viernes, 21 de septiembre de 2018

¿POR QUÉ LOS CRISTIANOS LES DAMOS EL NOMBRE DE “PALABRA DE DIOS” A LA BIBLIA?


SEPTIEMBRE, MES DE LA BIBLIA

¿Por qué los cristianos y las cristianas llamamos a la Biblia “La Palabra de Dios” si en ella están todos los dichos de YAHVEH (Jehová) a los hombres escogidos para darnos a conocer el Reino de los Cielos y la justicia de Dios?
 Con frecuencia se oye decir a cristianos- “la Biblia dice ...” “La palabra de Dios dice...”- Y no todo lo que está escrito en la Biblia (colección de libros breves) son dichos pronunciados por la boca de Dios, sino, que, también están los dichos de los hombres que escribieron en diferentes épocas y de diferentes extractos sociales. Entonces, ¿por qué le llamamos La Palabra de Dios, como si esta estuviese compuesta por una sola palabra y no por muchas?  
Le llamamos así por ocho grandes verdades:
1.    Porque el tema, eje central de todos los libros, es el Reino de Dios: su justicia, poder y autoridad.
2.    Porque su mensaje central lineal desde Génesis a Apocalipsis es el Plan de Salvación para la humanidad a través de la fe en Cristo.
3.    Porque el fin y personaje central es Jesucristo, el redentor y salvador, el Señor de Señores, el Verbo prometido, el alfa y la omega.  
4.    Porque todas las escrituras han sido inspiradas por el Espiritu Santo para enseñar, redargüir (refutar, impugnar), corregir e instruir en justicia, a fin de que todo hijo de Dios sea perfecto, preparado para toda buena obra (2 Timoteo 16-17).
5.    Porque tiene los libros que el Espiritu Santo eligió para que formaran parte del conjunto de la macroestructura de la Biblia, según su mensaje central.
6.    Porque ella dice exactamente lo que Dios quiere que se diga y se sepa.
7.    Porque además de ser inspirada, ella sigue inspirando a otros escritores para seguir escribiendo sobre el Reino de los cielos y la Salvación a través de Cristo.   
8.    Porque ella tiene autoridad para transformar vidas por medio de la gracia del Señor Jesucristo.   


En conclusión, la gran razón de considerar la Biblia como la Palabra de Dios es porque JESUCRISTO es el VERBO de Dios desde Génesis al Apocalipsis. El término verbo es interpretado como palabra. Entonces, la palabra de Dios es CRISTO. Él es el Alfa y la Omega (la palabra de la A a la Z), el principio y el fin. La palabra de Dios consiste en enviar por amor a la tierra a su único Hijo, para que todo aquel que en ÉL crea no se pierda, sino que tenga vida eterna (Juan 3:16). Y esta Palabra fue prometida en el Antiguo Testamento y cumplida en el Nuevo Testamento. 



“Yo soy el Alfa y la Omega, principio y fin,

dice el Señor, el que es y que era y que ha de venir,

 el Todopoderoso”. Apocalipsis 1:8



"He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo,

para recompensar a cada uno según sea su obra.

Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin,

el primero y el último". Apocalipsis 22:12-13







miércoles, 12 de septiembre de 2018

Lo que NO nos enseñan enfáticamente sobre el Señor Jesús


  

  La mayoría de las personas que se hacen llamar cristianas o aquellas que estando en la fe tienen un escaso (o casi nada) conocimiento bíblico, cuando hablan, piensan o enseñan sobre el Señor Jesús, en esta época, lo presentan sólo como Jesús Dios, jamás como hombre. Creen que el que murió en la cruz fue Dios. Y esto es una gran mentira.
     Si decimos que Dios murio en la cruz, estaríamos negando su eternidad y su palabra. Lo hacemos a Él mentiroso. Ser eterno significa que él no tiene  principio ni fin. No tiene origen de familia: una madre ni un padre. Entonces, quien murió en la cruz fue Jesús hombre, el Hijo del Hombre; el salvador de la humanidad, el Hijo de Dios, jamás Dios como tal.
 Y el Antiguo Testamento da fe y testimonio de que Cristo ya existía antes de convertirse en un hombre en el Nuevo Testamento, pues, tuvo participación directa en todo el escenario bíblico antes de su nacimiento virginal como la segunda persona de la deidad de Dios. Y el apóstol Juan introduce su evangelio diciendo que Jesús es el Verbo, que el verbo era en el principio con Dios, y que ese Verbo era Dios,  y que  se hizo carne y vino a la tierra y habitó en ella, y por él todas las cosas creadas fueron hechas, y de no ser así, nada de lo que ven nuestros ojos existe (Juan 1:1-3).

