Introducción
Dios
hizo la naturaleza y todo ser viviente para la honra y gloria de su nombre. Debido
a esto, el salmista dice que "los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento
anuncia la obra de sus manos". Los seres
humanos somos su gran obra maestra. Nos hizo para que lo adoremos y alabemos en
espíritu y en verdad; para que vivamos agradecidos siempre de Él por todas las bondades
que nos da cada dia, tanto a buenos como a malos, y para que anunciemos y
resaltemos entre nosotros sus hechos.
En
la Biblia encontramos que la adoración está estrechamente vinculada a la
alabanza, y la alabanza a acciones de gracias. La adoración sin alabanzas no
sería adoración, y la alabanza sin acción de gracias y adoración, no sería
alabanza. Por medio de la estrecha vinculación de estas tres acciones honramos
a Dios y nos gozamos en Él. Pues, las tres juntas definen la adoración que Dios
demanda de sus hijos, los justificados a través de la muerte del Señor Jesucristo en la cruz del calvario y lavados con su sangre.
Los
principales personajes bíblicos expresaron su adoración a Dios de varias
maneras: a menudo se les ve postrándose ante Dios con temor, para honrarle,
adorarle y demostrarle su devoción. También, se les observa ofrendándole regalos
especiales, siendo su vida el más importante.
Con la alabanza demostraban quien era Dios y lo que había hecho con ellos.
En cada cántico expresaban su carácter a través de todos sus nombres, lo que
hizo y lo que hace por sus escogidos.
Muchas
iglesias cristianas vienen definiendo el concepto adoración a Dios como la
acción que envuelve varias actividades religiosas congregacionales, como: ir
con frecuencia a la iglesia, hacer algunas oraciones, cantar cánticos o himnos,
escuchar los sermones y participar de la Santa Cena, sin agregarle a todas
estas actividades la más importante, una vida diaria de devoción y entrega a
Dios en sacrificio vivo, santa y agradable a Él; que es el verdadero culto que
debemos brindarles, según sus demandas.
La
auténtica adoración, la alabanza y las acciones de gracias a Dios no dependen
del estado de ánimo del creyente ni de sus sentimientos, dependen de su
voluntad, de su medida de fe y del nivel de agradecimiento que tenga por todo
lo que el Señor ha hecho en su vida; y cuán agradecido o agradecida esté por
sus proezas, su amor y su perdón.
Por
esta razón, no debemos esperar que el grupo de alabanza de la iglesia nos
animen y nos desafíen para adorar a Dios, y que las canciones que canten nos
consuelen y conforten de manera individual. Nuestra adoración, consolación y
confort espiritual deben de estar basadas en la Palabra de Dios aplicada a
nuestras vidas cotidianas, viviendo una vida digna del llamamiento que hemos
recibido en Cristo.
El
tema sobre la adoración y la alabanza en la Biblia es mucho más profundo de lo
que alcanza a entender nuestra mente sobre los dos términos. Es un concepto que
está íntimamente relacionado con la teología bíblica de la creación, el pecado,
el pacto, la redención, el pueblo de Dios y la esperanza futura. Tiene que ver
con la manera en que podemos tener una relacion directa y personal con Dios y
de la forma que podemos adorarle en todo lo que hacemos y decimos, cada segundo de
nuestras vidas.
Conclusión
Analizadas
las diferentes referencias bíblicas sobre el tema la adoración y la alabanza, podemos
concluir alegando que el concepto adoración debe estar bien definido por cada
cristiano o cristiana, ya que muchos creen que a dorar es cantar con algarabía,
levantar las manos, aplaudir, ofrendar y diezmar (acciones que han provocado la
división de muchas iglesias). Esto sería una manera sencilla y fácil de adorar
a Dios, y que cualquiera podría hacerlo.
No obstante, los adoradores que el Padre
Celestial busca son los que le adoran en espiritu y en verdad, en lo íntegro y
la hermosura de la santidad. Por tal
razón, la adoración a Dios debe ser nuestras respuestas ante la aceptación de
su pacto establecido en su Palabra.
La
adoración bajo el concepto de los dos pactos bíblicos es la respuesta del
cristiano y la cristiana a la iniciativa del Padre Dios de su revelación y
salvación, actuando de la forma que ÉL quiere, no de la manera que a nosotros
nos parece o nos hace sentir bien.
Conceptualizada
la adoración y la alabanza de esta manera, vale cerrar el tema haciéndonos las siguientes
preguntas, con la finalidad de tenerlo siempre presente hasta que nos
convirtamos en verdaderos adoradores:
·
¿Es
la adoración una experiencia o un sentimiento?
·
¿La
presencia de Dios en nuestros cultos debe ser definida por el nivel de éxtasis
religioso experimentado en el momento por los hermanos y las hermanas o por las
expresiones sinceras de humillación y reverencia ante Dios?
·
¿Qué
tan real es nuestra adoración a Dios en cada uno de los momentos de nuestro tiempo congregacional?
·
¿Deben
ser medidos nuestros cultos según el grado en que los participantes han
expresado sus alabanzas?
·
¿Mi
estilo de vida cotidiana va acorde con la forma con que adoro y alabo a Dios?
·
¿Adoro
yo a Dios en la integridad de mi santidad?
La
verdadera adoración a Dios consiste en mantener una relacion íntima y
permanente con ÉL, con actitud continua, sostenida y creciente de: temor, respeto y
sometimiento a los términos que ÉL mismo propone y que sólo ÉL lo hace posible;
es decir, que debe ser adorado a su manera no a nuestra conveniencia y
sentimiento.
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