Guillermina
Izquierdo Reinoso
Hay
un dicho antiguo que reza “cada cabeza es
un mundo”. Y así es, porque cada ser humano posee un mundo invisible dentro
de él, que es suyo y de nadie más, y que es real. Este mundo forma parte de
cada uno de nosotros, por lo que no nos podemos separar de él, por más que así
lo deseáramos, ya que forma parte de los elementos que conjugan todo nuestro
ser.
Salermo,
Sorocaima (2008), dice que este mundo invisible “no puede ser detectado por nuestros cinco sentidos ni por nuestra mente,
sólo puede ser revelado por nuestro sentido espiritual, es decir, por nuestra
conciencia espiritual”.
Los estudiosos del comportamiento humano han demostrado que el ser humano está compuesto por tres planos diferentes uno del otro, pero que operan totalmente en unidad. Uno apoya al otro y viceversa. Estos niveles están compuestos de la siguiente manera: el nivel FÍSICO, formado por nuestro cuerpo y sus diferentes sistemas biológicos. El nivel MENTAL, formado por nuestras emociones y el intelecto, que es nuestra potencia cognoscitiva racional que nos distingue del genero animal. Y el tercero lo forma el nivel ESPIRITUAL, que es la parte invisible.
Los estudiosos del comportamiento humano han demostrado que el ser humano está compuesto por tres planos diferentes uno del otro, pero que operan totalmente en unidad. Uno apoya al otro y viceversa. Estos niveles están compuestos de la siguiente manera: el nivel FÍSICO, formado por nuestro cuerpo y sus diferentes sistemas biológicos. El nivel MENTAL, formado por nuestras emociones y el intelecto, que es nuestra potencia cognoscitiva racional que nos distingue del genero animal. Y el tercero lo forma el nivel ESPIRITUAL, que es la parte invisible.
Si
estos tres niveles no funcionan en total armonía, podemos sufrir graves
consecuencias producidas por la ignorancia, la cual se manifiesta en las
miserias y discordias de nuestras vidas, es decir, en las desavenencias de
nuestras opiniones y el mal manejo de nuestra voluntad.
¿En que consiste el nivel espiritual?
Los
diccionarios de la lengua española definen la palabra espíritu de diferentes
maneras, según el contexto en que es usada. Dicen que es:
a) un ser inmaterial que tiene razón.
b) el brío, ánimo, aliento, valor y el esfuerzo observado en una persona.
c) el vigor natural y la virtud que alienta y da fuerzas al cuerpo para obrar.
d) Entidad abstracta tradicionalmente considerada como la parte inmaterial que, junto con el cuerpo o parte material, constituye el ser humano. Se le atribuye la capacidad de sentir y pensar.
a) un ser inmaterial que tiene razón.
b) el brío, ánimo, aliento, valor y el esfuerzo observado en una persona.
c) el vigor natural y la virtud que alienta y da fuerzas al cuerpo para obrar.
d) Entidad abstracta tradicionalmente considerada como la parte inmaterial que, junto con el cuerpo o parte material, constituye el ser humano. Se le atribuye la capacidad de sentir y pensar.
Sintetizando
este concepto podemos decir que nuestro espirito es el nivel que mueve al
cuerpo a sentir y manifestar cada una de nuestras emociones y a la mente a
procesar nuestras ideas y pensamientos, además de ser responsable de todo lo
que sentimos.
Esta
conceptualización sobre esta parte invisible de nuestro ser, me lleva a reflexionar como profesionista de
la educación formal por más de cuatro décadas, que los diferentes gobernantes
de los pueblos que conforman las naciones del mundo de hoy, especialmente, el
mundo latinoamericano, por ser al que pertenezco, desde décadas a tras han venido dejando a un lado la formación y
el desarrollo espiritual en la formación de los infantes y los adolescentes,
como si estos fueran sólo cuerpo y alma, sin espíritu, por lo hoy estamos
viendo y sufriendo, de una manera u otra, las consecuencias de esta ignorancia.
Podemos observar a individuos con una voluntad
esclavizada a la violencia, sin pudor espiritual para quitarle la vida a otros
sin pensarlo dos veces, sean estos infantes, ancianos u cualquier otro tipo de
personas o criatura. Otros, con cuerpos encadenados a deseos y pasiones
desordenadas, desbocadas, que destruyen sus propios cuerpos, su alma y su
espíritu, además, acaban con sus familias y los llevan a desconocer toda
autoridad. En fin, irrespetan todo lo que es ley y normas, convirtiéndose en
parásitos de la sociedad.
Y de igual manera, podemos ver otros que
presentan cada día sus cuerpos cubiertos con toda elegancia y confort, nutridos
con todos los manjares más costosos, disfrutando de toda la vanidad que el
mundo le ofrece, con el mínimo esfuerzo, sin bajar la cabeza hacia el suelo, donde
están las caras tristes y hambrientas de los más pobres. Llevados a esa condición por ellos mismos,
por los que se creen los únicos dueños del mundo. Estos arrebatan sin piedad el
pan de las manos del más necesitado, los que engrosan sus bolsillos con los
dineros del pueblo. Son los asesinos de la conciencia y los dioses de la
miseria.