    Pienso que no hay un dominicano o una dominicana que no haya recibido la información sobre el nacimiento y muerte de Jesús, ya que todos los años nos repiten por todos los medios informativos la historia de su nacimiento en las festividades navideña, y la historia de todos sus padecimientos en la cruz, en la semana santa. Pero rara vez aparece alguien que nos enseñe la vida terrenal de un individuo común y corriente, que vino a este mundo con una misión muy especial.

    Un hombre que por treinta y tres años vivió en esta tierra en una época con su historia y en una patria específica con identidad propia, que hoy sigue siendo parte del mapa mundial. Un sujeto que tuvo una niñez y una adolescencia común y corriente como todos los demás. Que creció y se desarrolló en una familia nuclear también normal, compuesta por un padre terrenal (aunque adoptivo) llamado José y una madre conocida como María, junto a sus hermanos y hermanas (Marcos 6:3). Cosa que para algunos grupos religiosos parecería ser un pecado para Jesús, el tener parientes directos de sangre, como los hermanos; y como si esto fuera una deshonra para su madre María. Todo lo contrario, el tener muchos hijos era la mayor bendición y honor para la mujer de esos tiempos.

    Además, el Apóstol Pablo menciona en una de sus epístolas a Jacobo, llamado Santiago, obispo de la iglesia de Jerusalén, como el hermano de sangre del Señor Jesús (Gálatas 1:18-19). Porque de no ser así, ¿por qué cuando se refiere a Pedro, a Juan o a Bernabé, o a cualquier otro hermano en la fe, no le dice que son hermanos del Señor (1 Corintios 9:4-5)?

    ¿Y por qué pensar en Jesús como hombre?  Porque él es nuestro modelo de vida por excelencia a imitar como hijo, ciudadano, amigo y como ente social entregado a hacer buenas obras en pro de los más necesitados de su entorno social. Porque, además, fue solidario, compasivo, amable, amoroso, respetuoso, excelente maestro. Que no escatimó el ser igual a Dios, el ser Dios, para hacer alarde y abuso de su poder, de su estatus social, de su vanagloria y vanidad, sino que se convirtió en el más simple siervo para servir con entrega, amor y humildad.

    Siempre estuvo atento al dolor y a las necesidades del menesteroso, pues conoció el dolor, la tristeza y la pobreza. Fue tentado en todo como es tentado cualquier humano, y de cada tentación salió airoso.  Fue experimentado en el sufrimiento, sometido a todas las necesidades fisiológicas y espirituales, ya que tuvo necesidad de dormir, comer, tomar agua, desocupar su vejiga e intestinos, descansar, trabajar, orar constantemente, ser lleno del poder del Espíritu de Dios (Lucas 4:1). Completó el ciclo de todo ser vivo: nacer, crecer y morir.  Se sentía a gusto entre las gentes sencillas y lloraba con los que lloraban.  

     Tener presente a Jesús cien por ciento hombre, además de ser cien por ciento Dios, nos lleva a querer vivir como él vivió, a tratar de imitar su carácter, a saber, que, si Él pudo, todo humano puede. Nos lleva a jamás pensar que para él todo fue muy fácil y senillo por ser Dios. Que pudo soportar el dolor y el sufrimiento por ser Dios. Él sufrió en carne viva como todo un ser humano. Como tu y yo. 

      Porque, además de darnos a conocer a su Padre Dios, el Creador de todas las cosas y diseñador del Plan de Salvación, que vino a rescatarnos del mal y a ofrecernos su salvación y vida eterna, llegó a esta tierra a enseñarnos a cómo vivir en ella siendo hijos sinceros del Dios Altísimo, a como amarlo por encima de todas las cosas y a cómo se puede amar al prójimo como a uno mismo. Además, nos enseñó con su ejemplo a cómo ser el mejor amigo o amiga y el mejor ciudadano o ciudadana, responsable de sus deberes ciudadanos.   

    El fue un hombre con una vida ordinaria, creció en una zona rural entre campesinos, agricultores y granjeros.  Era conocedor de las cosas que hacía cada uno. Y según sus enseñanzas en parábolas, podríamos decir que hasta llegó a ejercer algunos de los oficios de estas personas (Mateo 13:3-9), aparte de ejercer el oficio de su padre José, la carpintería.  Pues, en ninguna de sus metáforas se observa la mención de la vida urbana de las grandes ciudades de Galilea. Todas sus enseñanzas están relacionadas con la vida rural. Se puede ver en ellas a un hombre que tenía su corazón en el campo.

    Según los evangelios, Jesús creció en la aldea de Nazaret, la cual abandonó cuando inició su ministerio (Mateo 4:13). Y cuando volvió a ella, un tiempo después, sus conciudadanos se extrañaron al escuchar y ver las cosas sobre humanas que hacía, ya que lo conocían muy bien. Había vivido treinta años entre ellos y nunca les dio indicio de sus poderes sobrenaturales, aunque era un hombre muy inteligente, ni de tener algún don de curandero. Nunca vieron en él ninguna señal de niño prodigio en su infancia o en su adolescencia, sino a un niño gracioso y sabiondo. Pero sí, todos lo identificaban por el oficio que desempeñaba.  

    Es de ahí que se preguntaban- ¿De dónde sacó éste tales cosas? —decían maravillados muchos de los que le oían—. ¿Qué sabiduría es esta que se le ha dado? ¿Cómo se explican estos milagros que vienen de sus manos?  ¿No es acaso el carpintero, el hijo de María y hermano de Jacobo, de José, de Judas y de Simón? ¿No están sus hermanas aquí con nosotros?” (Marcos 6:2-3).

    Y aunque es verdad que Jesús fue un laico autodidacta y que no fue educado por ningún célebre rabino, hay que reconocer, sin embargo, que su locución si se comparara con los eruditos de aquella época no tendría nada que envidarle, por lo que podemos alegar que Jesús no tenía nada de analfabeto, como algunos piensan. Actuaba con mucha desenvoltura tanto en el conocimiento de las Escrituras sagradas de su pueblo, de las legislaciones gubernamentales y de toda tradición oral, por lo que era capaz de abordar cualquier tema de forma magistral.

   Todo esto demuestra que no había ningún misterio en su origen y que era cien por ciento hombre. Aunque hay que reconocer, que es difícil imaginar o prever lo insólito, lo inesperado de la vocación de un hombre aparentemente normal y corriente, al que la gracia de Dios iba a llevar a donde nadie lo imaginaría. Por lo que para sus aldeanos era difícil asimilarlo. Solo tenían la capacidad para identificarlo como un aldeano común y corriente como cualquiera de ellos.

    Pero todo lo contrario sucede con la mayoría de los cristianos de esta época. Pensamos en un Jesús cien por ciento Dios solamente, y no nos detenemos a reflexionar que fue un ser humano normal como uno de nosotros, que pudo haber caído en las tentaciones y haber renegado el morir en una cruz por los injustos y malos, pues, no le era indiferente el sufrimiento lento e intenso que este tipo de muerte ocasionaba ni la afrenta que conlleva, ya que era maldito todo el que moría colgado en un madero (Gálatas 3:13). Y a pesar de todo se sometió a estos padecimientos por el rescate de muchos. El justo por los injustos para llevarnos al Padre Dios, siendo muerto en la carne, pero vivificado en su espíritu (1 Pedro 3:18).

   Él sabía a qué había venido a la tierra, lo que quería y hacia donde se dirigía. Estaba bien definido. Su carácter firme, consciente y decisivo lo llevó a someterse a la obediencia total de los mandamientos de su Padre; por lo cual alcanzó el más alto honor y un nombre que es sobre todo nombre, dado jamás a hombre alguno, ante el cual toda rodilla debe doblarse, darle honor, honra, adoración y toda gloria, y reconocerlo como el Señor de señores. 

   Si tuviéramos presente a un Jesús que fue hombre y que a la vez fue y es el mismo Dios que estuvo durante unos años en la tierra, no sólo lo pensáramos como nuestro salvador y señor de nuestras vidas, y como la manera de vivir un día en el cielo junto a ÉL eternamente, sino que, al mismo tiempo, podríamos pensarlo como el único ser humano que se puede imitar para tener una vida digna, honorable, apegada a las buenas obras y a toda clase de bien en esta tierra. Que podemos aprender de ÉL que fue manso y humilde de corazón (Mateo 11:29) y tener una vida terrenal saludable para sí mismo o misma y para la colectividad circundante.

   
Ser como Cristo y vivir como Él, es tener una vida plena, feliz y saludable en la tierra, y mantener viva la esperanza de la vida eterna.  




martes, 11 de septiembre de 2018

LA SEGUNDA VENIDA DE JESUCRISTO ES UN HECHO CONTUNDENTE



Las diferentes interpretaciones de los acontecimientos de la segunda venida de Cristo han servido para dividir iglesias cristianas y para formar sectas religiosas a lo largo de toda la historia eclesiástica. 
 Muchos grupos religiosos han puesto fecha a este futuro evento celestial, arrastrando con ellos a muchos creyentes sin fundamentos y conocimientos bíblicos. Y cuando ven que todo sigue normal el dia señalado, que nada extraño acontecía, entonces, tratan de justificarlo, y es cuando se forman estos grupos, entre los cuales persisten mucho hoy.
El Señor Jesús, conociendo el futuro de toda la humanidad como Dios, sabía que estos hechos se iban a presentar después de su partida hacia la diestra del Padre Celestial. Es por esta razón que les advirtió a los discipulos antes de su ascenso en una nube que no se dejaran engañar, porque en los postreros días (últimos tiempos) se levantarían falsos maestros que dirían HE AQUI EL CRISTO, que no le creyeran, porque primero tenía que acontecer una serie de eventos antes de que llegara el fin.
A lo largo del Antiguo Testamento encontramos varios pasajes bíblicos que insinúan o describen la segunda venida de Cristo y todos sus acontecimientos antes, durante y después de suceder. Algunos hacen alusión al reino de Cristo sobre el trono de David, su tipo de gobierno y las condiciones de su reinado milenario, y otros hacen referencias a algunos de los hechos que se darán después de instalado su reino. Todo reafirmado en el Nuevo Testamento, siendo ampliamente explicado en el libro de Apocalipsis.
¿Cómo podríamos definir la segunda venida de Cristo?
Prestándole atención a los pasajes bíblicos que resaltan este tema, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, podríamos definir el evento de la segunda venida de Cristo como:
1.    Un acontecimiento mundial, sobrenatural, cuyo escenario es el cielo, de momentos de gran tribulación nunca vista, de espantos y gran confusión; que muertos y vivos verán, y que los que mataron a Jesús y todas las naciones de la tierra lamentarán no haber prestado atención al Plan de Salvación, cuando vean a Cristo aparecer en las nubes (Apocalipsis 1:7).

2.    La manifestación con poder y gloria de Jesucristo en las nubes del cielo; dando cumplimiento a la esperanza bienaventurada, la gloriosa Redención de todos los justificados por medio de la fe en Él, que esperaban con gran anhelo su regreso (Tito 2:11-12).

