martes, 20 de noviembre de 2018

CONOCIENDO LA FE CRISTIANA A TRAVÉS DE LAS EPÍSTOLAS FILIPENSES Y 1 Y 2 DE TESALONICENSES DEL APOSTOL PABLO


Introducción

Filipos, llamada así en honor al padre de Alejandro Magno, quien la invadió en el año 358 a.C. era la ciudad principal de Macedonia Oriental. Estaba situada cerca de Tracia, en una llanura fértil del rio Gangites (Hechos 16:12), a 14 kms del puerto de Neápolis, junto a la Vía Egnatia, lo cual contribuyó en su importancia económica, ya que tenía la carretera principal que unía a Asia Menor con Europa.

Era el primer distrito de los cuatros en que se dividió Macedonia cuando fue declarada provincia romana en el año 146 a.C. (Hechos 16:12b). En su llanura se libró la batalla en que Octavio y Antonio derrocaron a los republicanos en el 42 a.C., y cuando Antonio llegó a ser emperador, bajo el nombre de Augusto, elevó a Filipo a la categoría de colonia romana y le dio el derecho de gobernarse por sus propios magistrados, siendo sus habitantes considerados ciudadanos romanos. 

La mitad de la población era de origen latino (Hechos 16:13) y los demás eran asiáticos (Hechos 16:14). Entre ellos había una pequeña comunidad judía que no tenía sinagoga.

La iglesia de Filipo fue fundada por Pablo y Silas (Hechos 16:9-40 y 1 Tesalonicenses 2:2) en su segundo viaje misionero, en el año 52 d.C. Gracias a una visión que tuvo el apóstol (Hechos 16:6-10) iniciaron aquí la evangelización de Europa. Su primera prédica fue junto al río donde se reunía un grupo de mujeres a orar. Y ese dia tuvieron la primera convertida, una vendedora de purpura llamada Lidia, la cual los invitó a quedarse en su casa.

 Durante su estadía en Efeso liberaron de la servidumbre a una adivina que los asediaban, una esclava de origen griego, cuyos antiguos amos consiguieron después que los cogieran presos, los azotaran y los metieran en la cárcel en una celda de mayor seguridad, con los pies metidos en un cepo, atados con fuertes cadenas.

A media noche, un terremoto abrió todas las puertas de la cárcel, y el carcelero, pensando que se habían fugado, quiso suicidarse, pero Pablo se lo impidió y les predicó el evangelio. Este creyó junto a toda su familia y Pablo los bautizó (Hechos 16:14-33), añadiéndose estos a la lista de los miembros de la naciente iglesia de Tesalónica.   
 
Para los estudiosos de la Biblia, la epístola a los Filipenses es considera como la más preciosa de todas las cartas de Pablo que se han conservado, por lo que algunos le han dado el nombre de “La carta de las cosas excelentes”, basado específicamente en el versículo 4:8. Otros la llaman “La epístola del gozo” por las veces que aparece en ella esta palabra con sus derivados. El gozo que nada ni nadie puede arrebatar.

Esta epístola no es la acostumbrada carta del apóstol para corregir la conducta de la iglesia. Es la carta de un amigo para sus amigos, escrita en un tono de voz tierno y amoroso. Pues, al parecer, era la iglesia que Pablo más amaba, considerada como su gran gozo y corona, porque los había ganado para Cristo. 

Además, era una iglesia que había apoyado su ministerio, pues, siempre lo tenía presente tanto en sus oraciones como en sus necesidades, y le había enviado a al hermano Epafrodito para que le sirviera.

Tesalónica era la ciudad principal de Macedonia y su metrópoli, ya que en ella se encontraba una base militar y nabal de Roma. Estaba ubicada en la costa del golfo de Salónica, en la vía Ignacia (la carretera que unía a Roma con Bizancio), reuniendo las condiciones para la visita de los misioneros cristianos.

Pablo con su equipo llegó a esta ciudad en el año 50 d.C. en su segundo viaje misionero. Durante su permanencia de tan solo tres semanas predicó el evangelio de Cristo, dejando instaurada una comunidad cristiana, en su mayoría nuevos creyentes paganos. Su estadía tan corta fue debido a la oposición de un grupo de judíos que procuraban matarlo. Por lo que tuvo que huir de esa ciudad hacia Atenas, dejando al grupo de los nuevos conversos sin un adoctrinamiento sólido. 

