martes, 23 de julio de 2019

DIOS TIENE UN PLAN PARA TU VIDA

COMENTARO REFLEXIVO SOBRE MOISES, AARÓN Y JOSUÉ


Observar de forma horizontal la entrega y la actitud, bajo total sumisión, obediencia y entereza de los hombres que Dios escogió para llevar a cabo el pacto que había hecho a Abraham, su amigo, y que había confirmado en su hijo Isaac y en su nieto Jacob, nos revela su eterna fidelidad a sus promesas. Además, nos permite observar a un Dios de procesos sistemáticos, totalmente organizados y cronometrados a su perfecto tiempo y santa voluntad. Un Dios vivo y activo, que trabaja sin descansar en pro del ser humano, movido por su gran amor y misericordia.
Ver como estos hombres, tan humanos como cualquier otro, con sus defectos y debilidades, sometidos a todo tipo de emociones, fueron escogidos para participar de manera especial en el plan de Dios, a fin de llevar a cabo el desarrollo de los comienzos de la ejecución del plan de salvación para la humanidad.
Todos obedecieron a  Dios sin tener claro muchas de las cosas de las que tenían que hacer, sólo la disposición y la decisión  de hacer su voluntad. Algunos sin quejas ni cuestionamientos, pero otros con insistentes  pretextos, como el caso de Moises, por ejemplo. Pero lo que sí tenían en común, era el miedo y la inseguridad que los embargaba en el momento de enfrentar su gran misión,  como es común en todas las personas que emprendan algo nuevo. 
Ver a un José que, a sus diecisiete años, no entendía el porqué era separado de la gente que amaba. Y a un Moises, que, en sus primeros años de vida, cuando el apego materno es más fuerte y necesario para el buen desarrollo de la primera infancia, ser llevado a un lugar extraño, con gente extraña y que no eran de su pueblo, y tener que quedarse en manos de alguien que decía ser su madre.  De una casita de pobres pasar a vivir en un palacio, es incomprensible a la mente del humano. Y todo era para que se cumplieran los planes que Dios tenía con su antiguo pacto con Abraham, Isaac y Jacob.
Tanto la familia de José como la de Moises tampoco entendían porque tenían que pasar por el dolor de la separación de sus seres queridos. Tal vez, la de Moises entendía que era la única manera de mantener a salvo su hermoso pequeñito bebé, ya que el Faraón de turno, hombre malvado, había decretado la muerte de todos los niños hebreos recién nacidos, salvo las niñas, porque los hebreos se habían multiplicado en gran manera y los hombres eran muchos y muy fuertes, lo que podría ser en el futuro una amenaza para los egipcios, ya que podrían levantarse contra la nación y hacerle la guerra. 
Este era el gran tormento del Faraón. Esta idea le quitaba el sueño. Oprimir a los israelitas fue su peor idea. Pero tampoco éste podía imaginarse que también él estaba siendo utilizado por  Dios para llevar a cabo su plan.  Yahweh  quería que tanto los egipcios como los israelitas  lo conocieran como el único Dios verdadero, todopoderoso y creador del cielo y la tierra. Que no hay ningún otro dios como él  ni por encima de él.  
Moises era el hijo menor de Amram y Jocabed, tía de su padre. Amram era el hijo menor de Merari, y éste, el hijo menor de Leví, el tercer hijo de Jacob que le dio Lea (quien vivió 137 años). Sus hermanos eran Aarón y María. Lo que indica que eran levitas. A esta tribu Jehová Dios le encomendó el ministerio del sacerdocio para siempre.
Dios preservó la vida de Moises (salvado del agua) porque ya lo había elegido antes de la fundación del mundo, para que formara parte del plan de salvación para toda la humanidad. Y no sólo la preservó, sino que lo capacitó en todas las áreas.
 Primero, durante los tres o cuatro primeros años de su vida fue educado por su familia bilógica en el conocimiento de la tradición de su pueblo y en la adoración del único Dios viviente, el Dios de sus antepasados: Abraham, Isaac y Jacob. Luego, tuvo formación académica en los mejores centros de estudios de Egipto como hijo adoptivo de la princesa egipcia. Adquirió conocimientos  jurídicos, estadísticos y gubernamentales, que luego les fueron útiles para la liberación de su pueblo y su organización como nación. 
