Introducción
Filipos, llamada así en honor al padre de
Alejandro Magno, quien la invadió en el año 358 a.C. era la ciudad principal de
Macedonia Oriental. Estaba situada cerca de Tracia, en una llanura fértil del
rio Gangites (Hechos 16:12), a 14 kms del puerto de Neápolis, junto a la Vía
Egnatia, lo cual contribuyó en su importancia económica, ya que tenía la
carretera principal que unía a Asia Menor con Europa.
Era el primer distrito de los cuatros en que se
dividió Macedonia cuando fue declarada provincia romana en el año 146 a.C.
(Hechos 16:12b). En su llanura se libró la batalla en que Octavio y Antonio
derrocaron a los republicanos en el 42 a.C., y cuando Antonio llegó a ser
emperador, bajo el nombre de Augusto, elevó a Filipo a la categoría de colonia
romana y le dio el derecho de gobernarse por sus propios magistrados, siendo
sus habitantes considerados ciudadanos romanos.
La mitad de la población era de origen latino
(Hechos 16:13) y los demás eran asiáticos (Hechos 16:14). Entre ellos había una
pequeña comunidad judía que no tenía sinagoga.
La iglesia de Filipo fue fundada por Pablo y
Silas (Hechos 16:9-40 y 1 Tesalonicenses 2:2) en su segundo viaje misionero, en
el año 52 d.C. Gracias a una visión que tuvo el apóstol (Hechos 16:6-10)
iniciaron aquí la evangelización de Europa. Su primera prédica fue junto al río
donde se reunía un grupo de mujeres a orar. Y ese dia tuvieron la primera
convertida, una vendedora de purpura llamada Lidia, la cual los invitó a
quedarse en su casa.
Durante
su estadía en Efeso liberaron de la servidumbre a una adivina que los
asediaban, una esclava de origen griego, cuyos antiguos amos consiguieron
después que los cogieran presos, los azotaran y los metieran en la cárcel en
una celda de mayor seguridad, con los pies metidos en un cepo, atados con
fuertes cadenas.
A media noche, un terremoto abrió todas las
puertas de la cárcel, y el carcelero, pensando que se habían fugado, quiso
suicidarse, pero Pablo se lo impidió y les predicó el evangelio. Este creyó
junto a toda su familia y Pablo los bautizó (Hechos 16:14-33), añadiéndose
estos a la lista de los miembros de la naciente iglesia de Tesalónica.
Para los estudiosos de la Biblia, la epístola a
los Filipenses es considera como la más preciosa de todas las cartas de Pablo
que se han conservado, por lo que algunos le han dado el nombre de “La carta de
las cosas excelentes”, basado específicamente en el versículo 4:8. Otros la
llaman “La epístola del gozo” por las veces que aparece en ella esta palabra con
sus derivados. El gozo que nada ni nadie puede arrebatar.
Esta epístola no es la acostumbrada carta del
apóstol para corregir la conducta de la iglesia. Es la carta de un amigo para
sus amigos, escrita en un tono de voz tierno y amoroso. Pues, al parecer, era
la iglesia que Pablo más amaba, considerada como su gran gozo y corona, porque
los había ganado para Cristo.
Además, era una iglesia que había apoyado su
ministerio, pues, siempre lo tenía presente tanto en sus oraciones como en sus
necesidades, y le había enviado a al hermano Epafrodito para que le sirviera.
Tesalónica era la ciudad principal de Macedonia
y su metrópoli, ya que en ella se encontraba una base militar y nabal de Roma.
Estaba ubicada en la costa del golfo de Salónica, en la vía Ignacia (la
carretera que unía a Roma con Bizancio), reuniendo las condiciones para la
visita de los misioneros cristianos.
Pablo con su equipo llegó a esta ciudad en el
año 50 d.C. en su segundo viaje misionero. Durante su permanencia de tan solo
tres semanas predicó el evangelio de Cristo, dejando instaurada una comunidad
cristiana, en su mayoría nuevos creyentes paganos. Su estadía tan corta fue
debido a la oposición de un grupo de judíos que procuraban matarlo. Por lo que
tuvo que huir de esa ciudad hacia Atenas, dejando al grupo de los nuevos
conversos sin un adoctrinamiento sólido.
