿Por qué Cristo es la vida?

El apóstol Juan, el discípulo que anduvo con Jesús durante los tres años y medio de su ministerio, escritor del evangelio que lleva su nombre, tres epístolas universales y el libro Apocalipsis, no solo estuvo con él, sino que fue uno de sus tres amigos más íntimos, vio su gloria en el monte de la trasfiguración en su tierna juventud, y en su vejes, desterrado por su fe en la isla de Pasmo, vio y palpó su grandeza, gloria y honor en el gran trono divino, sentado a la diestra de su Padre y Dios. Su experiencia con el Señor Jesús fue muy intensa, pues tuvo el privilegio de vivir a Cristo con todos sus sentidos durante su larga vida. Por eso tiene toda la autoridad para decirnos que Jesucristo es la vida (1 Juan 5:11; Juan 14:6).

Él inicia su Evangelio diciéndonos que en el principio de la creación Cristo era el Verbo (verbo: logo = palabra).  Por esa palabra fue hecho el mundo y todo lo que en él habita. Es decir, Jesucristo es la Palabra de Dios, por lo que Él es eterno como su Padre y Dios (Juan 20:17). Es de ahí que todo el Antiguo Testamento está lleno de tipologías y símbolos del Verbo, es decir, de Cristo.

Por ejemplo, Adán, José, Moisés, Josué, y otros más eran tipologías de Cristo. El sacrificio de los corderos sin defectos, junto con todos los holocaustos que hacían los israelitas simbolizaban el sacrificio de Cristo en la cruz. El mismo tabernáculo, la nube y la columna de fuego que Guió al pueblo por el desierto hasta llegar a la tierra prometida eran simbologías de Cristo; así como, el pan que bajaba del cielo cada mañana (el maná) y la roca que dio de beber al pueblo.

También el sumo sacerdote cuando entraba una vez al año al lugar Santísimo a presentar ante Dios el Padre los pecados de los israelitas y con la sangre de un cordero rociaba el altar haciendo memoria de cada  una de sus faltas, era una simbología de la entrada del Señor Jesús ante el trono de Dios  después de su resurrección, presentándose como el cordero de Dios que quita el pecado del mundo, a través de su sangre derramada en la cruz, como  ofrenda de amor por todos los pecadores del mundo, hecha una vez y para siempre; abriendo de esta manera el camino para que todos (judíos y gentiles) podamos acercarnos al Padre Dios confiadamente a través de la fe, con corazones libres de malas conciencias y cuerpos limpios lavados en la sangre de Cristo  (Hebreos 10: 10-25).

Juan introduce su evangelio con las siguientes palabras:

En el principio ya existía la Palabra; y la Palabra estaba junto a Dios y era Dios. Ya en el principio estaba junto a Dios. Todo fue hecho por medio de ella y nada se hizo sin contar con ella. Cuanto fue hecho era ya vida en ella, y esa vida era luz para la humanidad; luz que resplandece en las tinieblas y que las tinieblas no han podido sofocar. …Y la Palabra se encarnó y habitó entre nosotros; y vimos su gloria, la que le corresponde como Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad” (Juan 1:1-5,14).

La biblia Reina-Valera 1960 nos dice en estos mismos versos: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.  La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella” (Juan 1:1-5,14).

Ambas versiones nos enseñan que ese Verbo o Palabra estaba con Dios y era Dios. Y que ese Dios se encarnó y vino a la tierra a vivir entre los hombres como Hijo de Dios e hijo de los hombres a la vez, naciendo de una virgen que no había conocido varón, engendrado por el Espíritu Santo.  Y ese hombre es la vida y la luz de la humanidad. El Mesías prometido y profetizado por todos los profetas de la antigüedad hecho realidad. Llegó como bebé al pueblo que él mismo sacó de la esclavitud de los egipcios. Y allí creció y se hizo un hombre.

Vivió treinta y tres años entre los judíos como el don de Dios para la humanidad (Juan 3:16). El Hijo de Dios como su creatura a partir de su engendro en el vientre de una mujer joven que nunca había tenido relaciones sexuales con ningún hombre. El poder del Altísimo hizo sombra sobre ella y quedó embarazada (Lucas 1:31, 34-35). Sus obras demostraron que ese hijo de María e hijo adoptivo de José su esposo, era el mismo Dios que estaba entre los hombres como uno de ellos.