Las veces que Dios hizo pacto con el hombre podemos observar que era incluida la participación directa de su familia. Por ejemplo: Con Noé participaron siete personas: su esposa y sus tres hijos, cada uno con su esposa. Con Abraham estuvo Sara con su hijo Isaac. Con Isaac, Rebeca su esposa y sus hijos gemelos, Esaú y Jacob. Siendo este último el elegido.
Y con Jacob, todos sus hijos, especialmente José, quien lleva a Israel a vivir a Egipto para que se cumpliera la promesa de que los descendientes de Abraham iban a ser esclavos por cuatrocientos años en esa tierra. Por otro lado, de Judá (quien libró a José de la muerte Gen.37:26-37) es descendiente el rey David, y de la descendencia de David vino la de Jesús.
Moises fue llamado para libertar a su pueblo junto a su hermano Aarón. Era un hombre  introvertido, que hablaba poco, y que por su timidez e inseguridad, tartamudeaba al hablar. De ahí, la justificación de sus pretextos y de las tantas excusas que presentó cuando el Angel de Jehová (quien era Cristo) lo llamó para encomendarle la gran misión de volver a Egipto y liberar a los hebreos del yugo de la esclavitud (Éxodo 4:10).
 Pero, por encima de esto, lo dominaba el miedo de tener que enfrentar a dos pueblos: los egipcios y los israelitas, y el problema de que era un prófugo de la ley, porque  había matado a un egipcio y lo buscaban para matarlo.  Por el otro lado, tenía a los hebreos que no lo reconocían como uno de ellos.    
Jehová pone a su lado a Aarón, su hermano mayor, para que fuera su portavoz, porque al parecer era todo lo contrario a Moises. Era extrovertido. Sabía hablar con propiedad y sin miedo (Éxodo 4:14), ya que había sufrido en carne propia el yugo de la esclavitud y los maltratos de los egipcios, y quizás había desarrollado un mecanismo de autodefensa con sus palabras. Además, por la tradición oral, tenía conocimientos de todos los padecimientos de su pueblo, que después de la muerte del Faraón,  amigo de José, llegaron otros que por  cuatrocientos años los mantuvieron en esclavitud.
Después de dar los primeros pasos del inicio de la ejecución del plan de Dios para la liberación de los hebreos, y a medida que Moises fue relacionándose directamente e intimidando con Dios, yendo con frecuencia ante su presencia confiadamente, fue transformado en otro hombre. El miedo quedó atrás. Sus palabras fluían con autoridad. La timidez se fue y no volvió a tartamudear. Jehová lo constituyó dios para el Faraón, y para Aarón, su profeta (Éxodo 7:1), el cual fue su compañero fiel e inseparable y su mano derecha  hasta el dia de su muerte. Nunca intentó sublevarse por ser el hermano mayor.
Ambos se entregaron en alma, cuerpo y espíritu para ejecutar el plan de Dios al pie de la letra. Cada uno asumiendo con entereza su misión y compromiso con Dios, con todas sus virtudes, debilidades y defectos, como todo ser humano sometido a pasiones y emociones normales. 
Después de liberados los israelitas con el brazo fuerte de Jehová y su gran poder en acción, y ya en su trayectoria hacia la tierra prometida, se suma a la gran misión y al equipo de Moises y Aarón, como un joven perfecto (Números 32:12), fuerte de espíritu, sencillo, humilde, inteligente y trabajador, Josué (nombre dado por Moises en lugar de Oseas, Números 13:16) como servidor directo de Moises. Otro escogido de Dios desde antes de su nacimiento para formar parte del plan de su antiguo pacto con Abraham, Isaac y Jacob.
Josué (cuyo nombre significa Salvación de Dios o Jehová el salvador) tenía el encargo de continuar con el ministerio de Moises cuando éste ya no estuviera, y de conquistar lo pueblos enemigos e introducir a la tierra prometida, Canaán, a todos los israelitas y distribuírsela por tribus.  Y de esta manera, Jehová daba fiel cumplimiento a otra de sus promesas de su pacto, que había pactado hacía cuatrocientos setenta años con Abraham.  
Este breve recuento de cómo Dios utilizó a Moises, a Aarón y a Josué, cada uno con un propósito en particular y capacitado de ante mano por el mismo Dios, para liberar de la esclavitud al pueblo que Él se había constituido para sí mismo, nos lleva a reconfirmar que Yahweh (Jehová) es un Dios de pactos eternos, de promesas y orden; que no improvisa ni actúa por circunstancias casuales, sino, que todo lo hace obedece los delineamientos de su antiguo pacto, escrito desde antes de la creación del mundo,  cuyo objetivo general es bendecir en la simiente de Abraham a todas las familias de la tierra. 


