¡¿Un
gusto al año, no hace daño?!
¡Un
gustazo, un trancazo!
Guillermina Izquierdo Reinoso
Muchas personas usan con frecuencia dichos
como: “un gusto al año no hace daño” “un
gustazo, un trancazo”. Es la manera de decir- “aunque sé que hacer esto o aquello puede dañar mi cuerpo, mi alma o mi espíritu, y hasta las personas que amo, lo voy a hacer, porque un gusto en la
vida vale la pena, y una vez al año no hace daño”. Sus ojos se ensanchan
ante el objetivo visualizado. El corazón se agita de emoción y las maripositas
revolotean en el estómago sin parar, hasta haber cumplido con el gustazo o el
deseo, que casi siempre es desordenado y pecaminoso, entonces se da lo del dicho
“un gustazo, un trancazo”.
Y
luego del gustazo dado nos llega el amargo sabor de lo que hicimos. Nuestra
alma se entristece y pierde la paz. Nuestro espíritu nos presenta la orden “ARREPIÉNTETE”, como el titilar de una estrella grande ante nuestros ojos. El
corazón nos duele. Pasamos días con un gran malestar en todo nuestro cuerpo.
Hasta llegamos a decir- “me arrepiento de
haber hecho esto o tal cosa”, “no debí haberme metido en esto”.
Hay
quien llega hasta arrepentirse con sinceridad y permanecer un tiempo sin volver
a incurrir en el hecho. Pero como la naturaleza humana se inclina más hacia el
mal, vuelve a sus mismos vómitos sin pensarlo dos veces. Mientras que, para
otros, el arrepentimiento es tan fuerte que se allegan a un consejero
espiritual o a un profesional de la conducta buscando ayuda para sanar, porque
por sí mismo no lo pueden lograr, o simplemente confiesan su pecado al ser que
ofendió, prometiendo no volver a cometer el hecho. Esperan con paciencia que el
tiempo borre su amargor. Y es posible que lo logre, siempre y cuando tenga la
madurez suficiente para someter su voluntad hacia el bien.
Pero son muchos que giran dentro de un
circulo vicioso de arrepentimientos y volver al gustazo, hasta que llega el día
en que el gustazo, aunque cada vez más los trancazos sean más fuertes, se les
convierte en algo normal o natural- “Lo
que quiero lo tengo a como dé lugar, aunque me lleve quien no me trajo y aunque
mi conciencia me siga diciendo, que lo que hago está mal”. Sigue en sus
pasiones desordenadas y desobedeciendo a Dios, como si no tuviera que darle
cuentas a nadie, y no sabe que un día todos hemos de dar cuentas a Dios de cada
cosa que hicimos (Eclesiástes 11:9, Apocalipsis 20:12,13; Hebreos 9:27) y hasta
de las que dejamos de hacer, que debíamos haber hecho.
No solo el ser humano en algún momento de
su vida les llega este sentimiento, el arrepentimiento, también Dios, el
creador del universo y de todo ser viviente, en varias ocasiones, se sitió dolido
y arrepentido (Génesis 6:5,6) de haber creado a la especie humana, viendo que
esta siempre se inclinaba a hacer el mal. Se daña a sí misma y destruye a los
demás sin contemplación. Violenta con frecuencia las leyes, principios y normas
establecidas por su Creador para la preservación de su vida y la buena interacción
social en colectividad.
La primera vez que Dios tuvo este
sentimiento, ideó un plan para hacer desaparecer de la faz de la tierra a todo
lo que había creado, no solo al ser humano, también a todos los animales, pues
era grande su arrepentimiento y el dolor que sentía por haberlos creados (Génesis 6:7). Envió un gran diluvio que no paró
durante 40 días con sus noches, hasta que todo desapareció de la superficie de
la tierra. Solo se salvó Noé, y con él su esposa, sus tres hijos con sus esposas y los animales seleccionados. Un hombre correcto y justo ante los ojos
de Dios (Génesis 7:7,21).
Después de este acontecimiento, Jehová
Dios, volvió a tener este sentimiento. Se arrepintió de haber destruido su creación con un diluvio. Su arrepentimiento fue tan genuino, que hizo un pacto
con Noé de no volver a destruir la tierra con agua. Y como recordatorio de
este acuerdo hizo aparecer en las nubes un arco colorido, el cual aparece desde
entonces, después de caer la lluvia, hasta hoy, conocido con el nombre de
arcoíris (Génesis 9:11-17). De ahí el
origen de este fenómeno natural.
El arrepentimiento es la alerta que nos
da nuestro espíritu, impulsado por el Espíritu de Dios, cuando hemos hechos
algo que nos ha producido dolor, preocupación e inquietud, que nos aleja de
Dios, que daña nuestro cuerpo y nos quita la paz.
Jehová Dios, en su infinito amor y misericordia (Romanos 5:8) hizo un último pacto con los seres humanos, a través de su Hijo Jesús. Lo
entregó para que muriera crucificado en una cruz, en plena flor de su juventud, sin nunca
haber cometido ningún tipo de delito, a fin de pagar la deuda del hombre y de
la mujer que venían arrastrando desde el huerto Edén, cuando desobedecieron por
primera vez a Dios.
En
este nuevo acuerdo se pacta que todo el que creyera en Jesucristo y recibiera
su gran sacrificio, y se arrepintiera de todo corazón e hiciera morir su cuerpo
al pecado (Romanos 8:10), éste alzaría el perdón y estaría libre de la ira
venidera de Dios, que aún está vigente, a causa del dolor y el arrepentimiento
que siempre ha sentido de haber creado al ser humano, por su constante desobediencia,
y alcanzaría la salvación, no solo la de su alma para la vida en la eternidad,
sino, para vivir armoniosamente y en amor con Dios y su prójimo durante su estadía en la tierra.
La persona que se contrista por sus hechos
y delitos, y se arrepiente con todo su ser, y si busca el perdón de Dios con
fe, de seguro que lo encontrará (Salmo 51:17). Luego, Jesucristo le da las fuerzas, si se mantiene fiel a
sus enseñanzas (Filipenses 4:13), para que no vuelva a caer en el círculo
vicioso del pecado, ya que Él está consiente de que somos carne, y como carne, somos muy débiles. Entonces, Espíritu Santo viene y hace su papel, le habla a esa persona para ponerla en alerta cuando se
encuentre amenazada por la tentación. Le ayuda en sus debilidades e intercede por ella ante el Padre Dios (Romanos 8:26).
El que se arrepiente de verdad de sus
acciones pecaminosas, da testimonio y frutos de arrepentimiento (Mateo 3:8). No solo dice con palabras que está arrepentido/arrepentida y que no lo volverá a hacer, sino, que hace una auto-orden de alejamiento del
punto de contaminación para siempre. Pero antes, debe crucificarse con Cristo y
nacer de nuevo del agua y del Espíritu, para adquirir la naturaleza de Dios, ya
que hemos sido creados a su imagen y semejanza, y vivir una vida de obediencia
y sometimiento a su Palabra. Y si tenemos una recaída, como puede suceder
porque somos débiles, tenemos a Jesucristo, quien es nuestro abogado y nos
levanta (1 Juan 2:1). Pero lo que nuca debemos hacer es pecar deliberadamente.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario