El
espejo no guarda secretos,
es totalmente indiscreto
Guillermina Izquierdo Reinoso
El espejo no esconde ningún
secreto. Es el objeto más indiscreto. Para
la mayoría de las mujeres, especialmente si son adolescentes o adultas jóvenes,
es su mejor amigo. Lo llevan consigo a todos lados. Hasta la pantalla de su móvil lo confunden
con uno de ellos. Mientras que, para
otras es su enemigo. Lo usan con reservas y por una necesidad extrema. Temen
que, al colocarse frente a él, comience a subrayarle cada uno de sus defectos y
le diga- “oye, te estas poniendo vieja, …
qué fea te ves…”- y se meten en pánico, entonces, comienzan a hacer planes
para verse mejor. Otras, tratan de ignorarlo para evitar sus miedos.
¿Y que tal de los hombres? Los narcisistas lo adoran. Cuando se
encuentran con algunos de ellos no resisten la tentación de explorar cada
rincón de su cuerpo. Sacan los músculos para ver cuán desarrollados están o que
tan macho se ven. Para ellos no es un objeto indiscreto, sino su pana, porque
le subraya lo bello de su cuerpo. Mientras que, para otros, sólo es un guía
para higienizar o retirar su barba. No se detienen a meditar sobre sus
defectos.
En la Biblia encontramos un
espejo especial. En la puerta del tabernáculo (Lugar donde los hebreos tenían colocada el arca del Testamento y Dios hablaba al
pueblo a través del sumo sacerdote) había una fuente de bronce con su base cubierta de
espejos. Esta fuente era para que Aarón y sus hijos (sacerdotes levitas) se
lavaran bien las manos y los pies antes de entrar al lugar santo. Y mientras se
lavaban, debían mirar a través de los espejos sus impurezas, y hasta que no
estuvieran bien limpios no debían entrar, porque podían morir (Éxodo;30:17-21; 38:8;).
No solo encontramos en la
Biblia este tipo de espejo. En cada libro podemos ver varios de ellos, desde el
Antiguo al Nuevo Testamento, enmarcados en la vida de hombres y mujeres
históricos que le creyeron a Dios e hicieron su voluntad. Que siendo humanos tan
imperfectos como nosotros/as, fueron transformados con un propósito y hoy nos
sirven de espejos para ver nuestras imperfecciones en sus tres dimensiones: alma,
cuerpo y espíritu, y poder convertirnos en mejores personas, que sigan también
un propósito. Espejos que reflejan lo que está más allá de nuestros ojos.
Pero hay algunos grupos extremistas
que no les interesan esos espejos, sino algunos conceptos del Antiguo Testamento,
a fin de satisfacer su ego; por lo que han hecho un estrato con las cosas que
les conviene, creando espejos de grandeza y poder. Llegándose a creer que son
los únicos dueños de Dios (Jehová, Yahvé, Alá (Allāh)). Sus favoritos. los puros. Los demás,
como son infieles, no tienen derecho ni siquiera a estar vivos, y buscan todos
los medios para hacerlos desaparecer de la tierra.
Otros diferentes a éstos, dicen
creer en Dios, pero le tienen pánico a la Biblia y al concepto Cristo, porque
se han encontrado con algún falso maestro que la ha fraccionado a su antojo, para
manipular la voluntad de sus seguidores y hacer con ellos todo lo que satisface
sus intereses, llegando hasta a escribir su propia biblia. Sus feligreses los
siguen bajo hipnotismo.
Hay quienes la leen por
religiosidad o por hábitos simplemente, o al azar, o la tienen siempre abierta
en el Salmo 91, como si fuera un espanta pájaros. Evitan o no les interesa detenerse ante los
espejos. Temen tener
un encuentro con sigo mismos y ver todo lo que llevan por dentro. Están muy
apegados a la vanidad de su mente y a la religión que le enseñaron sus ancestros, que no le permite ver mas allá de sus ojos. Se sienten bien como están, pero su espíritu no
crece.
Cuando te encuentras ante
espejos como el de Jesús o de algunos de sus discípulos, o en el espejo de los
mandamientos de Moisés (dictados por Jehová Dios) y te detienes ante ellos, verás
al desnudo tu alma, la manera de cómo actúa y piensa tu espíritu, y cómo anda
la salud de tu cuerpo. Si reflexionas sobre tus impurezas, tu vida puede cambiar
y con ella, el mundo.
