miércoles, 11 de abril de 2018

EL ARREPENTIMIENTO DE CORAZÓN ALCANZA EL PERDÓN




¡¿Un gusto al año, no hace daño?!
¡Un gustazo, un trancazo!

Guillermina Izquierdo Reinoso

     Muchas personas usan con frecuencia dichos como: “un gusto al año no hace daño” “un gustazo, un trancazo”. Es la manera de decir- “aunque sé que hacer esto o aquello puede dañar mi cuerpo, mi alma o mi espíritu, y hasta las personas que amo, lo voy a hacer, porque un gusto en la vida vale la pena, y una vez al año no hace daño”. Sus ojos se ensanchan ante el objetivo visualizado. El corazón se agita de emoción y las maripositas revolotean en el estómago sin parar, hasta haber cumplido con el gustazo o el deseo, que casi siempre es desordenado y pecaminoso, entonces se da lo del dicho “un gustazo, un trancazo”.

      Y luego del gustazo dado nos llega el amargo sabor de lo que hicimos. Nuestra alma se entristece y pierde la paz. Nuestro espíritu nos presenta la orden “ARREPIÉNTETE”, como el titilar de una estrella grande ante nuestros ojos. El corazón nos duele. Pasamos días con un gran malestar en todo nuestro cuerpo. Hasta llegamos a decir- “me arrepiento de haber hecho esto o tal cosa”, “no debí haberme metido en esto”.

      Hay quien llega hasta arrepentirse con sinceridad y permanecer un tiempo sin volver a incurrir en el hecho. Pero como la naturaleza humana se inclina más hacia el mal, vuelve a sus mismos vómitos sin pensarlo dos veces. Mientras que, para otros, el arrepentimiento es tan fuerte que se allegan a un consejero espiritual o a un profesional de la conducta buscando ayuda para sanar, porque por sí mismo no lo pueden lograr, o simplemente confiesan su pecado al ser que ofendió, prometiendo no volver a cometer el hecho. Esperan con paciencia que el tiempo borre su amargor. Y es posible que lo logre, siempre y cuando tenga la madurez suficiente para someter su voluntad hacia el bien.

     Pero son muchos que giran dentro de un circulo vicioso de arrepentimientos y volver al gustazo, hasta que llega el día en que el gustazo, aunque cada vez más los trancazos sean más fuertes, se les convierte en algo normal o natural- “Lo que quiero lo tengo a como dé lugar, aunque me lleve quien no me trajo y aunque mi conciencia me siga diciendo, que lo que hago está mal”. Sigue en sus pasiones desordenadas y desobedeciendo a Dios, como si no tuviera que darle cuentas a nadie, y no sabe que un día todos hemos de dar cuentas a Dios de cada cosa que hicimos (Eclesiástes 11:9, Apocalipsis 20:12,13; Hebreos 9:27) y hasta de las que dejamos de hacer, que debíamos haber hecho.  

     No solo el ser humano en algún momento de su vida les llega este sentimiento, el arrepentimiento, también Dios, el creador del universo y de todo ser viviente, en varias ocasiones, se sitió dolido y arrepentido (Génesis 6:5,6) de haber creado a la especie humana, viendo que esta siempre se inclinaba a hacer el mal. Se daña a sí misma y destruye a los demás sin contemplación. Violenta con frecuencia las leyes, principios y normas establecidas por su Creador para la preservación de su vida y la buena interacción social en colectividad.

     La primera vez que Dios tuvo este sentimiento, ideó un plan para hacer desaparecer de la faz de la tierra a todo lo que había creado, no solo al ser humano, también a todos los animales, pues era grande su arrepentimiento y el dolor que sentía por haberlos creados (Génesis 6:7).  Envió un gran diluvio que no paró durante 40 días con sus noches, hasta que todo desapareció de la superficie de la tierra. Solo se salvó Noé, y con él su esposa, sus tres hijos con sus esposas y los animales seleccionados. Un hombre correcto y justo ante los ojos de Dios (Génesis 7:7,21).

     Después de este acontecimiento, Jehová Dios, volvió a tener este sentimiento. Se arrepintió de haber destruido su creación con un diluvio. Su arrepentimiento fue tan genuino, que hizo un pacto con Noé de no volver a destruir la tierra con agua. Y como recordatorio de este acuerdo hizo aparecer en las nubes un arco colorido, el cual aparece desde entonces, después de caer la lluvia, hasta hoy, conocido con el nombre de arcoíris  (Génesis 9:11-17).  De ahí el origen de este fenómeno natural.  
  
     El arrepentimiento es la alerta que nos da nuestro espíritu, impulsado por el Espíritu de Dios, cuando hemos hechos algo que nos ha producido dolor, preocupación e inquietud, que nos aleja de Dios, que daña nuestro cuerpo  y nos quita la paz.

     Jehová Dios, en su infinito amor y misericordia (Romanos 5:8)  hizo un último pacto con los seres humanos, a través de su Hijo Jesús. Lo entregó para que muriera crucificado en una cruz, en plena flor de su juventud, sin nunca haber cometido ningún tipo de delito, a fin de pagar la deuda del hombre y de la mujer que venían arrastrando desde el huerto Edén, cuando desobedecieron por primera vez a Dios.

      En este nuevo acuerdo se pacta que todo el que creyera en Jesucristo y recibiera su gran sacrificio, y se arrepintiera de todo corazón e hiciera morir su cuerpo al pecado (Romanos 8:10), éste alzaría el perdón y estaría libre de la ira venidera de Dios, que aún está vigente, a causa del dolor y el arrepentimiento que siempre ha sentido de haber creado al ser humano, por su constante desobediencia, y alcanzaría la salvación, no solo la de su alma para la vida en la eternidad, sino, para vivir armoniosamente y en amor con Dios y su prójimo durante su estadía en la tierra.  

     La persona que se contrista por sus hechos y delitos, y se arrepiente con todo su ser, y si busca el perdón de Dios con fe, de seguro que lo encontrará (Salmo 51:17). Luego, Jesucristo le da las fuerzas, si se mantiene fiel a sus enseñanzas (Filipenses 4:13), para que no vuelva a caer en el círculo vicioso del pecado, ya que Él está consiente de que somos carne, y como carne, somos muy débiles. Entonces, Espíritu Santo viene y hace su papel, le habla a esa persona para ponerla en alerta cuando se encuentre amenazada por la tentación. Le ayuda en sus debilidades e intercede por ella ante el Padre Dios (Romanos 8:26).

     El que se arrepiente de verdad de sus acciones pecaminosas, da testimonio y frutos de arrepentimiento (Mateo 3:8).  No solo dice con palabras que está arrepentido/arrepentida y que no lo volverá a hacer, sino, que hace una auto-orden de alejamiento del punto de contaminación para siempre. Pero antes, debe crucificarse con Cristo y nacer de nuevo del agua y del Espíritu, para adquirir la naturaleza de Dios, ya que hemos sido creados a su imagen y semejanza, y vivir una vida de obediencia y sometimiento a su Palabra. Y si tenemos una recaída, como puede suceder porque somos débiles, tenemos a Jesucristo, quien es nuestro abogado y nos levanta (1 Juan 2:1). Pero lo que nuca debemos hacer es pecar deliberadamente.     
   




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