Juan nos dice que el que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida. Lo que quiere decir que, si la persona no tiene a Cristo es un muerto en sí misma (1 Juan 5:12). Entonces, es razón suficiente para que todo individuo procure conocer a Jesucristo de forma personal, ya que él es la vida de todo individuo.

El mismo Cristo declaró que él es la vida. Hablando con Marta la hermana de Lázaro, antes de resucitarlo, le dijo: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente” (Juan 11:25-26).

3.    ¿Por qué Cristo es el único salvador del mundo?

Porque Él es:

a)    el don de Dios para la humanidad. “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en Él, no se pierda, sino que tenga vida eterna (Juan 3:16). Es el único que puede perdonar nuestros pecados (Marcos 2:10);

b)     el Padre Dios le dio toda autoridad sobre todas las cosas que existen en los cielos y en la tierra, y debajo de ella. “Acercándose Jesús (a sus discípulos), les dijo: «Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra (Mateo 28:18); 

c)      el único salvador:en ningún otro hay salvación. “No hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos 4:12). No hay nadie más que pueda librarnos de la ira de Dios.

d)    es el único camino que conduce a Dios. Jesús le dijo: «Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por Mí” (Juan 14:6).  Cuatro razones suficientes para interesarse por conocer de manera personal a Jesucristo.

4.    ¿Cómo demostró Jesús que Él es la vida y el dador de la vida?

a)    Tenía autoridad sobre las enfermedades. “Curó a un incontable número de enfermos de todo tipo de mal y dolencias” (Mateo 4:23; Marcos 5:25-34).

b)    Tenía autoridad sobre Satanás y los demonios (Mateo 4:10; Hechos 10:38)

c)    Tenía autoridad sobre la muerte (Marcos 5:22-24,35-43; Lucas 7:11-17; Juan 11:38-44).

d)     Los fenómenos naturales y toda la creación le obedecían (Marcos 4:39).

e)    Para Él nada era imposible (Lucas 14:19-20; 18:27; Mateo 14:25).

f)     Perdonaba pecados, cosa que solo Dios podía hacerlo (Mateo 9:2; Lucas 5:21; 7:48; Hebreos 10:12).

g)    Conocía los pensamientos de las personas (Lucas 5:22; Mateo 12:25).

h)    Tenía autoridad sobre la muerte: la venció el día que resucitó de entre los muertos para darnos vida (Juan 20:30-3; Mateo 28: 5-7; 1 Corintios 15:1-4); y resucitó a varios muertos durante su misión aquí en la tierra (Lucas 7:11-17; 8:40-50; Juan 11:38-44).  

i)     Es la primicia de la resurrección (1 Corintios 15:20), “… luego le seguiremos nosotros, los que hayamos permanecido en su Palabra. Luego resucitaran a condenación, lo que no lo recibieron ni creyeron en él” (1 Corintios 15:52; Colosenses 2:12; Apocalipsis 20:11-15).

j)     Hoy Cristo está vivo, sentado a la diestra del Padre, como nuestro defensor (Hechos 7:55-56; Apocalipsis 1:9-18).

“Hizo además Jesús muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro. Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre” (Juan 20:30-31).

5.     ¿En qué me beneficia conocer a Cristo?

Cuando conocemos a Cristo nos damos cuenta de que somos pecadores (aun seamos personas que no le hacemos daño a nadie) y que necesitamos un salvador. Entonces nos hacemos la pregunta que la multitud le hizo a Pedro el día en que el Espíritu Santo se derramó sobre todos los discípulos que estaban en el aposento alto, el día de las fiestas de Pentecostés: “Varones hermanos ¿Qué haremos? Y Pedro le contestó arrepiéntanse y bautícense cada uno en el nombre de Jesucristo y recibirán el don de Dios (Hechos 4;37).

Conocer de cerca a Jesucristo es como mirarse en un espejo y ver nuestro rostro sucio. Vemos nuestra alma y corazón llenos de maldad, desobediencia, incertidumbres, dudas, dolor, soledad, angustias, raíces de amargura, enojo, odio, vacío, incomprensión, rechazos, entre otros. Toda aquella persona que se vea de esta manera y se congoje por su condición, puede acudir a Cristo, porque Él siempre está a la puerta de nuestro corazón esperando que le prestemos atención a su llamado, pues es muy grande su compasión (Apocalipsis 3:20).