Al mirarnos en el espejo de
Moisés (Éxodo 20), por ejemplo, descubrimos que matar física y/o psicológicamente a alguien
está prohibido, porque la vida la da Dios, y sólo Él puede quitarla cuando
quiera. Además, te puedes dar cuenta que no debes desear la mujer o el marido
ajeno, porque eso es adulterio, y los adúlteros no tienen parte en el reino de
los cielos. Con tan sólo desearlo en tu mente, ya estás en falta con Dios.
Tampoco debes desear ningunos de sus bienes, pues cada uno tiene derecho a
poseer lo suyo y a tener un rinconcito en este mundo. Y debes esforzarte para
obtenerlo por tus propios medios. Esto es tratar de procurar la paz.
Y cuando te miras en el espejo
del Señor Jesús, descubres que debes perdonar a los que te ofenden, orar por
los enemigos, bendecir a los que te maldicen y te ultrajan (Mateo 5:44), así
como, amar a tu prójimo como te amas a ti mismo/a y no hacer con ellos lo que no quieres que hagan
contigo; y amar a Dios con todas tus
fuerzas, con toda tu mente y corazón (Marcos
12;31,33), por encima de toda la vanidad de tus pensamientos, deseos y pasiones
carnales, y demás cosas.
Si te detienes a reflexionar
ante los espejo de los profetas, cuyas voces insisten en que debes ser amable,
misericordioso/a, bondadoso/a, amoroso/a, tolerante, solidario para con todas
las personas que te rodean; además de que, puedes amar a tu mujer como amas y
cuidas de ti mismo, que puedes amar y respetar a tu marido, y que no es difícil
amar y cuidar de tus hijos e hijas sin abusar de ellos, y que los hijos deben
honrar en el Señor a sus padres, para así tener éxitos en la vida y morir de
vejez; entonces, empiezas a comprender
que puedes darle otro giro a tu vida. Que tus imperfecciones pueden ser curadas
y que puedes cambiar, y hacer que cambie el mundo.
En la fuente del tabernáculo
solamente podían lavarse Aarón y sus hijos para limpiar sus impurezas con agua.
Pero cuando Jesús se entregó como ofrenda a morir en la cruz por nuestras
impurezas, su sangre llenó esa fuente y la puso a disposición de todo el que
recibiera su sacrificio, y por medio de la fe, se meta en ella y se lave de
cuerpo entero, por dentro y por fuera, y naciera de nuevo. Pero, sin olvidar
que hay un requisito previo, el mirarse en el espejo de la fuente primero,
reconocer su imperfecciones, pecados y delitos, sentir dolor y arrepentirse de
cada uno de ellos, para tener derecho a sumergirse luego en la fuente y salir
de ella totalmente limpio a iniciar una vida nueva.
¡¿Por qué es tan difícil creer en esto y
ponerlo en práctica?! ¿A quién le hace
daño que yo quiera ser limpio/a, diferente, transformado/a, para mi propio bien
y el bienestar de los demás? ¿Por qué tenerle miedo a mirarme en los espejos de
la Biblia, si soy capaz de leer todo lo que caiga en mis manos sin ningún problema
y me atrevo a imitar a otros con facilidad sin tomar en cuenta que tipo de personas son?
¿Por qué no indagar de manera
personal sobre el carácter y la vida de Cristo, a fin de tratar de vivir y ser
como él, si sus enseñanzas no son gravosas? ¿Por qué negarlo, si somos capaces
de escuchar y serle fiel a las mentiras de los engañadores y manipuladores?
¿Por qué tenerle miedo a lo que refleje de mí el espejo? ¿Por qué ignorarlo, si
él solo trata de mostrarme mis debilidades para que intente superarlas?
Detengámonos ante nuestro espejo
y dejemos que refleje todas nuestras impurezas, no sólo las que están a simple
ojos, sino, aquellas que guardamos en el alma. Aquellos pensamientos e ideas
que tenemos encerrados en nuestro espíritu que no nos dejan tener paz ni
relacionarnos con respeto, tolerancia y amor con los demás. Que no nos dejan avanzar como
un buen ser humano, sin egoísmo. ¿Por qué no intentarlo? ¿Por qué no ir a la
fuente a lavarnos? No hay nadie perfecto en este mundo. Perfecto es sólo Dios Padre, el Señor Jesús y el Espíritu Santo, los tres en
uno que dan testimonio en el cielo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario