lunes, 30 de abril de 2018

Una mirada reflexiva a través del espejo


El espejo no guarda secretos, 
es totalmente indiscreto

Guillermina Izquierdo Reinoso

     El espejo no esconde ningún secreto. Es el objeto más indiscreto.  Para la mayoría de las mujeres, especialmente si son adolescentes o adultas jóvenes, es su mejor amigo. Lo llevan consigo a todos lados.  Hasta la pantalla de su móvil lo confunden con uno de ellos.  Mientras que, para otras es su enemigo. Lo usan con reservas y por una necesidad extrema. Temen que, al colocarse frente a él, comience a subrayarle cada uno de sus defectos y le diga- “oye, te estas poniendo vieja, … qué fea te ves…”- y se meten en pánico, entonces, comienzan a hacer planes para verse mejor. Otras, tratan de ignorarlo para evitar sus miedos.

     ¿Y que tal de los hombres?   Los narcisistas lo adoran. Cuando se encuentran con algunos de ellos no resisten la tentación de explorar cada rincón de su cuerpo. Sacan los músculos para ver cuán desarrollados están o que tan macho se ven. Para ellos no es un objeto indiscreto, sino su pana, porque le subraya lo bello de su cuerpo. Mientras que, para otros, sólo es un guía para higienizar o retirar su barba. No se detienen a meditar sobre sus defectos.

      En la Biblia encontramos un espejo especial. En la puerta del tabernáculo (Lugar donde los hebreos tenían colocada el arca del Testamento y Dios hablaba al pueblo a través del sumo sacerdote) había una fuente de bronce con su base cubierta de espejos. Esta fuente era para que Aarón y sus hijos (sacerdotes levitas) se lavaran bien las manos y los pies antes de entrar al lugar santo. Y mientras se lavaban, debían mirar a través de los espejos sus impurezas, y hasta que no estuvieran bien limpios no debían entrar, porque podían morir (Éxodo;30:17-21; 38:8;).

    No solo encontramos en la Biblia este tipo de espejo. En cada libro podemos ver varios de ellos, desde el Antiguo al Nuevo Testamento, enmarcados en la vida de hombres y mujeres históricos que le creyeron a Dios e hicieron su voluntad. Que siendo humanos tan imperfectos como nosotros/as, fueron transformados con un propósito y hoy nos sirven de espejos para ver nuestras imperfecciones en sus tres dimensiones: alma, cuerpo y espíritu, y poder convertirnos en mejores personas, que sigan también un propósito. Espejos que reflejan lo que está más allá de nuestros ojos.

   Pero hay algunos grupos extremistas que no les interesan esos espejos, sino algunos conceptos del Antiguo Testamento, a fin de satisfacer su ego; por lo que han hecho un estrato con las cosas que les conviene, creando espejos de grandeza y poder. Llegándose a creer que son los únicos dueños de Dios (Jehová, Yahvé, Alá (Allāh)). Sus favoritos. los puros. Los demás, como son infieles, no tienen derecho ni siquiera a estar vivos, y buscan todos los medios para hacerlos desaparecer de la tierra. 

   Otros diferentes a éstos, dicen creer en Dios, pero le tienen pánico a la Biblia y al concepto Cristo, porque se han encontrado con algún falso maestro que la ha fraccionado a su antojo, para manipular la voluntad de sus seguidores y hacer con ellos todo lo que satisface sus intereses, llegando hasta a escribir su propia biblia. Sus feligreses los siguen bajo hipnotismo.

    Hay quienes la leen por religiosidad o por hábitos simplemente, o al azar, o la tienen siempre abierta en el Salmo 91, como si fuera un espanta pájaros. Evitan o no les interesa detenerse ante los espejos.  Temen tener un encuentro con sigo mismos y ver todo lo que llevan por dentro. Están muy apegados a la vanidad de su mente y a la religión que le enseñaron sus ancestros, que no le permite ver mas allá de sus ojos. Se sienten bien como están, pero su espíritu no crece.  

    Cuando te encuentras ante espejos como el de Jesús o de algunos de sus discípulos, o en el espejo de los mandamientos de Moisés (dictados por Jehová Dios) y te detienes ante ellos, verás al desnudo tu alma, la manera de cómo actúa y piensa tu espíritu, y cómo anda la salud de tu cuerpo. Si reflexionas sobre tus impurezas, tu vida puede cambiar y con ella, el mundo.