Y si obedecemos el mandato de Pedro cuando le dijo a la multitud: “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hechos 4:38), entonces, recibimos el don de Dios y el perdón de nuestros pecados por la sangre que Cristo derramó en la cruz, por medio de la fe en Él. Y a partir de ese momento comenzamos a vivir la fe en Cristo, la cual no consiste en un instante emocional-ocasional, sino en vivirla permanentemente en todas circunstancias buenas o malas de la vida. Es esperar que lo imposible Cristo siempre lo hace posible, estando consciente de que todo lo que Él haga en nuestras vidas siempre será lo mejor para nosotros.

Cuando nos arrepentimos de todo corazón nos damos cuenta de que estábamos rechazando el mayor bien de Dios para nuestras almas. Y si comenzamos a caminar por el camino que Cristo trazó con su muerte, Él nos da su Espíritu Santo para que siempre esté con nosotros y en nosotros, guiando nuestro caminar con Cristo y tomando el control de nuestros deseos y pasiones; llenando nuestro ser de buenas dádivas, a través de cada una de sus promesas (Mateo 7:11).

Ahora todo lo que nos suceda, sea bueno o malo, está dentro de los planes de Dios para nuestras vidas.  Y sus planes son perfectos y buenos. Sólo basta con creerlo por la fe; no por aquella de momentos circunstanciales, sino, la fe viva que espera lo posible de lo imposible que no se ve y sabe que en todo tiempo DIOS ES BUENO.

En conclusión, mientras más conocemos de Cristo, más sabemos qué hacer con nuestras vidas y cómo dominar nuestros instintos, pasiones, emociones y las tomas de decisiones, mejorando cada vez más nuestra relación con los que nos rodean y nos acompañan en el paso por este mundo; comprendiendo y respetando sus distintas formas de ser, y amándolos tal cual son, como Cristo nos ama a nosotros.

 

lunes, 17 de mayo de 2021

LAS IMPLICACIONES DEL SER CRISTIANO O CRISTIANA

 

 

 IMPLICACIONES DEL VERDADERO CRISTIANO

Maestra Guillermina Izquierdo Reinoso

Comunidad Cristina Metropolitana, AD, Santiago, RD.

Año 2020 

Muchos, al pensar sobre el cristianismo, lo piensan tan solo como un credo o un código moral, o simplemente como un culto dirigido a Cristo. El cristianismo va mucho más allá que todos estos temas. Pues, sin las vivencias de un Cristo vivo no existe el cristianismo ¿Por qué? Porque el Evangelio del Señor Jesucristo es la base principal de fe de este movimiento religioso, ya que sus cimientos principales son el amor y el perdón.

Además, es un evangelio vivo, dinámico, de autoridad y poder (Romanos 1:16), transformador de vidas. Regenera al hombre y a la mujer que lo recibe como su única verdad de vida. Y por su nuevo estilo de vida ajustado a esta verdad, lo convierte en cristiano o cristiana (“Cristo” del griego “Khristos”- “Ungido”, “Mesías”, “Crisma”, y el sufijo “ano o ana”, significa “perteneciente”), lo cual significa que el o la creyente es “perteneciente a Cristo.

El que no ama a Dios con todo su corazón, emociones y fuerzas; y a su prójimo como se ama así mismo ni perdona las ofensas de los demás, no puede decir que conoce a Dios, que cree en ÉL; y mucho menos decir que es cristiano o sencillamente considerarse un hijo de Dios, mucho menos llamarse evangélico, porque la esencia de Dios es el amor; y el que no ama ni perdona no conoce a Dios, porque Dios es la fuente eterna del auténtico amor, y Jesucristo es Dios (1 Juan 4:7-9).

Si alguien dice creer en Dios, pero no obedece en todo su Palabra, no lo ha conocido ni puede decir que tiene fe ni que cree en ÉL, porque sin fe nadie puede agradarlo. El escritor a los Hebreos, en el capítulo 11 verso 6, dice: - “sin fe es imposible agradar a Dios. Porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que Él existe, y que recompensa a los que lo buscan”. Y si no aplican su Palabra a su forma de vida ni se ajustan a sus ordenanzas, preceptos y Ley, y no aceptan a Jesucristo y sus enseñanzas como su regalo de amor y vida eterna, jamás deben considerarse como hijo o hija de Dios, porque la Biblia nos enseña que hay una condición para adquirir este título.

El apóstol Juan nos dice en el primer capítulo de su Evangelio, versículos del 11 al 13, refiriendo a Jesucristo: Vino a los de su propio pueblo, y hasta ellos lo rechazaron; pero a todos los que creyeron en él y lo recibieron, les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios. Ellos nacen de nuevo, no mediante un nacimiento físico como resultado de la pasión o de la iniciativa humana, sino por medio de un nacimiento que proviene de Dios” (versión NTV). Para poder llamarnos hijos o hijas de Dios hay que creer en Jesucristo y a la vez recibirlo en su corazón como el único Señor de nuestras vidas.

El cristianismo es una nueva cultura de vida al estilo de la que vivió y enseñó el Señor Jesús cuando estuvo aquí en la tierra, y la que los apóstoles nos han dejado como ejemplo en Las Escrituras. El que no se ajusta a esta nueva manera de vivir no debe llamarse cristiano o cristina jamás.

 Pedro, Juan y Pablo en sus cartas nos enseñan cuales son las implicaciones del verdadero cristiano o cristiana (discípulo o discípula de Cristo) de todos los tiempos. Por ejemplo, Pablo, hablándole a los filipenses sobre su experiencia con el Señor Jesucristo resalta lo que implica ser un verdadero cristiano. Para él, el verdadero cristiano vive a Cristo. Él nos dice todo lo que tuvo que dejar de su vida para poder vivir a Jesucristo.

Nos dice: - “Pero todo lo que para mí era ganancia, lo he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y aún más, yo estimo como pérdida todas las cosas en vista del incomparable valor de conocer a Cristo Jesús, mi Señor. Por Él lo he perdido todo, y lo considero como basura a fin de ganar a Cristo, y ser hallado en Él, no teniendo mi propia justicia derivada de la ley, sino la que es por la fe en Cristo, la justicia que procede de Dios sobre la base de la fe, y conocerlo a Él, el poder de su resurrección y la participación en sus padecimientos, llegando a ser como Él en su muerte a fin de llegar a la resurrección de entre los muertos” (Filipense 4:7-11).

Pablo es el mejor modelo de lo que implica ser cristiano. Él es digno de que todos lo imitemos, como él mismo nos dice ¿Por qué? Porque:

1°) se despojó de todo lo que hasta entonces había logrado en su vida: fama, títulos, estatus social, reputación, entre otros, considerándolo basura y dándolo como pérdida para ganar a Cristo.  Perder al mundo para ganar a Cristo.

2°) echó a un lado todos sus conocimientos y sabidurías como fariseo (funcionario del gobierno central de los judíos, el Sanedrín), así como, su excelente formación académica, su reputación social y su ego, para conocer a Cristo. Dejarlo todo para vivir a Cristo, como nos los enseña el historiador Lucas en su Evangelio (14:26):  citando las palabras de Jesús cuando dijo: - «El que quiera seguirme tiene que amarme más que a su padre, a su madre, a su esposa y a sus hijos; más que a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso más que a su propia vida. De lo contrario, no podrá ser mi discípulo (versión NBV).

3°) crucificó y sepultó su carácter y forma de pensar juntamente con Cristo, para que su cuerpo de pecado fuera destruido y jamás volviera ser esclavo del pecado sino del Espíritu Santo y siervo de la justicia, siendo santificado por ella (Romanos 6:6,18,22).

4°) la prioridad de Pablo era conocer íntimamente a Jesucristo para hacerlo su amigo inseparable a través de la fe, como lo enseñan Pedro y Juan en sus primeras cartas, ya que Pablo no era un testigo ocular de Jesús (no anduvo con Jesús durante su ministerio aquí en la tierra). Tuvo un encuentro personal con él muchos años después de su ascensión (Hechos cap. 9).  Cumpliéndose en él lo que Pedro dice en su primera carta: “…. a quien, sin haber visto, ustedes lo amany a quien ahora no ven, pero creen en Él, y se regocijan grandemente con gozo inefable y lleno de gloria, obteniendo, como resultado de su fe, la salvación de sus almas” (1 Pedro 1:8). Por la fe en Cristo somos salvos.

Y Juan enfatiza: “Y sabemos que el Hijo de Dios ha venido y nos ha dado entendimiento a fin de que conozcamos a Aquel que es verdadero; y nosotros estamos en Aquel que es verdadero, en Su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios y la vida eterna” (1Juan 5:20). 

El cristiano es aquel que está en y con Cristo, el verdadero Dios. Este tiene el entendimiento para conocer, retener, guardar, vivir y enseñar su evangelio, porque Cristo es el verdadero Dios.