martes, 16 de julio de 2019

CUANDO DIOS SE PROPONE UN OBJETIVO, NADA NI NADIE LO DETIENE HASTA LOGRARLO

USA A QUIEN ÉL QUIERE, Y VA ACTUANDO EN LA PERSONA ESCOGIDA DE MANERA SILECIOSA Y HASTA ISÓLITA, A FIN DE CAPACITARLA Y USARLA HASTA LOGRAR SU COMETIDO.

Jacob formó una familia muy conflictiva. El engaño, la envidia, los celos, la violencia y las rivalidades imperó en medio de ella desde su inicio. El darle hijos a Jacob se convirtió en una competencia entre sus mujeres, cuyo propósito era ser la favorita del marido. Situación que hoy nos parece muy inadecuada. Aunque hay mujeres que piensan que dándole un hijo a un hombre lo va a amarrar a du lado, y sucede todo lo contrario. 

Los celos de Lea y la tristeza de Raquel por su esterilidad, las condujeron a cometer los errores más descabellados, que llevaron a su familia al caos, ambas hermanas y primas a la vez de Jacob. La primera le fue impuesta por Labán, el padre de las dos, por engaño (como si Jacob estuviera pagando el engaño que le hizo a su hermano gemelo Esaú, Genesis 27:19-23) por ser la mayor y la costumbre del pueblo.  Raquel era su gran amor a primera vista, y por quien había trabajado los primeros siete años gratis a su padre para recibirla como esposa.

Jacob, empecinado por el amor de Raquel, el cual era correspondido por ella de la misma manea, tuvo que trabajar siete años más, gratis también, por exigencias de Labán. pero a la semana de haberle dado a Lea como esposa, le dio al amor de su vida, a Raquel. Cosa que molestaba mucho a Lea, porque Jacob pasaba más tiempo con ella.

Lea tuvo el privilegio de darle los primeros cuatro hijos a Jacob, lo que provocó envidia y mucha tristeza en Raquel, llevándola hasta desear la muerte (Génesis 30:1). Es ahí cuando toma la decisión de darle a Jacob a su sierva Bhila, para que le diera los hijos que ella no podía darle, pues, hasta entonces era estéril. Este fue su gran error, porque Lea, cuando vio que había dejado de parir, también le da a Jacob su sierva Zilpa, y esta parió dos hijos, igual que Bhila. Y ambas siervas también se meten en la competencia de conquistar el amor de Jacob y ser su favorita.  

Esta competencia por el amor de Jacob llevó a esta familia a cometer grandes aberraciones. Por ejemplo, por un poco de mandrágoras (planta para la potencia sexual) que llevó Rubén, el hijo de Lea, a la casa, Raquel tuvo que darle en alquiler una noche a Lea para que se acostara con Jacob y ella obtener un poco de esta planta (Génesis 30:14-14).  

Cumplido el tiempo de Dios, Raquel quedó embarazada, dándole a Jacob el primer hijo de su vientre, al que ella llamó José, diciendo -“añádame Jehová otro hijo. Jacob amó a este niño más que a los demás, alegando que lo había tenido en su vejez. Luego de algunos años después, Raquel dio a luz otro hijo, muriendo en el parto,  a quien Jacob llamó Benjamín (Génesis 35:16-20). José desarrolló un gran apego y afecto por su hermanito.

Las cuatro mujeres, Lea y Raquel y la ciervas de cada una, le dieron a Jacob 13 hijos, 12 hombres y una sola mujer, Dina. La que más hijos le dio fue Lea, la cual tuvo 7. Estos hijos de Jacob le causaron muchos disgustos y sufrimientos, especialmente los de Lea y los de las esclavas. 

Por ejemplo, Simeón y Levi, hijos de Lea, mataron por engaño y de la manera más despiadada, a todos los hombres del pueblo donde habían ido a vivir, porque el príncipe de la ciudad, Siquem, violó sexualmente a su hermana Dina. Y aún éste pidiéndole perdón a toda la familia de Jacob junto a su padre, y después de pedir a Dima en matrimonio  y  ser aceptado, sólo con la condición de que todos los varones de su pueblo tenían que circuncidarse, en medio del dolor  de  sus heridas, los hijos de Jacob  los asaltaron, cuando apenas tenían tres días de haber sido circuncidados, y le dieron muerte a todos cuando no podían defenderse. Saquearon la ciudad y se llevaron a todas las mujeres y a los niños en cautiverio.

 Otros ejemplos son:  Rubén fornicaba con Bilha, concubina de Jacob. Otro es que, por enviada, los hermanos planearon matar a José y engañar a su padre diciéndole que un animal feroz lo había devorado. Pero, por recomendación de Levi, lo vendieron a unos mercaderes medianitas, a fin de alejarlo de la familia para siempre. Acontecimiento que llevó a Jacob a padecer de depresión y profunda tristeza, pensando en la horrible muerte de su hijo. (Génesis capítulos 29, 30 y 34), porque le quitaron la colorida túnica que le había hecho su padre, mataron un corderito y con su sangre la empaparon, presentándosela al padre como evidencia de que José había muerto. 