3.     Un evento en que las potencias de los cielos serán conmovidas, el sol se oscurecerá, las estrellas caerán del cielo y la luna no brillará, y en medio de toda esta confusión aparecerá con todo su esplendor y gloria, Jesucristo en las nubes del cielo que todo ojo verá (Mateo 24:29-30).

¿Cuál es el propósito de la segunda venida de Cristo?
Según los acontecimientos que sucederán ese dia, podemos deducir varios propósitos puntuales de la segunda venida de Cristo, según las referencias bíblicas señaladas:
1.    Reunir a sus escogidos, muertos y vivos, desde los cuatro puntos cardinales de la tierra, desde un extremo del cielo hasta el otro, con fuertes sonidos de trompetas tocadas por los ángeles (Mateo 24:31).

2.    Establecer su reinado eterno; y herir y gobernar con mano de hierro a las naciones de la tierra por mil años (Apocalipsis 19:15-16).

3.    Vengar la muerte de los santos y los profetas, y destruir a los impíos (Apocalipsis 16:4-7; 20:12-15).

4.    Arrojar al abismo a los demonios y a atar a Satanás por mil años para que no siga engañando a las naciones, y a apresar a la bestia y al falso profeta (Apocalipsis 20: 1-20).
  
5.    Rescatar a Israel de las naciones enemigas, que hacen guerra contra ella, y reafirmar su fe para que nunca más haya en ella maldición; y desde la nueva Jerusalén, Jesucristo gobernará la tierra como el Rey de reyes y Señor de señores (Zacarias 14:1-21; Joel 2:1-3). Su reinado será mundial y eterno.

6.     Juzgar a los muertos grandes y pequeños de la segunda resurrección (los que no tuvieron participación en la primera resurrección) ante el Trono Blanco de Dios, según sus obras inscritas en los libros. Y los que NO se encuentren en el Libro de la Vida serán lanzados al fuego eterno, de donde nunca saldrán jamás y la muerte no tendrá más señorío sobre ellos." 
"Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años.  (Apocalipsis 20:11-15).  

¿Cuándo va a ocurrir la segunda venida de Cristo?
“El día y la hora nadie lo sabe, ni aun los ángeles de los cielos, sólo el Padre. ...  Cristo vendrá a su tiempo” (Mateo 24:36; 1 Timoteo 6:15).
 Jesucristo vendrá después del cumplimiento de la apostasía, que consiste en que el hijo de perdición, un hombre pecador, se opondrá y se levantará contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto, y se sentará en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios (2 Tesalonicenses 2:3).
Antes de que Cristo venga, el mundo entero debe haber escuchado el Evangelio, para testimonio a todas las naciones, ya que ante ÉL se doblará toda rodilla, y toda lengua confesará a Dios (Mateo 24:14; Romanos 14:11).
Vendrá de sorpresa, como el ladrón en la noche que llega a robar sin ningún aviso previo, a la hora y el tiempo menos esperado... Pero podemos asegurar con certeza  viene pronto. Su venida ya no se retarda; está más cerca que cuando creímos (Lucas 12:40; 2 Pedro 3:9-10; Apocalipsis 22:7).  Y además, ya han pasado más de dos mil años del inicio de los tiempos postreros (días finales) y muchas de las señales que el Señor Jesús les dijo a sus discipulos que ocurrirían ante de su regreso, algunas ya han sucedido y otras están ocurriendo hoy.
La venida de Cristo será como el relámpago que sale del oriente y se alcanza a ver en el occidente (Mateo 24:27). Sera rápida y sorpresiva
“Porque vosotros sabéis perfectamente que el día del Señor vendrá, así como ladrón en la noche (de sorpresa); que cuando digan: Paz y seguridad, entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina, como los dolores de parto a la mujer encinta, y no escaparán” (1 Tesalonicenses 5:2-5).

Profecías de la segunda venida de Cristo en el Antiguo Testamento
·         Daniel vio el reinado eterno de Cristo.