5°) Pablo confió en Cristo como su Salvador personal para ser hallado por él justo, no por su propia justicia ni por la justicia de la ley, ni por ser un hombre bueno, sino por la justicia que nos viene cuando somos perdonados y justificados por su muerte en la cruz. Aquella que se da por la fe, no por las obras buenas que hagamos, para que no nos gloriemos, como si fuera cosa nuestra, sino que es un regalo de Dios (Efesios 2:9). Ninguna persona tiene el valor ni el deseo de buscar a Dios por sí misma. Dios nos busca primero. Por gracia alcanzamos salvación.

6°) Pablo Obedeció en todo a Cristo como el Señor de su vida. Muchos cristianos descuidan el señorío de Cristo en sus vidas, al igual que en los tiempos de Pablo. Muchos les dan créditos de labios para fuera, pero su corazón está muy lejos de Él. No quieren que Él lleve las riendas de su vida por eso no se someten a su Palabra.

Hay quienes lo mencionan de manera cortés, llamándolo: “mi Señor o el Señor “, pero jamás se dedican a hacer lo que Él le dice que hagan. Es una expresión divorciada totalmente del verdadero señorío de Cristo. Es como si fuera un cumplido y esto no agrada a Dios, pues es señal de hipocresía. Dios es el único que conoce las intenciones de nuestros corazones, por lo que no lo podemos engañar jamás (Jeremías 17:10). En cambio, si guardamos las enseñanzas de Cristo seremos verdaderamente sus discípulos, y su verdad nos convierte en seres totalmente libres (Juan 8:31-32).

7°) Pablo vivió a Cristo en su carne, mente y corazón. Hizo morir su ego para que Jesucristo viviera en él. Guardó su corazón y mente para que Dios siempre estuviera con él (Filipenses 4:7-9).

Decía: -Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, más vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20) ... - “Por tanto, hemos sido sepultados con Él por medio del bautismo para muerte, a fin de que como Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en novedad de vida (en vida nueva)” (Romanos 6:4). … - “Sabemos esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado con Cristo, para que nuestro cuerpo de pecado fuera destruido, a fin de que ya no seamos esclavos del pecado; porque el que ha muerto, ha sido libertado del pecado” (Romanos 6:6-7). … - Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, más el espíritu vive a causa de la justicia” (Romanos 8:10).

  • En conclusión, ser cristiano o cristiana implica:
  • Morir de una vez y para siempre al pecado.
  • Tener las cosas del mundo como basura para ganar a Jesucristo.
  •  Amar a Cristo más que a todos en el mundo.
  • Dejarlo todo por Cristo. Es decir, que Jesucristo pase a ser la prioridad de nuestra vida. Porque él es la vida misma y la luz de la humanidad (Juan 1:4, 14:6).
  •  Conocer a Cristo como su amigo personal y mantener una relación íntima con él.
  • Confiar en él como su salvador y Señor (dejar en sus manos la rienda de nuestras vidas a través de su Espíritu Santo).
  • Obedecerlo en todo, poniendo en práctica cada una de sus enseñanzas.
  • Vivir a Cristo con todo nuestro ser para honra y gloria de su nombre, en todo tiempo y circunstancias de nuestra vida terrenal.

Es imposible ser cristiano sin tomar en cuenta estos conceptos y aplicarlos en nuestro diario vivir. El creyente que no vive a Cristo de esta manera no puede ser llamado cristiano ni puede considerarse salvo. Tampoco debe llamarse evangélico ni hijo de Dios, porque esta es la esencia del Evangelio del Señor Jesucristo. El que dice ser cristiano y no vive a Cristo es un mentiroso; y los mentirosos no heredarán el reino de Dios ni tendrán la vida eterna (Apocalipsis 21:8).

Vivir a Cristo es vestirse de Él, ser su esclavo y adorarlo en espíritu y en verdad; pensar, hablar y actuar como él. Ser una carta de Cristo escrita por el Espíritu Santo del Dios vivo en tablas del corazón (2 Corintios 3:3). Además, vivir a Cristo conlleva la santidad, es decir, ser santo (separado para servirle a Dios) porque Él es santo, y sin santidad nadie verá a Dios ni podrá agradarle nunca (Hebreos 12:14).