Ya en Atenas, les envía a Timoteo, un colaborador de su ministerio, para que los afirmara en la fe y los animara, a fin de que no dejaran el evangelio, ya que también contra ellos se había desatado una persecución por el mismo grupo de opositores, llegando hasta morir algunos de ellos.  Y a pesar de todo esto la comunidad se mantenía firme en la fe, llegando a ser ejemplo para las demás iglesias cristianas de la región. 

Pablo, como no podía ir en persona a Tesalónica por precaución, decide escribirles cuando Timoteo regresa y les trae la noticia de cómo ellos soportaban con paciencia todos sus sufrimientos por la causa de Cristo, y su fe, que, en vez de menguar, se hacía más fuerte cada vez más, a pesar de los inconvenientes.

 Entonces, les escribe dos cartas para animarlos con su experiencia y padecimientos durante el ejercicio de su ministerio. Y en ambas los motiva a mantener su salvación creciendo cada vez más en santidad, ya que la salvación no era para todo el mundo, y ellos habían sido escogidos por Dios desde el principio para ser salvos.

 A la vez, procuraba consolarlos porque estaban muy tristes por los que habían muertos a causa de la persecución. Les habla de la esperanza del cristiano cuando moría y de cómo será recompensado en la segunda venida de Cristo, junto a los que estén vivos y firmes en la fe. Tema que hace que estas dos cartas sean consideradas apocalípticas. 

También les escribe, por segunda vez, porque se había enterado de la vida desorganizada de algunos de ellos, que eran holgazanes y se metían en lo ajeno, y que querían vivir de la iglesia sin trabajar. A estos les ordena en el nombre de Jesucristo que trabajen para que coman de su propio pan y cubran todas sus necesidades; y que, debido a esa situación, los demás no dejaran de hacer el bien.



 

Conclusión 

La Palabra de Dios es viva y eficaz en todos los tiempos. Es viva, porque todavía hoy, en ella podemos, a más de dos mil años de los últimos acontecimientos bíblicos, encontrar vida eterna e huir de la ira venidera del juicio de Dios.

 Es eficaz, porque todo el que en ella busca a YAHWEH ADONAHIM (Jehová Dios) con humildad, sinceridad y necesidad, aún en estos tiempos, lo puede encontrar, mientras esté a tiempo para hallarlo. 

Las epístolas del apóstol Pablo son ricas fuentes para conocer la Palabra de Dios, para aprender a vivir la vida que le agrada al Señor; a vivir como es digno del gran llamamiento que nos ha hecho el Señor Jesucristo a través de su preciosa y valiosa sangre derramada en la cruz del calvario por nuestros delitos y pecados. 

En cada epístola paulina podemos encontrar el código de ética del cristiano, la doctrina de la fe verdadera y el estilo de vida que Dios quiere y exige de todos los que han recibido la adopción de hijo o hija por medio de Cristo, ya que no es lo mismo llamarse cristiano a ser en verdad cristiano. 

Pablo nos enseña que el verdadero cristiano o cristiana está llamado a ser más que un simple religioso. Ha recibido un llamamiento para ser santo o santa, que significa estar separado del mundo para agradar a Dios, aun viviendo en medio de él, si es que ha sido sepultado y resucitado juntamente con Cristo a través del bautizo del auténtico arrepentimiento y ha nacido a una nueva vida creada por la voluntad de Dios no por la de los hombres. 

 Aquella que se ha despojado de su vieja manera de vivir en la carne bajo la esclavitud de las pasiones desordenadas y se ha vestido de Cristo para llevar una vida nueva en el fruto del Espiritu Santo e ir creciendo en santidad hasta que sea redimido por Él en su segunda venida. 

Todas las cartas que nos aparecen registradas en la Biblia merecen nuestra detenida atención, ya que cada una de ellas también están personalmente dirigidas a los creyentes en Cristo de todos los tiempos. A los que realmente buscan el rostro de Dios y hacen el esfuerzo para seguir las enseñanzas de Jesucristo al pie de la letra.

Pues ¿no decimos que somos cristianos? De ser así, démosle carácter al llamamiento que de Cristo hemos recibido y vivamos como es digno de él, pues, sin santidad nadie verá a Dios (Hebreos 12:14). Y si alguien no lo ha recibido aún, ahora es el tiempo.


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