“Y en los días de estos reyes, el Dios del cielo levantará un reino que no será jamás destruido, ni será el reino dejado a otro pueblo; desmenuzará y consumirá a todos estos reinos, pero ÉL permanecerá para siempre”, … (Daniel 2:44)

·         Zacarías profetizó sobre las grandes aflicciones de ese dia al ver al Señor Jesús, al que traspasaron.
Y derramaré sobre la casa de David y sobre los moradores de Jerusalén, espíritu de gracia y de oración; y mirarán a mí, a quien traspasaron, y llorarán como se llora por hijo unigénito, afligiéndose por él como quien se aflige por el primogénito (Zacarias 12:10).

·         Joel profetizó sobre la destrucción de las naciones enemigas de Israel.

“Porque he aquí que en aquellos días, y en aquel tiempo en que haré volver la cautividad de Judá y de Jerusalén, reuniré a todas las naciones, y las haré descender al valle de Josafat, y allí entraré en juicio con ellas a causa de mi pueblo, y de Israel mi heredad, a quien ellas esparcieron entre las naciones, y repartieron mi tierra; y echaron suertes sobre mi pueblo, y dieron los niños por una ramera, y vendieron las niñas por vino para beber” (Joel 3:1-3).

·         Malaquías predijo la condenación de los malos y la salvación de los justos.

y todos los soberbios y todos los que hacen maldad serán estopa; aquel día que vendrá los abrasará, ha dicho Jehová de los ejércitos, y no les dejará ni raíz ni rama. Mas a vosotros los que teméis mi nombre, nacerá el Sol de justicia, y en sus alas traerá salvación;” ... (Malaquías 4:1-3)




Conclusión
La segunda venida de Jesucristo es un hecho decisivo y contundente. Las predicciones se cumplirán con absoluta certeza, cada una a su debido tiempo. Se cumplirá, así como fue cumplida en todos sus pormenores su primera venida al mundo como bebé, su obra, su muerte y su resurrección, sin olvidar el más simple detalle.

Será como en los días de Noé que las gentes estaban sumergidas en las faenas de la vida, en sus respectivos quehaceres diarios, metidos de cabeza en sus paciones desordenadas y en sus delitos desenfrenados, con corazones muy alejados de Dios. Ninguno creyó el anuncio de Noé sobre la venida de un gran diluvio, a pesar de su insistencia para que no murieran ahogados, y sólo se salvó él, su esposa y sus tres hijos con sus respectivas esposas (ocho personas en total. Genesis 7:23, Mateo 24:37). También será como el dia de Sodoma, que fue destruida repentinamente con azufre y sólo tres personas fueron salvadas, Lot y sus dos hijas (Génesis 19.24-29; Lucas 17:26-30).

Las profecías sobre la segunda venida de Cristo están claramente detalladas en la Biblia. Ellas revelan cada acontecimiento que la precede, así como, cada evento durante y después de suceder: tal cual está predicha por los profetas del Antiguo Testamento; tal cual Jesús lo enseñó a sus discipulos, y tal cual como los apóstoles lo enseñaron a las iglesias. Por lo que todo autentico cristiano y cristiana deben estar preparados y atentos a todos los acontecimientos mundiales y a todas las profecías sobre este gran y real evento que todo ojo verá, para no ser engañados y no perder la vida eterna, que es la única realidad de los seres humanos. 

La segunda venida de Cristo debemos tenerla presente las 24 horas del día, con nuestras lámparas encendidas, velando y orando, como lo enseñó Jesús en la parábola de las diez vírgenes que esperaban al esposo. Debemos ser como las prudentes, que nunca les faltaba aceite a sus lámparas. No seamos imprudentes, porque es cosa de vida o muerte, no sea que Jesucristo nos diga ese dia -“De cierto te digo, que no te conozco, apartate de mi y vete al fuego terno”- Velemos, pues, porque no sabemos el día ni la hora en que el Hijo del Hombre ha de venir (Mateo 25:13) . 