   Al mirarnos en el espejo de Moisés (Éxodo 20), por ejemplo, descubrimos que matar física y/o psicológicamente a alguien está prohibido, porque la vida la da Dios, y sólo Él puede quitarla cuando quiera. Además, te puedes dar cuenta que no debes desear la mujer o el marido ajeno, porque eso es adulterio, y los adúlteros no tienen parte en el reino de los cielos. Con tan sólo desearlo en tu mente, ya estás en falta con Dios. Tampoco debes desear ningunos de sus bienes, pues cada uno tiene derecho a poseer lo suyo y a tener un rinconcito en este mundo. Y debes esforzarte para obtenerlo por tus propios medios. Esto es tratar de procurar la paz.

     Y cuando te miras en el espejo del Señor Jesús, descubres que debes perdonar a los que te ofenden, orar por los enemigos, bendecir a los que te maldicen y te ultrajan (Mateo 5:44), así como, amar a tu prójimo como te amas a ti mismo/a y  no hacer con ellos lo que no quieres que hagan contigo;  y amar a Dios con todas tus fuerzas, con toda tu mente y  corazón (Marcos 12;31,33), por encima de toda la vanidad de tus pensamientos, deseos y pasiones carnales, y demás cosas.  

    Si te detienes a reflexionar ante los espejo de los profetas, cuyas voces insisten en que debes ser amable, misericordioso/a, bondadoso/a, amoroso/a, tolerante, solidario para con todas las personas que te rodean; además de que, puedes amar a tu mujer como amas y cuidas de ti mismo, que puedes amar y respetar a tu marido, y que no es difícil amar y cuidar de tus hijos e hijas sin abusar de ellos, y que los hijos deben honrar en el Señor a sus padres, para así tener éxitos en la vida y morir de vejez; entonces, empiezas a comprender que puedes darle otro giro a tu vida. Que tus imperfecciones pueden ser curadas y que puedes cambiar, y hacer que cambie el mundo.

   En la fuente del tabernáculo solamente podían lavarse Aarón y sus hijos para limpiar sus impurezas con agua. Pero cuando Jesús se entregó como ofrenda a morir en la cruz por nuestras impurezas, su sangre llenó esa fuente y la puso a disposición de todo el que recibiera su sacrificio, y por medio de la fe, se meta en ella y se lave de cuerpo entero, por dentro y por fuera, y naciera de nuevo. Pero, sin olvidar que hay un requisito previo, el mirarse en el espejo de la fuente primero, reconocer su imperfecciones, pecados y delitos, sentir dolor y arrepentirse de cada uno de ellos, para tener derecho a sumergirse luego en la fuente y salir de ella totalmente limpio a iniciar una vida nueva.

     ¡¿Por qué es tan difícil creer en esto y ponerlo en práctica?!  ¿A quién le hace daño que yo quiera ser limpio/a, diferente, transformado/a, para mi propio bien y el bienestar de los demás? ¿Por qué tenerle miedo a mirarme en los espejos de la Biblia, si soy capaz de leer todo lo que caiga en mis manos sin ningún problema y me atrevo a imitar a otros con facilidad sin tomar en cuenta que tipo de personas son? 

    ¿Por qué no indagar de manera personal sobre el carácter y la vida de Cristo, a fin de tratar de vivir y ser como él, si sus enseñanzas no son gravosas? ¿Por qué negarlo, si somos capaces de escuchar y serle fiel a las mentiras de los engañadores y manipuladores? ¿Por qué tenerle miedo a lo que refleje de mí el espejo? ¿Por qué ignorarlo, si él solo trata de mostrarme mis debilidades para que intente superarlas?

     Detengámonos ante nuestro espejo y dejemos que refleje todas nuestras impurezas, no sólo las que están a simple ojos, sino, aquellas que guardamos en el alma. Aquellos pensamientos e ideas que tenemos encerrados en nuestro espíritu que no nos dejan tener paz ni relacionarnos con respeto, tolerancia y amor con los demás. Que no nos dejan avanzar como un buen ser humano, sin egoísmo. ¿Por qué no intentarlo? ¿Por qué no ir a la fuente a lavarnos? No hay nadie perfecto en este mundo. Perfecto es sólo  Dios Padre, el  Señor Jesús y el Espíritu Santo, los tres en uno que dan testimonio en el cielo.











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