Ya en Atenas, les envía a Timoteo, un
colaborador de su ministerio, para que los afirmara en la fe y los animara, a
fin de que no dejaran el evangelio, ya que también contra ellos se había
desatado una persecución por el mismo grupo de opositores, llegando hasta morir
algunos de ellos. Y a pesar de todo esto
la comunidad se mantenía firme en la fe, llegando a ser ejemplo para las demás
iglesias cristianas de la región.
Pablo, como no podía ir en persona a Tesalónica
por precaución, decide escribirles cuando Timoteo regresa y les trae la noticia
de cómo ellos soportaban con paciencia todos sus sufrimientos por la causa de
Cristo, y su fe, que, en vez de menguar, se hacía más fuerte cada vez más, a
pesar de los inconvenientes.
Entonces,
les escribe dos cartas para animarlos con su experiencia y padecimientos
durante el ejercicio de su ministerio. Y en ambas los motiva a mantener su
salvación creciendo cada vez más en santidad, ya que la salvación no era para
todo el mundo, y ellos habían sido escogidos por Dios desde el principio para
ser salvos.
A la
vez, procuraba consolarlos porque estaban muy tristes por los que habían
muertos a causa de la persecución. Les habla de la esperanza del cristiano
cuando moría y de cómo será recompensado en la segunda venida de Cristo, junto
a los que estén vivos y firmes en la fe. Tema que hace que estas dos cartas
sean consideradas apocalípticas.
También les escribe, por segunda vez, porque se
había enterado de la vida desorganizada de algunos de ellos, que eran
holgazanes y se metían en lo ajeno, y que querían vivir de la iglesia sin
trabajar. A estos les ordena en el nombre de Jesucristo que trabajen para que
coman de su propio pan y cubran todas sus necesidades; y que, debido a esa
situación, los demás no dejaran de hacer el bien.
Conclusión
La Palabra de Dios es viva y eficaz en todos
los tiempos. Es viva, porque todavía hoy, en ella podemos, a más de dos mil
años de los últimos acontecimientos bíblicos, encontrar vida eterna e huir de
la ira venidera del juicio de Dios.
Es
eficaz, porque todo el que en ella busca a YAHWEH ADONAHIM (Jehová Dios) con
humildad, sinceridad y necesidad, aún en estos tiempos, lo puede encontrar,
mientras esté a tiempo para hallarlo.
Las epístolas del apóstol Pablo son ricas
fuentes para conocer la Palabra de Dios, para aprender a vivir la vida que le
agrada al Señor; a vivir como es digno del gran llamamiento que nos ha hecho el
Señor Jesucristo a través de su preciosa y valiosa sangre derramada en la cruz
del calvario por nuestros delitos y pecados.
En cada epístola paulina podemos encontrar el
código de ética del cristiano, la doctrina de la fe verdadera y el estilo de
vida que Dios quiere y exige de todos los que han recibido la adopción de hijo
o hija por medio de Cristo, ya que no es lo mismo llamarse cristiano a ser en
verdad cristiano.
Pablo nos enseña que el verdadero cristiano o
cristiana está llamado a ser más que un simple religioso. Ha recibido un
llamamiento para ser santo o santa, que significa estar separado del mundo para
agradar a Dios, aun viviendo en medio de él, si es que ha sido sepultado y
resucitado juntamente con Cristo a través del bautizo del auténtico
arrepentimiento y ha nacido a una nueva vida creada por la voluntad de Dios no
por la de los hombres.
Aquella
que se ha despojado de su vieja manera de vivir en la carne bajo la esclavitud
de las pasiones desordenadas y se ha vestido de Cristo para llevar una vida
nueva en el fruto del Espiritu Santo e ir creciendo en santidad hasta que sea
redimido por Él en su segunda venida.
Todas las cartas que nos aparecen registradas
en la Biblia merecen nuestra detenida atención, ya que cada una de ellas
también están personalmente dirigidas a los creyentes en Cristo de todos los
tiempos. A los que realmente buscan el rostro de Dios y hacen el esfuerzo para
seguir las enseñanzas de Jesucristo al pie de la letra.
Pues ¿no decimos que somos cristianos? De ser
así, démosle carácter al llamamiento que de Cristo hemos recibido y vivamos
como es digno de él, pues, sin santidad nadie verá a Dios (Hebreos 12:14). Y si
alguien no lo ha recibido aún, ahora es el tiempo.
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