Ciclo vicioso de la vida
Los segundos marchan
tras cada minuto.
Junto a sus eternos
compañeros:
los días, los meses y
los años,
como soldados que van a
la guerra,
como aves de paso que
huyen de la tormenta.
El almanaque se va lentamente
desojando,
como árbol que en cada
estación
se viste de traje nuevo.
Nada lo intimida.
Nada ni nadie
interrumpe su paso.
El sol se acuesta sin
ningún apuro,
y con él se cierran las
ventanas del alma,
para luego ser abiertas
de par en par
al escuchar el canto de
las avecillas
y sentir el abrazo
fuerte del sol radiante
anunciado una nueva mañana.
La sobrevivencia vuelve
a su lucha intensa.
La faena a su nueva y
exagerada carga.
El caminar de prisa de
cada alma,
Llevándose el mundo por
delante
Como si no volviera un
mañana.
Lucha el grande, lucha
el chico.
El débil y el fuerte
hacen peleas
La victoria es para aquel
gigante.
que supo enfrentar sus miedos.
y que el tic tac de su reloj
siguiera en marcha.
Y así la vida cumple su
ciclo
una vez tras otra vez,
con su misma danza alrededor de su eje,
aunque una parte del
mundo se desplome
y los vivos lloren a sus muertos.
La calma llega tras
cada tormenta.
El mundo sigue su
agitado paso.
Una nueva generación
llega,
al compás de otra
que para siempre se
aleja.
Y en esa dinámica
Se nos va el tiempo.
Las manecillas del
reloj
siguen su paciente juego.
Caminan una tras otra
Sin ningún apuro.
Sólo se detiene el reloj
bilógico,
para aquel que ayer dijo presente
y hoy aparece ausente.
Las ventanas del alma
se les han cerraron
para siempre.
Cada día que sobrevivimos
Es un regalo del Dios
Viviente.
Despertar cada mañana
es designio de su
voluntad.
Agradecerle cada minuto
Debiera ser un rutinario deber.
Guillermina Izquierdo Reinoso
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