Este era el perfil de la familia que Dios había escogido para constituirse un pueblo, donde ÉL sería su Dios y ellos su pueblo, una nación de reyes y sacerdotes para siempre; y cumplir, de esta manera, el pacto que había hecho a Abraham y a Isaac, y al mismo Jacob.

Pero, Yahweh (Jehová), el GRAN YO SOY, como Dios de pactos eternos, que cumple al pie de la letra su palabra y que es fiel a sus promesas, siempre se guarda un remante para llevar a cabo sus planes.  Entre diez hijos malvados que tenía Jacob, había uno que no se había contaminado y que temía a Dios. José, el número once entre todos, constituía el remanente que Dios se había guardado para seguir con su visión, porque a Él nada ni nadie lo detiene. 

Con la historia de José y sus vivencias como prototipo de Jesús, se abre otro capítulo para la narrativa de los hechos que le dieron forma al Antiguo Testamento, el cumplimiento del pacto de Dios con Abraham, Isaac y Jacob. La familia de Israel seguía creciendo, y Dios continuaba dándole forma a su plan de bendecir a todas las familias de la tierra en la simiente de Abraham, la cual es Cristo. Aquella simiente prometida en el huerto de Edén, cuando Adán y Evan desobedecieron a Dios. Génesis 3:15; 12:3; 28:14; Gálatas 3:16.

El libro de Génesis (50 capítulos en total) es cerrado con la muerte de Jacob y la de José. El pueblo egipcio lloró por setenta días la muerte de Israel, el cual, después de bendecir a cada uno de sus hijos y darles mandamientos, encogió sus piernas y dio el último suspiro (Gen.49:33). Y pidió José a los médicos que lo embalsamaran. Y terminado el trabajo de estos, fue llevado a Canaán para darle sepultura, donde descansaban los retos de sus seres queridos: su abuelo Abraham, su padre Isaac, su madre Rebeca y sus dos esposas, cumpliendo con su último deseo. Y el duelo por su muerte duró cuarenta días. Los egipcios lo lloraron también durante ese tiempo. 

Al morir Jacob, los hermanos de José tuvieron miedo, porque pensaron que él se iba a vengar todo lo que ellos le habían hecho en el pasado. Entonces, le enviaron un mensaje, que decía: - “Tu padre mandó antes de su muerte, diciendo: Te ruego que perdones ahora la maldad de tus hermanos y su pecado, porque mal te trataron; por tanto, ahora te rogamos que perdones la maldad de los siervos del Dios de tu padre (los diablitos ahora eran siervos). Y José lloró mientras hablaban”. Génesis 50:17.

Luego, vinieron sus hermanos y se prostraron delante de él, diciéndole que eran sus siervos. Y les respondió José: No tengan miedo; ¿acaso estoy yo en lugar de Dios?  Ustedes planearon el mal contra mí, más Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener en vida a mucho pueblo. Ahora, pues, no tengan miedo; yo los sustentaré a todos y a sus hijos. Así los consoló y sensibilizó sus corazones (Gen. 50:17-21). 

Pasado el tiempo, después de ver la tercera generación de su hijo Efrain y ver los nietos de su hijo Manases, José murió, a los 110 años. Y antes de morir le dijo a su familia que Dios los iba a sacar de Egipto para llevarlos a la tierra que le había prometido a Abraham, Isaac y a Jacob, y que cuando eso sucediera, llevaran sus restos con ellos, para que lo sepultaran en esa tierra. 

Y así lo hicieron cuando llegó el tiempo. Josué cumplió esta promesa cuando introdujo al pueblo de Israel (Jacob) a Canaán, la tierra prometida, 470 años después de la muerte de José. Sus osamentas fueron sepultadas junto a sus antepasados en la tierra que Jehová Dios había prometido que daría a la descendencia de Abraham, Isaac y Jacob. 

Esta historia bíblica nos da tres lecciones:  a) Dios es fiel a su palabra. b) Él elige la persona que él quiere para cumplir sus propósitos, y lo logra, aunque ésta se niegue hacerlo, o que ante el ojo humano no parezca reunir las condiciones. c) Él siempre tiene un remanente para cumplir su voluntad. Bienaventurado es aquel o aquella que forma parte de este remanente.

Esta historia verídica la puedes leer en la Biblia, en el primer libro, Génesis, desde el capítulo 27 al 50 

¡Imposible no verte!