Busquemos a Dos mientras pueda ser hallado y acerquemos a Él con verdadero arrepentimiento, a través de la muerte de Cristo, su Hijo amado, quien se entregó por amor para el perdón de nuestros pecados, a fin de que seamos liberados de la muerte eterna. AMÉN. 



martes, 4 de septiembre de 2018

BREVE RESEÑA HISTÓRICA DE LA CELEBRACIÓN DE LA CENA DEL SEÑOR


La celebración con frecuencia de la Santa Cena mantiene vivo el recuerdo del gran amor Dios hacia la humanidad y la entrega incondicional del Señor Jesucristo, a fin de pagar el precio del rescate de todo ser humano con su propia sangre. 
Esta celebración es nuestra pascua, una Ordenanza solemne de gran compromiso y seriedad, instituida por el mismo Señor Jesucristo la noche que fue entregado. Y como tal, hay que participar en ella con pleno conocimiento de sus demandas y con el respeto requerido; no sea que seamos culpables del cuerpo y la sangre de Cristo (1 Corintios 11:27). No es un acto para cumplir solamente con el mandato ni para demostrar nuestra fe cristiana. Es la manera de recordar que somos nuevas criaturas en Cristo, que debemos vivir por ÉL y para él, y no bajo la esclavitud del pecado.  
Es un acto sagrado constituido por el mismo Señor Jesucristo, que simboliza un echo pasado y un acontecimiento fututo, pues, se celebra en su memoria compartiendo pan sin levadura y vino, como símbolos de sus padecimientos y entrega voluntaria a la muerte por todos los pecadores del mundo. El pan sin levadura simboliza una vida pura, libre de pecados.
Su objetivo es mantener vivo en los creyentes el recuerdo de su nuevo pacto sellado con la sangre que derramó en la cruz, por el rescate de la muerte espiritual y eterna del ser humano que creyere en Él; y a la vez, para tener presente que, así como todo lo que estaba escrito sobre Él se cumplió, de la misma manera se cumplirán todas las profecías sobre su retorno en las nubes, por lo que debemos estar preparados y atentos para recibirlo.
Como el Bautismo, la ordenanza de la Cena del Señor ha sido mal interpretada por algunos grupos religiosos, especialmente, en el uso de los elementos del pan y el vino. Las referencias sobre este mandamiento se encuentra en el Nuevo Testamento, en los evangelios de Mateo 26:17-30, Marcos 14:12-26, y Lucas 22:7-20; también  en 1 Corintios, en donde la Iglesia de Corinto estaba siendo reprendida por el apóstol Pablo, por la manera en que ellos estaban celebrando la Cena del Señor, ya que comían con glotonería y se emborrachaban con el vino (1 Corintios 10:14-22 y 11:17-34).
En la era de los inicios de las iglesias apostólicas, la Cena del Señor era una celebración totalmente diferente a como la celebramos hoy, según podemos leer en 1 Corintios 11:17-22.  Antes de compartir el pan y el vino se comía carne asada de un tierno cordero  sin defectos con pan sin levadura y hierbas amargas, como estaba ordenada la celebración de la Pascua en la ley de Moises. Aunque hay exégetas bíblicos que dicen que esta última cena del Señor no era la celebración de las Pascuas, Pero, Lucas inicia su narrativa sobre este evento, diciendo- “Llegó el dia de los panes sin levadura, en el cual era necesario sacrificar el cordero de la pascua. Y Jesús envió a Pedro y a Juan, diciendo: Id, preparadnos la pascua para que la comamos (Lucas 22:7-8).
En el siglo II fue cambiando la forma de este ritual. La iglesia cuando se reunía a celebrar este acto lo hacía con sólo pan sin levadura y vino, pues entendía que el cordero ya no tenía que ser sacrificado, pues, el cordero en la celebración de las Pascuas era una tipología de Cristo, que representaba su muerte por la expiación de los pecados, y este hecho ya había sido cumplido (1 Pedro 1:19). El obispo encargado de conducir el acto bendecía los elementos antes de compartirlo; ritual que se asemeja a lo que hacemos hoy.
Pero en el siglo XI, según narra Castner, Garry (2012) en su artículo “La Ordenanza de la Cena del Señor”,  la iglesia de Roma enseñaba que el pan y el vino, al ser consagrados, se convertían literalmente en el cuerpo de Cristo y el vino en su sangre, dejando de ser pan y vino corrientemente, apoyándose en las palabras de Jesús cuando dijo, refiriéndose al pan, “este es mi cuerpo que por vosotros es entregado, y esta es mi sangre que por vosotros es derramada”, refiriéndose al vino, a lo que ellos le dieron el nombre de la consubstanciación.
 Mas tarde, en el año 1215, en el cuarto concilio de Letrán, el Papa Inocencio III, declaró esta errónea interpretación bíblica como un artículo de fe, alegando que de esta manera Cristo se hacía presente físicamente en la iglesia.
Entonces, este artículo de la Ordenanza de la celebración de la Cena del Señor se convierte en una doctrina, hasta que Martín Lutero en su reforma reniega de que el Señor se hiciera presente físicamente a través de estos elementos para ser crucificado nuevamente. Aunque mantenía que “el pan y el vino permanecían esencialmente sin cambios, pero que misteriosamente el cuerpo y la sangre de Cristo estaban “en y bajo” esos elementos.
La observación de Lutero es una interpretación entre lo literal y lo figurativa de las palabras pronunciadas por Jesucristo, pues, argumentaba que las palabras debían tomarse literalmente en el sentido de que quien tomaba el pan y el vino comía realmente la carne del Hijo de Dios y bebía su sangre, pero que no había ninguna transformación en estos elementos. Permanecían siendo pan y vino común y corrientemente. 
Las iglesias cristianas evangélicas creen que el Señor Jesús en su declaración está usando un lenguaje figurativo que se llama metáfora, como acostumbraba a usar con frecuencia en sus enseñanzas. Por ejemplo, Jesús le dijo a Juan en la revelación del Apocalipsis- “...Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana” (Ap.22:16). 