La Biblia, en su primer libro, capitulo 1 y 2, nos narra la manera de cómo fue creado el mundo y todo lo que en él hay. La mayoría de las cosas y las criaturas que existen nos dice que, fueron creadas por la palabra, es decir, el Creador decía- “sepárese la…, sea la…, hágase la…produzca la…”, -entre otras locuciones, y las cosas aparecían de la nada. Pero, para hacer al primer hombre se metió en acción de construcción, dijo “Hagamos (habló en plural) al hombre a nuestra “imagen y semejanza…” (Génesis 1:26).
La Biblia, en su primer libro, capitulo 1 y 2, nos narra la manera de cómo fue creado el mundo y todo lo que en él hay. La mayoría de las cosas y las criaturas que existen nos dice que, fueron creadas por la palabra, es decir, el Creador decía- “sepárese la…, sea la…, hágase la…produzca la…”, -entre otras locuciones, y las cosas aparecían de la nada. Pero, para hacer al primer hombre se metió en acción de construcción, dijo “Hagamos (habló en plural) al hombre a nuestra “imagen y semejanza…” (Génesis 1:26).
Más adelante, nos sigue narrando que tomó
barro de la tierra e hicieron el primer nivel del hombre, el físico, su cuerpo con
cada uno de sus órganos. Terminada esta etapa, Dios procedió a soplar la nariz
de este cuerpo inanimado, transmitiéndole aliento de vida, convirtiéndolo
inmediatamente en un ser viviente animado, con vigor natural, con capacidad
para pensar y actuar, con voluntad, necesidades y deseos propios, quedando
formado, de esta manera, los otros dos niveles de este hombre: el alma y el
espíritu.
El
espíritu de una persona, aunque es invisible, es totalmente real. Es el nivel
del ser humano que necesita tanto cuidado, o quizás más, como lo necesita el
cuerpo y el alma, por lo que hay que desarrollar proyectos con políticas basadas
en valores morales y espirituales, encaminadas hacia el desarrollo del espíritu
en todo ser humano, más en sus primeras etapas de la vida, con la finalidad de que
sean entes sociales de buena voluntad para con su prójimo y el medio ambiente
que le rodea.
Muchas
instituciones formativas, religiosas o no, atendiendo a esta necesidad en la
población más joven, sólo hacen proyectos para trabajar algunos valores morales
y sociales, echando a un lado los verdaderos valores espirituales, porque
tienen fobia a las religiones. Y si algunos de los grupos religiosos osan
atender esta parte, lo hacen de manera muy egoístas, enseñándole sus dogmas solamente
para que formen parte de su colectividad, esclavizados a sus intereses. Y esto no es cuestión de creer o formar parte
de X religión, es cuestión de vida. Aunque es honesto decir que tienen puntos que
ayudan en algo, aunque son muchos los tratados para destruir a otros. Pero el
espíritu del ser humano representa todo su mundo, por lo que es la parte más exigente,
aunque no la veamos.
Este
sólo se desarrolla y se engrandece con la virtud del verdadero amor (Gálatas
5:22). Y este amor sólo lo proporciona el Espíritu Santo de Dios, a través de
la fe en Jesucristo, el gran regalo de Dios para la humanidad (Juan 3:16). El individuo recibe este amor (por necesidad,
deseo y voluntad propia) poniendo en contacto su espíritu con el Espíritu Santo,
la parte de su ser invisible, pero que es real, y la que fue creada para la
comunicación con el Creador, y éste lo disemina por todo su nivel físico y su
plano mental. Y cuando germina, lo convierte en un ente muy especial, capaz de
amar, valorar y respetar hasta la más simple y diminuta criatura.
Para que esto suceda es necesario la participación, en primer lugar, de la familia con sus valores, creencias y ejemplos de vida; las iglesias con sus sanas y honestas enseñanzas sobre la verdad absoluta; la escuela formando y siendo ejemplo de valores, los organismos gubernamentales con sus recursos, y todos los demás estamentos sociales según sus posibilidades. Todos volcados al desarrollo espiritual de sus pobladores, a fin de que sean entes pensantes de todo lo que es de buen nombre, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, justo, amable, puro, agradable… (como le escribe el Apóstol Pablo a los filipenses 4:8), como prioridad colectiva para vivir en paz.
Si
seguimos ignorando y descuidando la parte espiritual de las personas, vamos a
continuar con la fábrica de parásitos sociales, y estos comiéndonos vivos.
Bibliografía
·
Salermo, Soracaime (2008). “El secreto de
la vida”. San José, California.
·
La Nueva Biblia Latinoamericana
·
Diccionario de la Real Academia Española
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