 Es deber de todo cristiano presentar cada día su cuerpo en sacrificio vivo, santo y agradable ante ÉL, totalmente muerto al pecado y lleno del Espíritu Santo, sabiendo que nuestra redención está más cerca que nunca (Romanos 12:1).  

Este es el momento de reflexionar y meditar sobre lo que somos en Cristo, y de evaluar nuestra fe y relación con Él ¿Qué somos realmente? ¿Cuál es nuestra relación con Dios? ¿Estamos realmente viviendo a Cristo o simplemente jugamos a evangélicos o a cristianos porque nos gusta la iglesia o porque es lo que aprendimos de nuestros padres, o sencillamente, es la tradición? El que no vive a Cristo de forma personal y única, no heredará el reino de Dios.  La salvación no la da el asistir o ser miembro de una denominación llamada cristiana ni ninguna otra, llámese como se llame. La salvación de la humanidad sólo se encuentra en la muerte y resurrección del Señor Jesucristo, y en la permanencia y vivencia personal de sus palabras.

jueves, 6 de mayo de 2021

LAS IMPLICACIONES DE SER CRISTIANO

 

Maestra Guillermina Izquierdo Reinoso

Comunidad Cristina Metropolitana, AD, Santiago, RD.

Año 2020 

Muchos, al pensar sobre el cristianismo, lo visualizan tan solo como un credo o un código moral, o simplemente como un culto dirigido a Cristo. El cristianismo va mucho más allá que todos estos temas. Pues, sin las vivencias de un Cristo vivo no existe el cristianismo ¿Por qué? Porque el Evangelio del Señor Jesucristo es la base principal de fe de este movimiento religioso, ya que sus cimientos principales son el amor y el perdón.

Además, el evangelio del Señor Jesús es vivo, dinámico, de autoridad y poder (Romanos 1:16), transformador de vidas. Regenera al hombre y a la mujer que lo recibe como su única verdad de vida. Y por su nuevo estilo de vida ajustado a esta verdad, lo convierte en cristiano o cristiana (“Cristo” del griego “Khristos”- “Ungido”, “Mesías”, “Crisma”, y el sufijo “ano o ana”, significa “perteneciente”), lo que infiere que el o la creyente es “perteneciente a Cristo.

El que no ama a Dios con todo su corazón, emociones y fuerzas; y a su prójimo como se ama así mismo ni perdona las ofensas de los demás, no puede decir que conoce a Dios, que cree en ÉL; y mucho menos decir que es cristiano o sencillamente considerarse un hijo de Dios, mucho menos llamarse evangélico, porque la esencia de Dios es el amor; y el que no ama ni perdona no conoce a Dios, porque Dios es la fuente eterna del auténtico amor, y Jesucristo es Dios (1 Juan 4:7-9).

Si alguien dice creer en Dios, pero no obedece en todo su Palabra, no lo ha conocido ni puede decir que tiene fe ni que cree en ÉL, porque sin fe nadie puede agradarlo. El escritor a los Hebreos, en el capítulo 11 verso 6, dice: - “sin fe es imposible agradar a Dios. Porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que Él existe, y que recompensa a los que lo buscan”. Y si no aplica su Palabra a su forma de vida ni se ajusta a sus ordenanzas, preceptos y Ley, y no acepta a Jesucristo y sus enseñanzas como un regalo de amor y vida eterna, jamás debe considerarse hijo o hija de Dios, porque la Biblia nos enseña que hay una condición para adquirir este título.

El apóstol Juan nos dice en el primer capítulo de su Evangelio, versículos del 11 al 13, refiriendo a Jesucristo: Vino a los de su propio pueblo, y hasta ellos lo rechazaron; pero a todos los que creyeron en él y lo recibieron, les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios. Ellos nacen de nuevo, no mediante un nacimiento físico como resultado de la pasión o de la iniciativa humana, sino por medio de un nacimiento que proviene de Dios” (versión NTV). Para poder llamarnos hijos o hijas de Dios hay que creer en Jesucristo y a la vez recibirlo en nuestros corazones como el único y suficiente Señor de nuestras vidas.

El cristianismo es una nueva cultura de vida al estilo de la que vivió y enseñó el Señor Jesús cuando estuvo aquí en la tierra, y la que los apóstoles nos han dejado como ejemplo en Las Escrituras. El que no se ajusta a esta nueva manera de vivir no debe llamarse cristiano o cristina jamás.

Los apóstoles Pedro, Juan y Pablo en sus cartas nos enseñan cuales son las implicaciones del verdadero cristiano o cristiana (discípulo o discípula  de Cristo) de todos los tiempos. Por ejemplo, Pablo, hablándole a los filipenses sobre su experiencia con el Señor Jesucristo resalta lo que implica ser un verdadero cristiano. Nos enseña que el verdadero cristiano vive a Cristo. 

Él nos dice todo lo que tuvo que hacer para poder vivir a Jesucristo: - “Pero todo lo que para mí era ganancia, lo he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y aún más, yo estimo como pérdida todas las cosas en vista del incomparable valor de conocer a Cristo Jesús, mi Señor. Por Él lo he perdido todo, y lo considero como basura a fin de ganar a Cristo, y ser hallado en Él, no teniendo mi propia justicia derivada de la ley, sino la que es por la fe en Cristo, la justicia que procede de Dios sobre la base de la fe, y conocerlo a Él, el poder de Su resurrección y la participación en Sus padecimientos, llegando a ser como Él en Su muerte a fin de llegar a la resurrección de entre los muertos” (Filipense 4:7-11).

Pablo es el mejor modelo de lo que implica ser cristiano. Él es digno de que todos lo imitemos ¿Por qué? Porque:

1°. Se despojó de todo lo que hasta entonces había logrado en su vida: fama, títulos, estatus social, reputación, entre otros, considerándolo basura y dándolo como pérdida para ganar a Cristo.  Perder al mundo para ganar a Cristo.

2°. Echó a un lado todos sus conocimientos y sabidurías como fariseo (funcionario del gobierno central de los judíos, el Sanedrín), así como, su excelente formación académica, su reputación social y su ego, para conocer a Cristo. Dejarlo todo para vivir a Cristo, como nos los enseña el historiador Lucas en su Evangelio (14:26): cuando cita las palabras de Jesús cuando dijo: - «El que quiera seguirme tiene que amarme más que a su padre, a su madre, a su esposa y a sus hijos; más que a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso más que a su propia vida. De lo contrario, no podrá ser mi discípulo (versión NBV).

3°. Crucificó y sepultó su carácter y forma de pensar juntamente con Cristo, para que su cuerpo de pecado fuera destruido y jamás volviera ser esclavo del pecado sino del Espíritu Santo y siervo de la justicia, siendo santificado por ella (Romanos 6:6,18,22).

4°. La prioridad de Pablo era conocer íntimamente a Jesucristo para hacerlo su amigo inseparable a través de la fe, como lo enseñan Pedro y Juan en sus primeras cartas, ya que Pablo no era un testigo ocular de Jesús (no anduvo con él durante su ministerio aquí en la tierra). Tuvo un encuentro personal con él muchos años después de su ascensión (Hechos cap. 9).  Cumpliéndose en él lo que Pedro dice en su primera carta: “…. a quien, sin haber visto, ustedes lo amany a quien ahora no ven, pero creen en Él, y se regocijan grandemente con gozo inefable y lleno de gloria, obteniendo, como resultado de su fe, la salvación de sus almas” (1 Pedro 1:8). Por la fe en Cristo somos salvos.

Y Juan enfatiza: “Y sabemos que el Hijo de Dios ha venido y nos ha dado entendimiento a fin de que conozcamos a Aquel que es verdadero; y nosotros estamos en Aquel que es verdadero, en Su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios y la vida eterna” (1Juan 5:20). El cristiano es aquel que está en y con Cristo, el verdadero Dios, y tiene el entendimiento para conocer, retener, guardar, vivir y enseñar su evangelio, porque Cristo es el verdadero Dios.

5°. Pablo confió plenamente en Cristo como su Salvador personal para ser hallado por él justo, no por su propia justicia ni por la justicia de la ley, ni por ser un hombre bueno, sino por la justicia que nos viene cuando somos perdonados y justificados por su muerte en la cruz. Aquella que se da por la fe, no por las obras buenas que hagamos, para que no nos gloriemos, como si fuera cosa nuestra, sino que es un regalo de Dios. Ninguna persona tiene el valor ni el deseo de buscar a Dios por sí misma. Dios nos busca primero y por su gracia alcanzamos salvación.

6°. Pablo Obedeció en todo a Cristo como el Señor de su vida. Muchos llamados cristianos de estos tiempos descuidan el señorío de Cristo en sus vidas, al igual que en los tiempos de Pablo. Estos les dan créditos de labios para fuera, pero su corazón está muy lejos de Él. No quieren que Él lleve las riendas de sus vidas por eso no se someten en todo a su Palabra. Otros lo mencionan de manera cortés, llamándolo: “mi Señor o el Señor “, pero jamás se dedican a hacer lo que Él le dice que hagan. Es una expresión divorciada totalmente del verdadero señorío de Cristo. Es como si fuera un cumplido y esto no agrada a Dios, pues es señal de hipocresía. Dios es el único que conoce las intenciones de nuestros corazones, por lo que no lo podemos engañar jamás (Jeremías 17:10). En cambio, si guardamos las enseñanzas de Cristo seremos verdaderamente sus discípulos, y su verdad nos convierte en seres libres (Juan 8:31-32).

7°. Pablo vivió a Cristo en su carne, mente y corazón. Hizo morir su ego para que Jesucristo viviera en él. Guardó su corazón y mente para que Dios siempre estuviera con él (Filipenses 4:7-9).  Decía: -Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, más vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20).  - “Por tanto, hemos sido sepultados con Él por medio del bautismo para muerte, a fin de que como Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en novedad de vida (en vida nueva)” (Romanos 6:4). … - “Sabemos esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado con Cristo, para que nuestro cuerpo de pecado fuera destruido, a fin de que ya no seamos esclavos del pecado; porque el que ha muerto, ha sido libertado del pecado” (Romanos 6:6-7). … - Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, más el espíritu vive a causa de la justicia” (Romanos 8:10).

En conclusión, ser cristiano o cristiana implica:

  •  Morir de una vez y para siempre al pecado.
  • Tener las cosas del mundo como basura para ganar a Jesucristo.
  • Dejarlo todo por Cristo. Es decir, que Jesucristo pase a ser la prioridad de nuestra vida. Porque él es la vida misma y la luz de la humanidad (Juan 1:4, 14:6).
  • Conocer a Cristo como su amigo personal y mantener una relación íntima con él.
  •  Confiar en él como su salvador y Señor (dejar en sus manos la rienda de nuestras vidas a través de su Espíritu Santo).
  • Obedecerlo en todo, poniendo en práctica cada una de sus enseñanzas.
  • Vivir a Cristo con todo nuestro ser para honra y gloria de su nombre, en todo tiempo y circunstancias de nuestra vida terrenal.

Es imposible ser cristiano sin tomar en cuenta estos conceptos y aplicarlos en nuestro diario vivir. El creyente que no vive a Cristo de esta manera no puede ser llamado cristiano ni puede considerarse salvo. Tampoco debe llamarse evangélico ni hijo de Dios, porque esta es la esencia del Evangelio del Señor Jesucristo. El que dice ser cristiano y no vive a Cristo es un mentiroso; y los mentirosos no heredarán el reino de Dios ni tendrán la vida eterna (Apocalipsis 21:8).

Vivir a Cristo es vestirse de Él, ser su esclavo y adorarlo en espíritu y en verdad; pensar, hablar y actuar como él. Ser una carta de Cristo escrita por el Espíritu Santo del Dios vivo en tablas del corazón (2 Corintios 3:3). Además, vivir a Cristo conlleva la santidad, es decir, ser santo (separado para servirle a Dios) porque Él es santo, y sin santidad nadie verá a Dios ni podrá agradarle nunca (Hebreos 12:14). Es deber de todo cristiano presentar cada día su cuerpo en sacrificio vivo, santo y agradable ante ÉL, totalmente muerto al pecado y lleno del Espíritu Santo, sabiendo que nuestra redención está más cerca que nunca (Romanos 12:1).  

Este es el momento de reflexionar y meditar sobre lo que somos en Cristo, y de evaluar nuestra fe y relación con Él ¿Qué somos realmente? ¿Cuál es nuestra relación con Dios? ¿Estamos realmente viviendo a Cristo o simplemente jugamos a evangélicos o a cristianos porque nos gusta la iglesia o porque es lo que aprendimos de nuestros padres, o sencillamente, es la tradición? El que no vive a Cristo de forma personal y única, no heredará el reino de Dios.  La salvación no la da el asistir o ser miembro de una denominación llamada cristiana ni ninguna otra, llámese como se llame. La salvación de la humanidad sólo se encuentra en la muerte y resurrección del Señor Jesucristo, y en la permanencia y vivencia personal de su Palabra (la Biblia).

¡Imposible no verte!