Si tomamos literalmente esta expresión y la aplicáramos, estaríamos adorando al planeta Venus, ya que este es el atributo que le han dado a esta divinidad griega, "estrella resplandeciente", y a la vez afirmaríamos que la presencia mística de Cristo está en dicho planeta. Pero, si lo tomamos   metafóricamente nos damos cuenta de que Jesucristo nos está ilustrando la gloriosa verdad de su segunda venida.
Entonces, el dicho de que “esto es mi cuerpo”, significa que el pan representa su cuerpo, y “esta es mi sangre”, significa que el fruto de la vid representa su sangre y que son símbolos metafóricos únicamente, jamás su cuerpo ni su sangre literalmente, como lo enseñan los que creen en la doctrina de la consubstanciación.
 Castner concluye su artículo argumentando que, al usar la figura de comer y beber, el Señor Jesucristo nos insta a aceptarlo en su vida y su muerte, de manera definitiva y personal, para tener así la vida eterna.
 No es usar esta ceremonia como una manera de recrear su muerte y nada más, sin ningún resultado en nuestras vidas. Debe llevarnos a recordar nuestro compromiso ante la aceptación de su nuevo pacto sellado con su sangre derramada en la cruz.
Es la manera de tener presente que juntamente con Cristo hemos sido crucificados y resucitados a una nueva vida, a través del nuevo nacimiento en agua y espíritu, ya que es la única manera de entrar en el reino de los cielos (Juan 3:5).
La muerte de Cristo fue suficiente, una vez por todos. La repetición de sacrificarlo en cada Santa Cena es una negación de la obra que fue terminada en la cruz, una vez y para siempre. Este debe ser un momento para recordar lo mucho que padeció por culpa nuestra, a fin de que encontremos en su muerte el perdón de nuestros pecados y nuestra reconciliación con el Padre. Es la manera de renovar el pacto de nuestra justificación por medio de la fe en nuestro Señor y Salvador Jesucristo.







¡Imposible no verte!